Leche y Café 10: Improbable.

Capítulo 10


Draco suspiró por tercera vez antes de colocarse de pie de su sillón. Después de que Zabini se había marchado en la noche, él por su parte se había quedado mirando a la nada y a la vez pensando en todo aquello que pudiera ayudarle a comprender lo que estaba viviendo en ese instante. Pero no llegó a nada en concreto, sólo a especulaciones que no tenían mayor importancia y a nombres sin relevancia.

Tenía por supuesto que confiar sólo en la palabra de Harry Potter, pero no podía quedarse de brazos cruzados esperando que la solución llamase a su puerta. Hermione era su esposa, no era una amiga ni su novia, era su esposa, la madre de sus tres hijos, su vida entera y no estaba dispuesto a cederla a nada ni a nadie. Además, Hermione era una Malfoy y si algo había aprendido del desequilibrado de su padre era que nadie se metía con la familia.

Los Malfoy, sea en las condiciones que hubieran quedado, seguían siendo poderosos.

—Hijo... —Draco se giró hacia el suave susurro de su madre que lo observaba desde el otro lado de la puerta de su habitación. Su rostro sólo era testigo del desvelo de la noche y las incontables horas en búsqueda de algo que aún no llegaban a comprender. —Harry Potter está esperándote en la sala. —Él asintió y ella también antes de dejarlo nuevamente sumido en su soledad.

°•°•°

El viento los golpeaba con una fuerza sobrehumana en lo alto del acantilado en el que, estoico y aún firme, se mantenía la Prisión de Azkaban. Tan tétrica, fría y carente de vida a cómo la recordaba se alzaba con magnificencia en dónde varios Aurores recorrían sus instalaciones de arriba abajo; luego de que se promulgara la ley de sacar a los dementores de allí, el Ministerio había requerido un grupo mayor de Aurores para ese tipo de vigilancia y a su vez un control más estricto y mucho menos violento con respecto a los prisioneros.

Harry junto al equipo que lideraba, habían ya recorrido gran parte de su interior como así también metido a la mayoría de los delincuentes en aquellas celdas sucias y húmedas. No estaban en un lugar en el que eran especialmente esperados y sin embargo, ni Ron y mucho menos Blaise, parecían en lo más mínimo arrepentidos.

—Astoria recibió una visita hace un par de días. —Murmuró Blaise a Draco que lo seguía desde atrás. —¿No te imaginas quién?

—Daphne. —Respondió sin tapujos llevando su mirada hacia el frente —¿quién más podría seguirle el juego, que ella?

—Sí, —Harry se detuvo frente a una puerta de metal, sacó su varita del bolsillo de su sobretodo marrón y la colocó sobre la misma —ella sigue siendo un objeto manipulable para Tori. —Murmuró el moreno antes de que la puerta produjera un chirrido de bisagras oxidadas y se abriera finalmente frente al cuarteto de magos.

Draco fue el único en ingresar a la sala de visitas, no más grande que un baño público de deplorable aspecto. Se encontraba una pequeña mesa en el centro y dos sillas metálicas; en una de ellas estaba ya esperando Astoria Greenggrass con una actitud indolente.

—El gran Draco Malfoy. —Canturreó con diversión. Sus ojos brillaban de una forma inusual, como si toda esa situación le excitara de alguna manera. —Que sorpresa. Me pregunto ¿qué te ha traído hasta aquí?

—Basta de juegos. —Rugió él provocando que ella se hiciera hacia atrás prácticamente por instinto. —¿Dónde está Hermione? —Preguntó sin rodeos. No estaba allí para ser amable y tampoco estaba dispuesto a serlo.

—No lo sé. Y por si no te has dado cuenta, querido Draco he estado aquí por casi quince malditos años. No sé dónde está tu sangre sucia... —Masculló con asco. Sabía que estaba probando su paciencia; de perder la cabeza sólo ella saldría ganando en aquel asqueroso juego de palabras. —La verdad, es que tampoco me importa. Una menos ¿no?

—No eres nada en comparación de Hermione y nunca lo serás. —Comentó con superioridad. —Nunca fuiste un instrumento útil para Voldemort y sigues sin serlo con este grupito de alborotadores. —Astoria apretó los dientes con furia y Draco notó su tensión. —Sé que fuiste tú y haré todo lo posible para que te pudras aquí de una vez por todas. —Añadió antes de colocarse de pie y encaminarse hacia la puerta.

—¡Disfruta cuánto puedas, Malfoy. Todo tu maldito mundo se derrumbará frente a ti!

°•°•°

Un grupo de Aurores recorrían la reciente escena del crimen en aquel pequeño pueblo Muggle a las afueras de Londres. Habían cubierto al mismo con un poderoso escudo para que los no mágicos no vieran tal desastre producto de una peligrosa explosión de Magia. No quedaba más que cenizas y un par de cuerpos dudosamente mutilados por doquier. Además, habían encontrado un sólo sobreviviente convenientemente squib con un testimonio que, sin poder evitarlo, no podían tomar del todo en serio.

¿Quién en su sano juicio podría creer que Hermione Malfoy estaba detrás de todo eso?

Imposible e improbable.

—Espero que tenga una versión mejor de lo sucedido, de lo contrario usted será nuestro potencial sospechoso —el hombre levantó su mirada. Aunque aparentaba un aspecto dócil no podían confiarse.

—Esa es la absoluta verdad y la única que sé.

ESTIMA / Capítulo: [1]

C A P Í T U L O 1



Se sonrió a sí misma en el espejo del cuarto que compartía con su esposo. No hacía más que un par de días que se habían enterado que serían padres y no cabía en sí misma aquella tan extraña felicidad. Pues así la sentía, extraña. No era similar a esa sensación que poseía al cumplir años, al recibir un regalo inesperado o un libro nuevo. Era diferente, era hermoso. Como millones de mariposas revoloteando en su estómago, mucho peor y a la vez mejor que recibir un beso de su amado.

-Mírate, pareces que saldrás flotando en cualquier momento -ella se cruzó de brazos y levantó una ceja con actitud seria pero más que fingida. Mirando fijamente el reflejo de su esposo que sonrió nervioso. -¡Pero de felicidad! No me malinterpretes, Dios ya deja de mirarme así. -Benjamín Kirby, tenía veintiocho años y era el único heredero de un imperio empresarial de bienes raíces. Toda su vida había sido lujos y buen pasar, pero a diferencia de otros en su posición él era un hombre caballeroso, sumamente humilde y cariñoso con los suyos.

Avery lo había conocido en la biblioteca de la Universidad Estatal de Massachusetts, mientras él recorría el sitio para la nueva renovación y ella buscando un libro para pasar el exámen de contabilidad. Digamos que ambos se fueron ese día con un gran dolor de cabeza pero más que encantados el uno con el otro. Luego, bueno, simplemente las cosas sucedieron conforme a lo que el destino tenía preparado para ambos.

Y ahora serían padres después de dos años de casados. Todo parecía sumamente perfecto para los dos y ambas familias. Quizá, se aventuraban a pensar, no existía nada que lo pudiera arruinar. Eran especialmente un familia muy positiva.

-¿Ya tienes que irte? -Ben sonrió mientras cerraba la maleta que había estado todo ese tiempo sobre la cama.

-Sabes que es necesario, cariño. -Sintió la tibieza de su esposa quién estrechaba su cuerpo entre sus brazos. Irse siempre era un martirio y ahora aún más. Pero los gajes del oficio iban de la mano del sacrificio.

-Pues te extrañaremos -susurró lo suficientemente alto para él. Se giró para estar frente a frente, llevó sus manos a su rostro y lo acarició con delicadeza. Sabía que había tenido mucha suerte en encontrarla, no se imaginaba no tenerla consigo. Su vida hubiera sido muy diferente de no haberse cruzado su camino con el de ella. De eso estaba más que seguro.

-Intentaré estar aquí pronto. Mientras tanto me temo que debemos hablar sobre tu seguridad. -Ella bufó y se separó de él con molestia. -Es necesario, ¿por qué no lo entiendes?

-Ben, yo creo que es paranoia. ¿Quién podría hacerme daño?

-Vivimos una sociedad peligrosa. Sé que te encanta dar tus paseos ¿y si alguien más lo sabe? Todo el mundo conoce a la esposa de Ben Kirby. -Sentenció arrugando el entrecejo. -El dinero para mí es lo de menos, pero tu vida es más importante que cualquier otra cosa en este mundo para mí. Por favor, ayúdame en esto. Será la última vez que te lo pida -añadió con suavidad. Una coartada perfecta para ganar finalmente esa batalla y Avery era consciente de ello, con esas dulces palabras había perdido.

-No puedo creerlo -masculló, rodó los ojos y asintió. Ben iba a abrir la boca cuando ella lo interrumpió. -No te atrevas a festejar. -Él levantó sus manos en son de paz, sin embargo aún así sonrió con sorna.

~•~

-¿Estás seguro que es aquí? -se detuvo frente a unas rejas negras, desde allí podía ver un largo camino de adoquines que llegaba hasta una mansión con una fachada moderna. Acomodó el teléfono en su otra oreja y bajó sus anteojos de sol hasta el puente de su nariz. -No veo un maldito timbre aquí -rodó los ojos al escuchar la voz del otro lado, sin embargo su actitud reacia no cambió. -Bien, piérdete Pepper. -Cortó la llamada y salió del auto. Después de ocho años encerrado en un maldito Colegio de soldaditos, ese era su primer empleo para reinsertarse en la sociedad como un jodido ciudadano más. Llevaba tres meses en el rubro de seguridad, no era nada del otro mundo y la paga era un asco, sin embargo podía ser relativamente peor.

La vida, al final, era un asco con o sin mariposas.

Se acercó a la reja y buscó con la mirada algún botón en los pilares que la sostenían. Aunque no encontró uno, sino una pantalla que se encendió apenas detectó su presencia. En la misma apareció un rostro, un hombre de treinta y tantos, casi pisando los cuarentas mirarlo con seriedad.

-Identifíquese.

-William Trainor, soy de Adalid Seguridad. -Murmuró con monotonía mostrando su identificación, la que sin ganas había sacado del bolsillo de su traje negro.

-Bienvenido, Señor Trainor. Las rejas se abrirán inmediatamente, el mayordomo de la familia lo esperará en la puerta. Que tenga un buen día. -El hombre desapareció y en cuestión de segundos escuchó un pitido y una pequeña vibración en el suelo, la entrada estaba siendo abierta con suma lentitud. Volvió a su coche e ingresó al asiento del conductor con hastío. En minutos conocería finalmente al supuesto «Señor Kirby», el mismo que había causado revuelo en la corporación al solicitar el servicio de seguridad, dando más dinero de lo necesario para acaparar lo mejor de lo mejor para el cuidado de su esposa.

Y él era supuestamente lo que Adalid Seguridad consideraba como «lo mejor de lo mejor».


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ESTIMA / Prólogo.

P R Ó L O G O


—Y... —el muchacho miró a sus padres con desinterés desde la otra punta de la mesa vidriada. Estaban acompañados además por el abogado de su familia, sin embargo poco le había importado su presencia. De hecho ni siquiera estar ahí era de gran importancia para él. —¿Qué decidieron?

—Pudimos evadir la cárcel —tomó la palabra Robert Jenkin; sabía que los Trainor no estaban emocionalmente firmes para afrontar a su desequilibrado y único hijo. Y así lo habían acordado. Él se enfrentaría a William con frialdad. —Aún así la jueza decidió una sentencia para ti. Es justo para todos incluyendo a la muchacha que dejaste en el hospital. —William le hizo un gesto con su mano para que siguiera con una actitud más que irónica. Indolente ante la mención cautelosa de la chica que claramente sabía que había dañado. —Deberás asistir a una escuela militarizada en Washington D.C, y no saldrás de allí hasta cumplir veinticinco años.

—¿Es todo?

—Por ahora. Pero a futuro no sabemos. Los Johnson están molestos y dolidos, pero creyeron que la cárcel no te ayudaría en lo absoluto. Supongo que tuviste suerte, de haber estado a su lado claramente no les hubiera sugerido ser blandos con un muchacho con complejos de asesino. —Amanda Trainor aclaró su garganta y Robert retrocedió los pasos que había avanzado sin haberlo notado. Intentó volver a su estado inicial pero ya podía notarse su obvia agitación.

—Gracias, Jenkin. Lamentamos en serio lo de tu sobrina —el chico miró esta vez con más atención a su abogado. —Sé que es difícil para ti pero créeme, desde ahora no volverá a suceder. —Ella miró a su hijo y suspiró lentamente. —Prometemos que así será, por ella y toda su familia. Nunca volverán a coincidir.

ESTIMA / Nuevo Proyecto.


~° Descripción °~

  «E»l había sido un estúpido con ella.
  «S»e había aprovechado de su debilidad.
  «T»erminó lastimándola sin sentido alguno e...
  «I»ntentó disculparse sin éxito.
  «M»ás el destino sabía que ella era su camino.
  «A»unque hubiera sido en un pasado un verdadero estúpido.
  
  Y a lo único que podía aferrarse en ese instante era a ese sentimiento más fuerte que su propio orgullo al que llamó «ESTIMA». Pues era consciente que además, era el único sinónimo de amor que él se merecía después de todo el daño que le había causado.


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Leche y Café 9: Artimañas.



Narcissa estaba nerviosa, el temblor de su cuerpo la había acompañado todo el trayecto de Hogsmeade a casa de su único hijo, y no había estado dispuesto a desaparecer una vez se había dejado caer en el sofá de la acogedora sala principal.

-Querido, si es lo que pienso que es tal vez debamos poner en alerta a todos.

-No lo sé, madre. Todo esto parece una treta, un mal plan diseñado sólo para molestarnos. -Draco caminaba de un lado a otro con el ceño fruncido. Aunque sus palabras parecían las más lógicas, no dejaba de llenarlo de intranquilidad. -Quizá sólo quieren que todos se movilicen, dejen de hacer lo que hacen y descuiden algo importante. -Miró al reloj en la pared, Hermione debía estar ya en casa y obviamente no lo estaba. Una vibración en lo más profundo de sus entrañas logró que se detuviera.

Era un presentimiento. Un mal presentimiento.

-¿Draco?

-Cuida a los gemelos, no te muevas de aquí. -Ordenó caminando presuroso a la puerta, tomó un abrigo del perchero y salió de allí inmediatamente, sin embargo paró de golpe. Harry y Ron estaban frente a la entrada, pero su mirada cayeron sobre las cosas de su esposa en sus manos.

-Malfoy, dime que ella está aquí. -Potter y Weasley parecían angustiados, pero no tanto como él lo estaba en ese momento. Había escuchado un grito de auxilio en su interior, tan fuerte, tan claro; podría reconocer esa esencia de Hermione dónde fuera y era tan fuerte que ahora sólo lo estaba ahogando.

-Cálmate, Malfoy. -Pidió Ron sosteniéndolo del brazo. Entre Harry y el pelirrojo lograron hacerlo entrar nuevamente, Narcissa había llegado a ellos apenas escuchó el ajetreo.

-¡Rita, trae agua inmediatamente! -la bruja apareció en cuestión de segundos con el pedido. -¿Qué está pasando? -preguntó a los Aurores.

-Bueno, dado a que nuestras sospechas fueron confirmadas: Hermione desapareció.

-Astoria, esa maldita tiene que saber algo. -Soltó el rubio con más calma, dentro de lo que los presentes podían llegar a pensar. Interiormente estaba a pasos de perder la razón.

-¿Cómo llegaste a esa conclusión?

-Un maldito presentimiento, Potter. -Escupió colocándose de pie. -Debes llevarme con ella.

-Lo haría con gusto, pero ya no nos dejarán pasar. Intentaré programar la visita para mañana a primera hora, prometo que lo haré.

-Si algo llega a sucederle...

-Es Hermione, Draco. Ella sabe cómo defenderse, querido. Deja que ellos hagan su trabajo. -Interrumpió Narcissa con suavidad pero a la vez con dureza. Éste tragó con dificultad y asintió lentamente.

-A primera hora. Ni un minuto más ni un minuto menos, ¿escucharon? -Los Aurores asintieron, aquello era algo que no dejarían que sucediera. Hermione aún era su mejor amiga, alguien a quién aún tenían el deber de proteger.

La noche fue un suplicio. Su madre se había quedado allí con ellos a pedido de él, necesitaba que estuviera segura y a su vez contenida. De la misma forma que había esperado que sus hijos lo estuvieran con su compañía. Sabía que Rose estaría perfectamente en Hogwarts que en casa dada la situación que estaban viviendo en ese momento.

-Te ves horrible. -Blaise había llegado de madrugada. El departamento de Aurores estaban en movimiento, hasta entonces lo más sigiloso que podían permitirse. El mundo no podía saber que ante un efímero descuido alguien del Ministerio había sido secuestrado por aquellos que pensaron ya diluidos.

Y era mejor para su familia no tener su rostro en primera plana en El Profeta. Aunque no sabía que tanto duraría esa fortuna.

-¿Han sabido algo?

-Pusimos vigilancia en casa de los Greengrass y en la de Nott, pero ninguno se ha movido de allí.

-¿Qué hay de los demás?

-No hay demás, amigo. Eso es lo extraño. -Se paró frente a la chimenea y se dejó hipnotizar por el baile lento de las llamas crepitar. -Y no se me ocurre nadie más, todos ellos están en Azkaban o muertos. Ya sabes, hablo de quienes creíamos en un inicio los más cercanos.

-Lo sé, también he repasado una lista interminable de nombres en mi cabeza y ninguno me parece capaz de llevar esto adelante, excepto...

-Tori. -Terminó por él, sí todo recaía en ella. Demasiado silenciosa en esos años, demasiado lejana de sus antiguos planes. Es claro que su buen compartimento repentino estaba siendo la responsable de su pronta salida. Era prácticamente obvio ¿por qué siempre se les hacía difícil sospechar de ella? -Sospechar hasta que se demuestre lo contrario, Hermione siempre sabía que decir en estos momentos.




Continuará...

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Todo los derechos reservados; el mundo de Harry Potter es propiedad de JK Rowling. 



Leche y Café 8: Encuentros




-¿Aún sigues usando a tus hijos para tus propios intereses? -a Blaise siempre le había parecido muy gracioso esa rara relación que mantenía Draco con sus hijos. Se podía decir que pasaba de la irresponsabilidad a la sobre protección. Algo que ni él o Draco gozaron en un pasado.

-¿Cuándo hice esto antes? -Éste colocó su mano en su mentón, adoptando una expresión pensativa que molestó al rubio.

-Bueno recuerdo que usaste a Isaac para recibir un descuento en la tienda de dulces para demostrarle a Weasley, que tu descendencia es más adorable que la suya. A Isaiah en la florería para comprar un ramo de flores más grande que el de Potter y a Rose para patear a Nott cuando se pasó de miraditas con Hermione. -El moreno sonrió -Oye, creo que hasta puedo seguir; repentinamente siento que todo se me aclara, ya sabes, hermosos sucesos del pasado en el que has usado a tus hijos para tu propio beneficio.

-Soy un padre terrible.

-O el mejor, ¿quién sabe? De todas formas jamás te usaré de ejemplo.

-Gracias, eso me hace sentir definitivamente mejor.

-Para eso están los amigos, Draqui. -Draco rodó los ojos y se cruzó de brazos; no era tan habitual, al menos no en los últimos años, que compartiera algún tiempo con Blaise completamente a solas, hablando estupideces como en los viejos tiempos, aunque parte de esas conversaciones incluyera a sus hijos. Sus vidas habían cambiado por completo hasta el punto en que ambos tenían a la misma prácticamente realizada, con profesiones que de pequeños nunca se habían imaginado, y allí estaban. -Cuéntame, ¿qué es eso de que Isaiah quiere ir a Hufflepuff?

-No me lo recuerdes, aún me deja una sensación horrible.

° ° °

Kingsley Shacklebolt negaba con la cabeza mientras Hermione intentaba de todas las formas posibles de hacerle entender las razones por la que debía dejar El Departamento de Aurores y el Ministerio respectivamente. Y aún cuando las razones eran más que comprensibles, no podía digerir la idea de no tenerla con ellos.

-Sé que queda un equipo más que suficiente para hacerse cargo de los casos más duros. Pero no funcionarán sin ti, Hermione.

-Es mi decisión, Señor Ministro. Y no la cambiaré.

-Eso puedo notarlo. -Entrelazó sus manos sobre el escritorio y suspiró. -Créeme será realmente penoso no tenerte aquí, pero espero que encuentres tu camino.

-Así será. -Hermione salió de allí con cierta liviandad, nada le hacía más ilusión que disfrutar de su familia y amigos finalmente. Sentía que desde que había conocido a Draco no había hecho nada especialmente por ambos. Se habían acostumbrado simplemente a convivir, lo que aún le parecía completamente loco.

Frunció el ceño y se giró hacia atrás, en algún momento de su trayecto se había sentido observada. Aunque los pasillos del Ministerio estaban abarrotados de magos y brujas, nada le aseguraba que siempre estuviera a salvo entre ellos.

Luego de inspeccionar que todo estaba en orden volvió a retomar su camino, más no esperó que frente a ella estuviera exactamente lo que había temido.

-Imperio...

° ° °

Narcissa sonrió, sus nietos lograban que lo hiciera reiteradas veces aún en contra de su voluntad. La hacían ver como alguien normal, alguien inofensiva y amigable con la cual sería agradable tener una charla por horas; le hacían olvidar lo que había sido junto a Lucius Malfoy, lo que había estado obligada a hacer a su lado.

Seguramente sus padres se sentirían decepcionados por esa actitud tan reprochable. Sin embargo, poco le importaba en ese momento, ella seguía ahí no ellos. Debía ser un mérito.

-Narcissa Malfoy -su expresión cambió mecánicamente al escuchar esa voz falsa y dulzona a sus espaldas. No supo como tomar esa sensación inmediatamente pero con toda la elegancia que aún cargaba, se giró lentamente hacia atrás para encontrarse con nada menos que una vieja conocida.

-Galatea Rosier. -Murmuró -No sabía que podías pasear como si nada entre nosotros.

-Que tengas el apoyo de los héroes, Cissa no te hace una de ellos. Jamás podrás borrar tu asqueroso pasado.

-¿Qué tan segura estás de eso? -ella rió por lo bajo. Todo lo que una vez había sido Galatea había desaparecido por esa amargura y frialdad que cargaba, no es como si no lo hubiera sido antes. Pero Narcissa podía sentir que ese deplorable aspecto, tenía otros motivos.

-Volveremos, y ni tu familia o sus aliados podrán detenernos esta vez.

-¿Quiénes volverán? -quiso saber arrugando su grácil expresión, más ella pasó por su lado de forma ausente. -¡Rosier! -exclamó pero ella desapareció en un pestañeo. -Por Merlín, no... -llevó su mano a su pecho y buscó inmediatamente a los niños. Los gemelos estaban frente a la vidriera de la tienda de Quidditch sin haberse enterado de nada, y eso simplemente la tranquilizó.

Tenía que ir por Draco.

Leche y Café 7: Motivos.



Hermione estaba en el despacho que compartía con Draco, no había podido conciliar el sueño sin poner en orden sus pensamientos. Lo había pensado, incluso antes de tener a sus hijos dejar finalmente el departamento de Aurores. Pero nunca se había sentido tan inquieta como en ese instante. Algo le decía que debía abandonar el trabajo de su vida y dedicarse a su familia.

-¿Sigues despierta? -la castaña suspiró y le sonrió a su rubio esposo frente a ella. Llevaba una bata verde y un par de pantuflas negras.

-Tengo motivos.

-Ya lo creo, desde aquí puedo escuchar como tu cabeza funciona. -se sentó en la silla del frente y entrelazó sus manos sobre el escritorio. -Escucha, si esto es por Astoria, prometí que hablaría con Daphne sobre lo que dijo y...

-No es eso. -interrumpió -. Creo que ser Auror se acabó. Siento que me estoy perdiendo demasiadas cosas, no he visto a Ginny en meses, ¡meses! Y los chicos cumplirán años la semana que viene, y es seguro que no estaré aquí.

-Ellos entenderían el porqué. -Hermione negó con la cabeza y cerró sus ojos, descansando su cabeza en el espaldar de la silla giratoria.

-Lo dejaré. El Mundo Mágico no va a ser mejor o peor sin mí, ¿cierto?

~£~

A la mañana siguiente la familia Malfoy estaba de pie. Draco con más entusiasmo de lo normal, mientras los gemelos comían su cereal y Hermione leía un par de informes antes de ir al Ministerio.

-Entonces, ¿tío Blaise se casará?

-Así parece, esperarán que Rose salga de vacaciones para la boda. Me pregunto qué habrá hecho Pansy finalmente para convencerlo. -Draco tuvo un pequeño escalofrío y miró a su esposa.

-Conociéndola, cualquier cosa es posible. Pansy es de temer cuando quiere algo.

-¿Cuándo se publicarán las fotos papá? -preguntó repentinamente uno de los gemelos, provocando que Draco se atragantara con su café. Cuando se recompuso pateó a su hijo por debajo de la mesa -¡Ay!

-¿Qué fotos?

-¿Dije fotos? Oh, no mamá escuchaste m-mal... -Hermione frunció el ceño y giró con violencia hacia a Draco, quién a su vez miraba mal a Isaac.

-Ya lo dijo el niño, escuchaste mal.

-Claro, por supuesto que sí. Isaiah, -éste le sonrió a su madre encantadoramente -habla.

-Hola.

-No estoy para bromitas.

~£~

-Tienes suerte de que Potter haya llegado, Isaac.

-Ya dije que lo siento, papá. Simplemente se me soltó. -Draco suspiró mientras empujaba la puerta de su despacho.

-Como Slytherin, debes aprender a modificar la verdad para tu propio beneficio. Puede llegar a salvarte la vida.

-Mentir. -dijeron al unísono a lo que el rubio hizo simplemente un ademán de manos quitándole importancia.

-Como sea. -Refutó buscando algo entre los cajones. -Pero no se lo digan a su madre.

-De todas formas, mamá cree que quedaremos en Gryffindor, como Rose. -Isaac había pegado un salto limpio para quedar sentado sobre el escritorio, observando de paso como su hermano elegía el sillón del costado. Por otra parte, Malfoy había levantado su mirada como si alguien le hubiera clavado un alfiler en el trasero.

-Ah-Ah, eso sí que no.

-¿Cuál es la diferencia al fin y al cabo? ¿No se supone que es nuestra elección? -Isaiah miraba sus manos como si fuesen lo más interesante en ese universo. -Tal vez le pida al Sombrero Seleccionador que me envíe a Hufflepuff. -Se escuchó un golpe y un gritito de susto de Isaac.

-Por las barbas de Dumbledore -dijo su hermano gemelo al ver a su padre tirado en el suelo. -Ya lo mataste, Is.

-¡Mamá!

~•~

Daphne Greenggras esperaba sentada en una habitación no más grande que un baño de dos por dos. Estaba sucio, olía mal y era deprimente, pero era imposible saber realmente si aquello le producía repugnancia. Su rostro simplemente tenía una expresión neutral.

La puerta metálica de un costado se abrió repentinamente, chirriando de forma escalofriante; el único sonido en esos quince minutos que había tenido que esperar para ver finalmente a su hermana.

Astoria apareció primero por el umbral de la puerta, seguida de uno de los tantos Aurores que rondaban por allí montando guardia. Le sacó las esposas mágicas y se retiró inmediatamente, dejándolas finalmente solas.

-Querida.

-Ahórrate los protocolos, Daphne. ¿Tienes noticias? -Daphne aclaró su garganta y acomodó un mechón de cabello rebelde de su elaborado y apretado peinado.

-Estamos haciendo todo lo posible. Intenta ser más comprensiva.

-¿Comprensiva? Me gustaría que estuvieras en mí lugar. -Masculló entre dientes la menor de las Greenggras pero ésta sólo la miró con frialdad.

-Creo que sabes perfectamente porque estás aquí. Papá sólo hizo de ti un monstruo, y estás pagando como tal.

-Oh, pero mira que tierno -se burló Astoria soltando una risotada, que aunque desquiciada, no dejaba de ser considerablemente elegante. -No me digas que te has doblegado, Daph.

-Sólo te diré una cosa, -dijo ella arrugando su nariz con enojo -te sacaré de aquí, pero olvídate que las puertas de mi casa están abiertas para ti. No dejaré que arruines a mi familia.

Leche y Café 6: Espías.



Draco buscó por todas partes de su casa: en el patio, la cocina, su despacho, incluso en las habitaciones de cada uno y sin embargo, ni aún así, logró encontrar a los gemelos. Estaba bastante intrigado y más que desesperado por no hacerlo. Sabía que eran niños de ocho años, prácticamente no podían hacerse daño como un par de bebés, pero nunca dejaba de inquietarle que algo les pasara a sus hijos. De hecho no dejaba de enviarle cartas a su Rose con específicos consejos de cuidado: «siempre alerta», «no te juntes con Potter», «no olvides cepillar tu cabello tres veces al día». De hecho, era alguien más que obsesivo con ello, más que Hermione.

—¡Hermione! —la castaña estaba en el baño de su habitación colocándose labial en ese momento, que lamentablemente pasó de su boca a su mejilla.

—Demonios. —tomó su varita con urgencia y se apuntó así misma —Fregotego.

—Hermione.

—¿Qué sucede? —salió del baño moviendo su varita con destreza trenzando su cabello.

—Necesito a los gemelos.

—¿Para qué? —preguntó curiosa, Draco fingió estar ofendido y llevó su mano a su pecho dramáticamente.

—¿Debería tener un motivo para pasar tiempo con mis hijos?

—¿Conociéndote? Sí.

—Auch, eso sí dolió, Granger. —Hermione rió suavemente y caminó hacia el armario.

—Están en el ático, como siempre. No preguntes porqué, sólo búscalos ahí —sacó el conjunto que siempre llevaba al Ministerio y miró a Draco que aún estaba parado cerca de la puerta. —A veces me recuerdan a Fred y George. No me gustaría enterarme que hacen, por simple despecho.

—Pues más adelante lo lamentarás. Si McGonagall sigue viva para entonces, querrá suicidarse. Y esta vez sí lo hará, ya fue demasiado extraño que no lo hubiera hecho luego de que James Potter II y Fred Weasley II, empezaran Hogwarts.

—Que delicado. —mencionó ésta mientras Draco comenzaba a salir de la habitación.

—¡Sé lo que digo! —exclamó desde el pasillo.

~@~

El ático, el ático, ni siquiera sabía que había uno aquí.

Subió rápidamente el otro tramo de escaleras. Hubiera usado magia y aparecerse sin más en el ático. Sin embargo sabía que haciéndolo perdería a sus hijos provocándole un infarto del susto y su vida si Hermione se enteraba.

Cuando estaba a unos cuántos pasos escuchó un par risitas y luego una pequeña explosión.

Demonios, lo que me faltaba.

—¿Chicos? —preguntó después de golpear la puerta.

—Rayos, Isaac ¡es papá! —Draco rodó los ojos mientras escuchaba sus pasos apresurados dentro del ático, murmullos y maldiciones que esperaba no lo hubieran aprendido de él.

—Si saben que los escucho ¿cierto? —la puerta se abrió repentinamente y esta misma dejó a la vista dos cabecitas rubias y dos pares de ojitos llenos de falsa y fingida inocencia. —Ajá, quiten esas caras, sé que estaban haciendo algo ilegal —el rubio los observó detenidamente antes de volver hablar. — Necesito de su ayuda.

—¿Cuál tipo de ayuda? —preguntó Isaac mirando sus uñas.

—¿Existen tipos de ayuda?

—Bueno, —dijo esta vez Isaiah —está la ayuda que pide mamá, la ayuda que piden los abuelos, la ayuda que...

—Ya, ya entendí. Veamos... —Draco se apoyó en el umbral de la puerta y colocó su mejor cara pensativa. —Necesito la ayuda ¿traviesa?


~@~

Pocas veces se había aventurado con ganas por el Mundo Muggle, una vez lo había hecho con Rose buscando un regalo de cumpleaños para Hermione y no había terminado exactamente de la mejor forma. Pero a estas alturas, Draco, estaba seguro que sus objetivos eran un tanto más egoístas. Además, ya no le tenía miedo a los taxis.

—Bien, ¿tienen sus cámaras?

—¿Estás seguro que mamá aprueba esto? —Isaiah no era cobarde, de hecho creía que él era el promotor de la mayoría de sus travesuras cometidas con su gemelo. Pero cada vez que planeaban algo, el rostro de Hermione Malfoy, su madre, aparecía para hostigarlo.

—¿Qué mamá? —los gemelos se miraron y se sonrieron. Cuando su padre se ponía en aquella faceta rebelde, lograba que su admiración creciera un nivel más de lo ya estaba. Guardaron sus cámaras de fotos bajo sus chaquetas e ingresaron a la cafetería. Un hombre de camisa blanca y chaleco rojo les dio la bienvenida, los llevó a una mesa lo suficientemente lejos y lo necesariamente cerca de su objetivo. Al menos eso creía, pues había averiguado la mesa y en la hora que llegaría.

Un café y dos malteadas después, Rita Skeeter apareció y Draco Malfoy sonrió de par en par.

—¿Ahora?

—Muévanse.

~@~

—El caso de la liberación de Astoria está siendo polémica. Nadie quiere que eso suceda y sin embargo, no es posible negarle su libertad. —Hermione removía su cena sin ánimos y miró a Draco.

—No sé que esperas que opine.

—Lo sé, es sólo que ¿y si todos ellos tienen razón? —suspiró y negó con la cabeza. Formuló una sonrisa y miró a sus hijos. —En fin, eso no importa ¿qué tal la pasaron? —los gemelos levantaron la cabeza repentinamente de sus comidas y miraron hacia su padre que negaba en silencio.

—Fuimos...

—Por unas malteadas, muy ricas, demasiadas deliciosas ¿verdad, Isaiah?

—Sí, es cierto, muy ricas.

Leche y Café 5: Blaise, tiene bodafobia.




El Ministerio de Magia estaba demasiado concurrido ese día, Kingsley iba anunciar nuevas reformas y responder preguntas sobre la liberación de Astoria Greengrass. Pues después del artículo escrito de Rita Skeeter en la que ponía en duda la justicia del Ministerio, la confianza que se había establecido entre magos y brujas después de aquellos días oscuros, se vio violentamente fracturada. Y el Ministro necesitaba que volviera a restablecerse y que la paz inundara nuevamente los hogares de todos. Ya que era evidente la inquietud de su gente.

Hermione sabía que lo lograría, pero Rita estaba entre el tumulto de gente siguiendo a Shacklebolt con sus sucias y astutas preguntas. Sabía que algo tramaba, y no es como si no conociera sus verdaderas intenciones.

—Primera ¿cómo le haces, Granger?—Blaise llevaba consigo una sonrisita que a la castaña le pareció demasiada nerviosa para tratarse de él. Tenía leves ojeras enmarcar sus ojos y una barba insípida notarse en su barbilla. Además, al parecer también había olvidado que el "Granger" ya no era parte de ella, no tanto como antes, claro.

—¿Y a ti qué te sucede?

—No preguntes.

—Lamento la tardanza —soltó Ron, llegando a ellos con la voz entre cortada. Como si hubiera corrido todo el trayecto de su casa al Ministerio. —¿Por qué ese aspecto demacrado, Zabini?

—¡Tú tampoco preguntes!

—Bueno, bueno. Que mal humor —le susurró a Hermione, quién se encogió de hombros. En eso Harry se les unió, llevaba unas carpetas bajo el brazo derecho y una caja en el otro. Al parecer tenía trabajo para todos y un buen chisme en la punta de su lengua.

—¿Cómo es-

—No te atrevas a preguntar cómo estamos, Potter. Hagamos esto ¿sí? —El moreno abrió la puerta de la pequeña oficina, mascullando algo sobre "hacer innecesarias preguntas gryffindorianas" y se adentró, dejando al resto muy confundidos.

—La boda lo está consumiendo.

—Sé lo que se siente —dijeron al unísono, Harry y Ron. Hermione rodó los ojos y los pasó por al lado, imitando la actitud de Blaise soltando un "hombres", con cierto tono indignado antes de desaparecer en el interior del pequeño espacio al que llamaban sala de reuniones.

—¿Tú entendiste algo, Harry?

—Ni idea.

~@~

—Tendremos que pasar la fecha de la boda, para un día antes de Navidad. —Narcissa quedó con su taza de té a medio camino, cuando Pansy sin un poco de sensibilidad, soltó las últimas noticias.

—¿Qué?

—Así como lo escuchas, Cissa. Blaise escuchó la palabra boda y salió prácticamente corriendo de la casa de mis padres ¿puedes creerlo? A estas alturas llegaré al altar como una pasa de uva.

—¿Y no hay forma de convencerlo, querida? —Pansy bufó, tratándose de Blaise y su Bodafobia severa, dudaba que existiera una manera de hacerlo; ni siquiera accediendo a su ridícula obsesión por hacer el pastel en forma de quaffle serviría.

—No.

~@~

—¿Qué carajos es Bodafobia? —rió Ron haciendo vibrar las finas paredes de su base de operaciones. Como le decía Hermione comúnmente, cuando bromeaba sobre ello.

—Miedo a las b-b, ¡ya sabes! Tengo un severo miedo a las estúpidas fiestas prenupciales. ¡Y no te atrevas a reírte, Weasley! —El pelirrojo simplemente sonrió. Sin embargo, era más que sabido que estaba sufriendo internamente.

—Pues no puede seguir retrasándose. Pansy te dejará por alguien que tenga lo pantalones bien puestos y le diga que sí, sin vacilar cada vez que escucha "boda" en alguna parte. —dijo la castaña atravesándolo con la mirada. Pero Blaise se tapó las orejas con sus manos y cerró los ojos.

—¡Ay, no la digas!

—Boda, boda, boda —comenzaron a decir Harry y Ron en un arranque infantil y fueron callados por las cachetadas de Hermione en sus cabezas.

—¡Por Merlín, se comportan como niños! ¡Mejor vayamos a lo más importante, ¿está claro?!—los tres hombres se sentaron derechos y asintieron. —Perfecto.

~@~

Draco tenía una pequeña sonrisa estampada en su rostro. Primero, había recibido la primera carta de Rose desde Hogwarts. Sus manos le picaban por abrirla, pero estaba completamente seguro que si Hermione se enteraba de ello, le molería sus huesos con un simple movimiento de su meñique. Y segundo, luego de tanta búsqueda y pensarlo más de lo que debería haberlo hecho, había conseguido la forma a de vengarse de Rita Skeeter y sus malditas estupideces.

Realmente esa bruja se las pagaría.

—¿Papá?

—¿Qué necesitas, Isaac?

—¿Cómo sabes que soy yo y no Isaiah? —El rubio guardó el sobre rosa de su princesa en uno de los cajones de su escritorio y miró a los ojos a su pequeño hijo.

—Soy tu padre, Isaac. Además eres el gemelo más rellenito.

—Eso, si dolió. —fingió el niño, acudiendo claramente al chantaje con su carita de cachorro mojado, pero lo dejó ahí, sabiendo que su padre no caería en aquellos jueguitos como su madre. —Leímos con Isaíah algo muy peculiar en el Diario El Profeta, sobre tío Blaise.

—¿En serio, y qué era?

—Bodafobia. —Draco quedó con sus ojos color mercurio sobre los del pequeño Isaac un buen rato, antes de echarse a reír como maniático.

—¿Q-qué se supone qué es eso? ¡Por Merlín y sus tangas multicolores! —siguió riendo, olvidando por completo la presencia de uno de sus hijos.

—¿Qué son tangas? —la risa de Draco se apagó instantáneamente.

Demonios.

Leche y Café 4: Los Malfoy.





Draco recordaba perfectamente la primera vez que estuvo en la estación de King's Cross. La gente que lo había rodeado, los aromas, el ruido y todas esas miradas bajo el cauteloso tono del desprecio y la desconfianza. Pues eran pocos los que confiaban en ellos o que creían que eran una familia de fiar. Además, era imposible para todos ellos actuar con normalidad como el resto de la sociedad. Eran los Malfoy y, su estilo y forma de vivir, nadie se los quitaría.

Sí, había sido el día más feliz de su vida, como el de cualquier otro niño esperando con ansiedad llegar a Hogwarts, y el más incómodo de todos ellos. No había tardado nada en hacerse de enemigos con facilidad y hacerse respetar al mismo tiempo. Y eso ante los ojos de Lucius Malfoy, había sido lo único correcto y aceptable, lo demás había sido basura.

Sin embargo, ahora entendía que había sido una estupidez y que tal vez su vida podría haber sido diferente, de no haber seguido al pié de la letra los dichos de su padre por un poco y un mísero gramo de su atención. La cuál ni aún así, logró ganar.

Pero estaba viviendo algo diferente en esos momentos, casi a sus treinta y tantos de años, casi pisando sus cuarenta, Draco Malfoy podía decir que era un hombre pleno y feliz junto a su familia. Podía notarlo no sólo en las miradas de los demás, sino en esas sonrisas que ni en sueño hubiera podido conseguir en un pasado.

Cordialidad y cortesía verdadera.

—Voy a extrañarte, Rose. Siempre serás mi princesa, ¿sí?

—Sí.

—¿Abrazo? —Rose sonrió divertida y se dejó abrazar por su padre, al menos antes de que se pusiera más melancólico que su madre. Miró de reojo a su lado al pensar en ella; allí la vió, secándose sus ojos con un pañuelo que Isaac le había alcanzado, mientras Isaiah le daba suaves golpecitos en la espalda. Sabía que aquellos dos diablillos ocuparían perfectamente el silencio de su ausencia y se sintió definitivamente mejor para tomar finalmente el camino a Hogwarts.

Ambos se separaron al escuchar el pitido de la locomotora como último llamado. Los Potter y Weasley la estaban esperando a lo lejos haciendo más ruido que el que ya estaba establecido. Sonrió al sentir que allí no se aburría después de todo.

Se despidió por última vez de su familia, abrazó a sus padres y chocó los cinco con sus hermanos hasta el punto de hacerse picar las palmas, para luego correr hacia sus primos postizos que ya estaban haciéndole señas. No logró evitar mirar atrás una vez más, antes de subir al tren. Necesitaba grabar en su memoria a su familia, su querida familia Malfoy. Hecho, subió detrás de Albus Potter y se metieron al compartimento que James y Fred II habían escogido.

Un momento caótico tanto para Draco y Hermione, al ver marchar a su primer tesoro. Ni siquiera las palmadas de consuelo de Harry o Ron sirvieron para llenar aquel pedacito vacío en sus corazones.

Difícil, pero necesario.

~@~




¿Podemos ir por un helado?

—¿En comer es en lo único que piensas, Isaiah? —Draco puso los ojos en blanco mientras ingresaban a la mansión de su niñez.

—Oye, tengo que hacerlo, miras mis brazos ¡son como fideos! Isaac se comió el setenta por ciento de mi alimento cuando compartíamos el vientre de mamá.

—Nerd —opinó Isaac con tono irónico.

—Tú cállate, prácticamente me comiste.

—Bien, en caso de que eso sea cierto, el helado no es alimento. Aumentará tu cuerpo, pero no de una forma saludable y atractiva. Eres un Malfoy, come vegetales. —Hermione lo golpeó en la cabeza con su mano al pasar por su lado.

—No le enseñes a ser vanidosos a los niños.

—¿Qué? Pero si es cierto. ¡Mamá, dile algo! —protestó en cuanto su madre salió a escena. Narcissa, bajo aún en un aura de juventud, rió discretamente. Siempre le hacía muy feliz recibir la visita de su familia y sobre todo el alboroto que esos tres provocaban. Realmente estimaba a Hermione al tener la paciencia para soportarlos todos los días.

—Abuela, ¿tú qué opinas del helado? —preguntó Isaac luego de abrazarla a modo de saludo.

—Que hay mucho en la cocina esperándolos.

—Por eso te amamos. —soltó dulcemente Isaiah prácticamente desapareciendo, sin escuchar las protestas de su padre.

—Los mimas demasiado.

—Como a ti, claro.

—¡Ajá, lo sabía! —se burló Hermione apuntándolo con su dedo y soltando a su vez una risa.

—Cierra la boca, Hermione. —Luego del saludo más efusivo que Narcissa, ya a estas alturas, se había acostumbrado, habían pasado al salón de té.

Para estar sola la mayor parte de su tiempo, se había esmerado en remodelar su casa con sus elegantes gustos y alegres. El salón estaba frente a un muy bien cuidado jardín, con una hermosa fuente de mármol blanco en el medio y rosas blancas, y algunas violetas, rodearla. Era una vista más que maravillosa, llena de vida y luz.

Ya no existía ese Malfoy Manor lúgubre, con el aroma a muerte y magia oscura que Draco recordaba. Era un hogar, un verdadero hogar que su padre nunca se había dignado a darles.

—Realmente lamento no haber podido ir a despedirme de mi pequeña Rose. Pero le enviaré un obsequio, sé que a ella le encantará.

—No te preocupes, madre. Sé que ella entenderá el porqué. Hablando de ello ¿por qué?

—Draco —soltó con advertencia su esposa y este la miró sin entender. No había tenido dobles intenciones al preguntar.

—¿Qué?

—Eso fue muy descortés. Disculpa por ello, Cissa.

—Descuida, querida.

—¿Por qué siento que ustedes dos me ocultan algo?

Leche y Café 3: Isaac e Isaiah Malfoy.




La locura Malfoy, el dueto revoltoso, el par misterioso, cerebritos y así un sin fin de apodos que James Sirius y Fred II principalmente, se encargaban de colocarles desde que eran un par de bebés lindos e inocentes. Y no es como si a ellos les hubiera molestado, de hecho creían que era un honor que aquel otro par los tuvieran prácticamente en un pedestal.

Eso mientras Hermione Malfoy, no estuviera allí para regañarlos y exigir que Isaac e Isaiah no eran nombres para pasar por alto. Además de implorar que no los influenciaran con sus habituales malas costumbres. Sin embargo, nunca llegaba a pasar, Hermione había tenido un par de gemelos alborotadores tanto o más que los mismísimos Fred y George. Y el único quizás orgulloso de ello era Draco y su lado rebelde, acompañado de cerca del irónico Blaise Zabini.

—¿Cuándo tendremos nuestras propias varitas? —Draco llenó sus pulmones con un poco de oxígeno, tratando de mantener la calma y no salir corriendo despavorido de allí, no es como si no adorara a sus hijos pero a veces, sólo a veces era más fácil desayunar con ellos en la mañana y aroparlos en la noche; bajó la mirada hacia Isaac y trató de mantener una expresión neutral.

—Pronto.

—¿Cuánto es pronto? —preguntó Isaiah antes de pasarle por tercera vez la lengua a su paleta de miel.

—No mucho. —respondió sin más.

—Mucho no define la cantidad exacta de cuánto debemos esperar. Debes ser más específico, papá. —Estaba seguro que se volvería loco, completamente loco.

—Demonios —soltó entre dientes, lo suficientemente bajo para que los niños lo escucharan y más tarde no lo acusaran con su madre, como sabía que sucedería —. Tres años, deberán esperar tres años ¿contentos?

—Satisfechos. —aceptó Isaac asintiendo. Sin notar el tic en la ceja de su padre. —Vaya ¿qué es eso? —Draco finalmente pudo suspirar de alivio, esos dos eran como dos copias exactas de Hermione cuando se ponía terca con algún tema. Ni siquiera Rose hacía tantas preguntas como ellos dos, estaba seguro que habían hecho un promedio de más de treinta preguntas en menos de media hora desde que habían escapado de Ollivanders, para ir a husmear a la tienda de Quidditch.

Había un tumulto de gente rodear alguien, se escuchaban risas, un par de gritos de asombro y aplausos como gran final. Cuando ya estaban lo suficientemente cerca, el rubio divisó cabelleras pelirrojas y voces conocidas.

—¡Son los Weasley! —celebró Isaac soltando la mano de su padre y adentrándose sin más entre la muchedumbre.

—Perfecto, lo que me faltaba —murmuró con cansancio.

—¡Están probando nuevos Sortilegios! —escuchó en alguna parte entre todos esos magos y brujas.

—Por supuesto, qué emoción. —soltó con ironía, pero al bajar la mirada se encontró con los ojitos grises de Isaiah llenos de ansiedad. Le era tan difícil decirle que no cuando ponía esa carita. —Ve con él, de aquí puedo escucharte implorando mi permiso.

—¡Gracias, gracias!

—¡Trae algo interesante y no le digas a tu madre! —la pequeña mini copia de él le sonrió y salió detrás de su gemelo sin perder un segundo.

Se encontró con su hija y su esposa más tarde, ambas llevaban consigo varias bolsas de compras para el gran día, Rose con una gran sonrisa. Muy similar a la suya pero con ese brillo en sus ojos que no era más que un gesto muy Hermione.

—Muero por empezar, este año se integrarán nuevas pociones para primero y un permiso especial ¡para el club de duelo! —Rose seguía parloteando, hasta que un instante, tan pequeño y efímero notó algo extraño en su esposa.

—¿Estás bien? —le preguntó a Hermione sin poder resistirlo. Había sido tan raro no escucharla reclamar el hecho de que los Weasley estuvieran faltando a varios reglamentos de ventas y que hubieran varios alumnos de Hogwarts rodearlos comprando los famosos saltaclases, incluido sus hijos.

—Me encontré con Harry —murmuró con sus ojos puestos sobre las dos cabecitas rubias entre la ya disuadida multitud, mientras a su vez acariciaba el cabello de su hija —, el Ministro de Magia aceptó el pedido de liberación de Greenggras, no es condicional, pero estará fuera de allí muy pronto.

—¿Y qué es lo que te preocupa?

—Que la amenaza de Daphne sea verdadera. ¿Qué tal si le hace daño a los niños?

—No sucederá, yo no lo permitiría. —Hermione suspiró, sabía que las palabras de Draco no eran más que verdaderas, sin embargo, creía que si no se preparaban para cualquier percance futuro, no dormiría tranquila.

—Lo sé...

—Diablos —la castaña frunció el ceño sin entender —. Rose, ve por tus hermanos.

—¿Qué sucede? —interrogó Hermione buscando lo que el rubio miraba a lo lejos.

—Skeeter —ladró con molestia —. Dudo que esté aquí por una pluma nueva. —la Auror asintió en acuerdo —Será mejor que nos larguemos, o mañana volveremos a estar en primera plana.


Leche y Café 2: Ser Hermione.




Ser Auror, amiga del niño que vivió, de un pelirrojo controlador, de una familia particularmente numerosa, madre de tres niños, la nuera de Narcisa Malfoy y la esposa de Draco Lucius Malfoy, sobre todo, no es fácil. Pero ¿quién dijo qué ser Hermione Granger lo era?

Supo, desde el primer instante que decidió compartir su vida con el ex Slytherin, que no sería ni se lo harían fácil. Pero estaba orgullosa de haber tomado esa decisión, aún a pesar de lo que el resto hubiera podido hablar.

Aunque sabía que aquello no era su mayor desafío. Su madre siempre le había dado sabios consejos y la insinuación de que algún día, sería una mujer capaz de llevar adelante una familia. Y no se había equivocado en lo absoluto.

Pero hasta ese entonces sus padres siempre pensaron que hablaban de una niña, que cuando creciera sería una dentista como ellos y no una bruja, que más tarde pasaría por más de un reto, se enfrentaría a asesinos y se convertiría en una reconocida Auror.

No, no era exactamente lo que hubieran esperado, pero jamás, ni después de devolverles sus memorias, dudaron de ella. Nunca vió en sus miradas miedo o decepción de lo que se había convertido. Era quizá, la razón por la cuál sabía exactamente que hacer antes las dificultades y circunstancias de la vida.

Sin embargo, nunca llegó a pensar que dejar ir a Rose lejos de su protección le sería la tarea más difícil de su vida.

—Realmente vuelas, mamá. —Hermione parpadeó un par de veces antes de notar a su pequeña y el entorno que la rodeaba.

—Rose, lo siento.

—Descuida, papá me advirtió que estarías dispersa hoy, así que le prometí que te cuidaría.

—Pues que amables, gracias —ambas rieron y mermaron sus pasos. Hermione, después de aclarar su mente notó que estaban en el Callejón Diagón, rodeadas de magos y brujas en sus rutinarias, comunes y corrientes vidas. Algunos conocidos, un par de amigos haciendo compras para sus hijos para un nuevo año en Hogwarts.

Ahora comprendía a Ginny y ese torrencial de lágrimas que había dejado escapar cuando tuvo que dejar volar finalmente a James; aunque quizá se debía al terrible desastre que dejaría una vez tocara Hogwarts. Nunca llegó a preguntárselo.

Suspiró, ahora ella tenía esas ganas de llorar mientras estaban frente a Ollivanders, con una de sus manos aferradas con fuerza a la de su hija mayor.

Su primera varita...

—¿Preparada? —sacudió la cabeza para disipar su angustia maternal y bajó la mirada hacia la pequeña.

—Eso debería preguntártelo yo ¿no crees?

—Lo estoy, pero no parece que tú lo estés. —Rose le sonrió con mofa antes de soltarse de su mano y entrar a la tienda. De alguna manera su expresión, aunque inocente, le recordó mucho al viejo Draco. El habitual cabeza dura que encontraba siempre el momento justo para burlarse de ella.

—Granger —su mano quedó suspendida en el aire cerca de la manija de la puerta vidriada. Esa voz definitivamente la conocía de alguna parte.

—Daphne Greenggras. —La rubia la miraba fijamente, de una manera que Hermione la encontró un tanto perturbador. —¿Cómo estás?

—Estaría perfectamente si no hubieras existido. Pero no siempre tenemos lo que queremos ¿no?

—¿Es una amenaza?

—Espero que no. —Draco había llegado a su lado con sus dos pequeños. Con el cabello rubio reluciente y sus caritas pintadas de la más pura travesura, con un tinte serio al encontrarse con la mirada de Daphne. —Sería bastante descortés, luego de todo lo que hemos hecho por ti.

—Un par de galeones simplemente, que se gastaron con facilidad. —la rubia miró a la familia con desprecio —¿A cambio de qué, de la protección de tu familia de sangres sucias? —Hermione detuvo a Malfoy del brazo — Debes admitir que fue por ello que accediste a darme un préstamo Draco. Tenías miedo. —Fue allí que el rubio se dio cuenta de algo, en ese instante en que escupió sus palabras con el poco veneno que aún le quedaba, que la mayor de las Greenggras estaba ebria. Dejó escapar lentamente el aire y cerró los ojos para calmarse.

—Hablaremos cuando no haya más alcohol en tu sistema. No te pongas en ridículo. Y deja a mi esposa en paz. —la pasó por al lado dirigiéndose al interior de Ollivanders arrastrando a sus hijos y a Hermione con él. Estaba harto de tantas estupideces.


Leche y Café 1: Rita Skeeter





"Se avecina un gran primero de septiembre, todos están preparándose para grandes acontecimientos futuros desde este mes, hasta el final de la gran temporada. ¿Se preguntan por qué? Si no lo hacen, por favor, los invito que lo hagan.


Veremos cosas muy interesantes, entre ellas la boda de Pansy Parkinson y el bombón de Blaise Zabini, el momento más esperado, sin duda, del año; dado a tanto tiempo de noviazgo, con tantos traspiés, se dudaba que el compromiso llegara a suceder. Son buenas noticias para estos magos redimidos ¡Démosle un gran aplauso y cándidos cariños a la dulce pareja!


Por otro lado tenemos el rumor sobre la liberación de Astoria Greenggras, luego de una larga condena de quince años, finalmente se llegó a un acuerdo con el Ministerio de Magia. No se sabe exactamente qué fue lo que se le ofreció para que, a la acusada de ladrona y de conspiración contra el Mundo Mágico, luego de liberar prácticamente a tres potenciales Mortífagos, se le entregara el beneficio de la duda.
¿A caso, nuevamente la justicia se está viendo fracturada? Deseo que me hagan llegar lo que piensan, saben dónde encontrarme.


Y llegando finalmente al gran final de esta magnífica nota, tenemos a los Malfoy Granger que no han dejado de ser sensación desde que tengo noción. Desde su unión, el primer nacimiento de su primogénita, el alumbramiento de sus gemelos y la devastadora muerte de Scorpius, su mascota. Tenemos otro momento muy esperado, Rose Malfoy Granger ¡comenzará su primer año en Hogwarts! Así es damas y caballeros, la pequeña, producto del amor de dos polos completamente opuestos hará inicio de una nueva y apabullante generación de magos y brujas.


¿El hecho de que sea hija de la Gran Heroína del Mundo Mágico y de un ex Mortífago, provocará algo negativo en nuestro querido Colegio de Magia y Hechicería? Esperemos que el resto se tome bien su presencia, y le den una cálida bienvenida a la encantadora hija del exitoso empresario mágico, Draco Malfoy.
Mientras tanto, Hermione Malfoy (de soltera Granger) tendrá que seguir lidiando con malhechores, papeleos, ropa sucia, sus hijos, una gran mansión y sobre todo, a su apuesto esposo. Dime Hermione ¿necesitas ayuda?"

—¡Es una vil y asquerosa cucaracha!

—Si mal no recuerdo, alguna vez ese insulto me perteneció. —bromeó Draco cuando el diario El Profeta salió disparado a la chimenea de su hogar y prenderse fuego tan rápido como un Avada Kedavra dejaba seco a alguien. Definitivamente había sido un mal momento para hacer bromas. Sin embargo, debía admitir que nunca dejaría de encantarle esas actitudes muy Hermione en su vida.

—Realmente no la soporto. ¿Qué quiere de mi?

—Tu vida, tu casa, tus hijos, obviamente a tu esposo —insinuó moviendo sus cejas de arriba abajo provocando que ella rodara los ojos —. Debes dejar de leerla, de recibir el estúpido diario y punto. Ahora piensa en Rose, ella te necesita, yo me encargo de los muchachos.

—Merlín, ¿dónde está el Draco Malfoy que conozco? Estás verdaderamente de un muy buen humor. —Draco sonrió apenas, sincero y genuino, claramente. Era un hombre feliz y nuevo, y hacía ya bastante que poco le importaba demostrarlo. Ella había logrado que lo fuera. Aunque aún no se lo hubiera dicho, sabía que siendo Hermione su esposa, ya lo sabría.

No podía perder un solo segundo en demostrar cuanto le agradaba su vida. Sus hijos, ella. Si pudiera vivir en medio de la nada sólo con ellos, no existiría otra cosa más en el inmundo mundo que lo alegrara tanto y ser bendecido por sus compañías, sus locuras, travesuras y sobre todo de su amor.

No estaba seguro si se trataba de la edad, pero ya había descubierto esa etapa de sensibilidad que lo abrumaba, pero que a la vez lo hacía sentir completamente un hombre dichoso.

—Intento ayudarte, es todo. —Acarició el rostro de su esposa con suavidad antes de depositar un casto beso en su mejilla —Si tú estás de buen ánimo, todos lo estaremos ¿hecho?

—Hecho.

—Ahora deja de autocompadecerte y has el desayuno.

—Eres un...

—Sigo siendo un Malfoy, no lo olvides —le guiñó un ojo, pero Hermione lo golpeó en el brazo antes de salir finalmente de la habitación. —¡Eso cada vez, duele más!

Leche y Café / #Dramione



~° Descripción de la historia °~

Convivir, amar, extrañar eran parte de las sensaciones más difíciles de superar en la vida. Pero ambos estaban dispuestos a sentirlas. Juntos, aún en las dificultades puestas por el destino. [De Limón y Canela, se viene ¡Leche y Café! No es obligatorio leer la primera parte, pero si no entiendes exactamente de qué va esto, puedes pasarte por ahí. Desde ya les doy las gracias por acompañarme tanto en mi primer Dramione y espero que lo hagan en este también. ¡Que lo disfruten!]

Puedes encontrar sus 9 Capítulos en:
También se publicará aquí en el blogg.

[En Proceso]

¡Una Nueva Sección se avecina para el Blogg!

 ¡ASÍ ES! Una Nueva Sección se Avecina para el Blogg, ¿de qué se trata? Bueno, si eso es lo que quieren saber, entonces les presento la súpe...