Capitán Dawson | Capítulo 1

—Capitán —la muchacha levantó su mirada de los mapas sobre su escritorio. Los viajes que últimamente estaban haciendo eran demasiados largos y prácticamente nunca tenían tiempo de estar más de dos días en tierra firme. Sin embargo, dejó de importarle cuando el buen Jerry Reynolds, apareció hecho un lío de ansiedad bajo el umbral de la puerta de su camarote.

Sus ojos verdes no tardaron en oscurecerse por la curiosidad.

—¿Qué sucede? —preguntó inmediatamente.

—Tienes que verlo tu misma, Isabella —arrugó levemente su frente y se colocó de pie lentamente. Fuese lo que fuese que Jerry hubiera visto, realmente lo había conmocionado de alguna manera. No tardó en colocarse su sombrero sobre su cabello castaño y acomodarse la camisa dentro de su pantalón negro y ajustado. El ruido de sus botas resonó contra la madera brillante y pulida del suelo, y siguió a su Contramaestre Reynolds con serenidad. No tenía prisa, pero no quería decir que aquello no le había despertado cierta desconfianza. Jerry jamás la dejaba sin una explicación.

Al salir se encontró con el brillo cegador del Sol y luego ese aroma a mariscos del mar, la sal y entre otras cosas más desagradables. En un inicio no había podido pasar un día sin haber vomitado por esa mezcla de olores. Pero con el tiempo supo identificar, apreciar y despreciar, cada uno por separado.

Sus hombres habían dejado de hacer lo que hacían, y por el contrario de sus habituales tareas, se encontraban mirando algo que ella aún no lograba divisar. Parecían igual de conmocionados que Jerry y no lo disimulaban tan abiertamente como él.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó alzando su voz con autoridad, inmediatamente le hicieron lugar para que pasara. Al llegar al final del recorrido, en el que todos miraban, se quedó firme donde estaba. Sus pasos sin que ella lo hubiera premeditado, se habían quedado fijos en la madera a medio limpiar —¿Qué significa esto?

—Imagino que usted es el Capitán Dawson. —Una mujer de sociedad estaba en medio de la Cubierta; pero Isabella sabía que eso no era lo que a todos sorprendía, no eran su vestido, ni su peinado o las joyas que portaba, sino el navío a sus espaldas de la compañía más rica de los siete mares.

—Así es —respondió con cautela — ¿a qué debo esta visita? Si es que claro, se trata de una.

—No hablaré de negocios frente a sus... —miró a todos arrugando la nariz —hombres.

—¿Negocios? —comenzó a reír y con ella su tripulación —debería mirarse en un espejo, imagino que eso no le supondrá un problema, —se mofó, haciendo que una leve ola de risas por lo bajo volvieran a surgir— Señorita, usted jamás ha hecho un negocio en su vida. Eso se nota a leguas.

—Colton, Lady Mary Colton de Wavenley House.

—Bueno —la miró divertida —, eso no me dice nada en lo absoluto.

—Creo que puedo darle lo que necesita si me permite hablar con usted, Capitán, en privado. —Isabella odiaba ese tono condescendiente de las damas. Le recordaba a su madre y esas institutrices del demonio. De las mismas que su padre la había liberado once años atrás. Debía atribuirle un punto a favor al hombre por ello.

— Acompañeme, pero... -soltó decidida —sin compañía —añadió mirando a los dos hombres corpulentos detrás de ella. Lady Colton asintió e hizo un ademán con sus manos para tranquilizar a sus gorilas. Para ese entonces, Isabella ya había comenzado a caminar nuevamente a su camarote. Deseosa de saber que quería esa tal Lady Mary Colton de Wavenley House, dueña de aquel navío reluciente.

Empujó la puerta de caoba y la dejó abierta para la muchacha que estaba segura ya estaba tras ella. Dejó su sombrero en el perchero cerca de su escritorio y se dejó caer en la silla detrás del mismo. Su cabeza estaba funcionando demasiado rápido y ya podía sentir el estrés que le estaba provocando.

—¿No es incómodo para una mujer estar rodeada de hombres sin educación?

—Créame que esos "hombres sin educación" como usted bien le llama mi Lady, son quienes darían su vida por mí. Su lealtad, como su integridad me pertenecen y eso hace que mi estadía en Dulce Maravilla sea cómodo para mí. Además respetaron siempre al temerario de Kevin Dawson, en un pasado. Jamás se atreverían hacerle daño a su pequeña hija —le hizo una seña con su mano para que se sentara —. Ahora, vayamos a lo más importante. ¿Qué es lo que quiere? —Lady Colton se acomodó mejor en la silla y suspiró. Toda aquella travesía había sido de locos, sobre todo para ella, una mujer de tardes de té y recorrer jardines en compañía de sus doncellas por las mañanas. Encontrar al Capitán Dawson no había sido fácil. Y es que no tocaban Puerto si no era necesario. El Dulce Maravilla como su dueña eran completamente escurridizos.

—Mi hermano, desapareció hace dos años en una tormenta en el Caribe. He contratado a los más grandes investigadores para encontrarlo, pero no ha surtido efecto.

—Entonces no lo eran. —murmuró para sí misma —¿quién es su hermano? suponiendo que esté vivo.

—Lord Ian Colton, un conde y capitán de las flotas de la compañía de mi padre. No toman mucho en cuenta mi existencia y puede que esté la posibilidad de perder todo si el heredero no aparece. Y puedo dar fe que mi hermano está vivo en alguna parte de los dos océanos.

—Sea lo que sea que me esté pidiendo ¿qué le hace creer que aceptaré?

—He escuchado muchas historias de sus valerosas proezas, Capitán. Una niña de diez años en plan de líder recorriendo los siete mares, enfrentando tormentas y salvajes, luego de la muerte de su padre. Encontrar a Ian tal vez sólo sea como contar con los dedos para usted.

—El Caribe es una zona de piratas, —murmuró con obvia intención de que aquello la doblegara. Pero lo único que encontró fue determinación en su mirada azulina- yo no lo soy. Aunque se deje llevar por el aspecto de cada uno de nosotros, somos decentes y puede que su hermano esté en manos de esos despreciables ladrones. No ensuciaré mis manos ni la de mi tripulación por un jodido hombre de sociedad. A menos que ya haya tenido un plan de respaldo.

—Tres cofres de oro y rubíes. —soltó sin más — Y una propiedad en los bosques de Londres. No puedo darle más, es todo lo que puedo ofrecer.

—Hum —Isabella se reincorporó en su silla y miró de reojo los mapas. Era mucho dinero, más de lo que podían ganar con un simple viaje mercante, pero era arriesgado. Demasiado. —necesito algo más a parte del dinero.

—Le dije que no puedo darle más.

—No será algo imposible de conseguir—se irguió con seriedad y la miró desde su altura. —Es un papel, un vale. Usted sabe —hizo un movimiento con su mano acentuando la obviedad —. Donde permita que todo lo que debamos cometer durante la búsqueda de su hermano, sea impune y a su vez no afecte el renombre del Dulce Maravilla. Hay una reputación de por medio ¿me explico?

—Entiendo, —lo pensó la dama, terminando por asentir. Todo fuera por recuperar a su querido hermano —estoy segura de que podré con ello.

—Bien, entonces es todo —ambas se colocaron de pie y estrecharon sus manos—. Buscaremos al Capitán Ian Colton, ¿lo prefiere vivo o muerto?

—Ya sabe cuál es mi preferencia, Capitán.

## ## ##

Observó como el navío de Colton Company se marchaba. Lentamente  empujado por los vientos marítimos, cerca de la elegante gran Bretaña. Jerry se paró junto a ella y miró hacia la misma dirección con el ceño fruncido. Su silencio decía mucho más que las palabras, sin embargo, no tardó en escuchar su voz grave y rasposa.

—¿Qué le dijiste?

—Hay una reputación que debo recuperar —éste no tardó en soltar una carcajada limpia que obligó a Isabella fruncir sus labios en signo de molestia.

—¿Reputación? Tu padre era un pirata y te puedo asegurar que eso no le importaba.

—¡No lo fue siempre!

—Pero terminó por serlo y fue hasta la muerte. Tú sólo fuiste un raro milagro para el Dulce Maravilla. Los piratas jamás conservan a sus vástagos.

—Vete al diablo Reynolds —éste giró sobre sus talones y la miró por última vez de reojo con una media sonrisa.

—¿Cuáles son sus órdenes, Capitán?

—Fijen curso a Las Torres. Empezaremos por ahí —dijo sin quitar sus ojos del horizonte. Jerry asintió y se largó a dar órdenes a diestra y siniestra, pues sus gritos no tardaron en escucharse.


Capitán Dawson

Isabella Dawson tuvo el infortunio de convertirse en Capitán del "Dulce Maravilla" a sus cortos diez años, ahora once años después, luego de haber tolerado las burlas de su propia tripulación y haber aprendido a como llevar viento en popa el barco amado de su difunto padre, va en busca del misterioso Capitán Ian Colton.

Un rescate más que arriesgado, piratas, salvajes, tres cofres de oro y rubíes, y un extraño y muy raro amor en Alta Mar.

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