-¿Quiénes
vendrán, mamá?-había preguntado Ginny mientras ayudaba a su madre a poner la
mesa. Molly suspiró mientras sonreía levemente y lavaba las verduras.
-Bueno,
los de siempre. ¿Recuerdas a tu tíos Carl y Daniel?-ésta negó con la cabeza a
penas recordaba cómo eran sus tíos, la primera vez que esa reunión se llevó a
cabo era tan pequeña como Ron, aunque éste último recordaba todo con lujo de
detalles-ya los vas a conocer; también viene tu abuela, tu tía Margaret-Ron
desde el otro lado de la cocina se mofaba de cada nombre que su madre decía,
cada uno era peor que otro, algunos eran idealistas de la sangre, otros sólo
les interesaba los negocios, su abuela los modales, sus tíos gemelos molestar
como sus hermanos. Y así una larga y extensa lista de hermanos y hermanas de su
padre y otros de su madre llegaban a la Madriguera cada diez años.-oh, se me
estaba olvidando que también se nos une Robert Weasley. Hace mucho tiempo que
no lo vemos.- La joven miró a su madre de reojo, había podido percibir cierta
incomodidad de su madre al pronunciar el nombre de dicho Weasley, sin ver ella,
una razón aparente. En cuanto al pelirrojo se tensó en un instante al escuchar
ese nombre; si no fuese por milagro de
Merlín y Dumblendore juntos, se hubiese atragantado con el pastelillo que se
había metido en la boca.
-¿Estás
bien?-éste se giró con los ojos bien abiertos hacia Harry que lo miraba
divertido. Mientras que él, con todas sus fuerzas, trataba de tragar. Asintió
repetidas veces hasta ser capaz de engullir el endemoniado pastelillo.
-Mátame
Harry, mátame.-el pelinegro se sentó con suavidad junto a él.
-Tú
sólo casi te matas, no necesitas de mi ayuda para eso-rio, pero dejó de hacerlo
al ver la angustia de su amigo, aquella misma que llevaba desde que había
recibido la imperiosa carta de su madre, avisándole y obligándole ir a la
reunión familiar dos semanas atrás.- ¿por qué, por qué odias esto? Daría lo que
sea por tener una familia así.
-Sé
que sonaré como un “insensible- estúpido”, como siempre dice Hermione que soy.
Pero es mejor no tener cosas como éstas; tener una familia numerosa, Harry, no te
hace feliz. Es más, amarga tu existencia hasta el punto en que te sientes como
una asquerosa cucaracha.-Fred y George en silencio se habían acercado al
escuchar a su “Ronnie”. Ellos a ciencia cierta sabían el porqué de la
resistencia de Ron a esas reuniones. El más afectado siempre era el muchacho-es
por eso que lo odio… -se puso de pie y dejó a su mejor amigo solo en el sofá
pasando por al lado de sus hermanos mayores, sin siquiera darles una mirada.
Ambos
pelirrojos se acercaron al pelinegro, apenados. Ninguno de los tres sabían cómo
empezar y no fueron necesarias las palabras, cuando el grito de la matriarca
Weasley, los llamó a la mesa. De apoco empezaron a llegar a la misma Hermione,
Draco, Percy y su esposa, Bill y Fleur, Charlie, Harry y Ginny, los
problemáticos Gemelos y Arthur, sin embargo, Ron no apareció. Molly comenzó a
refunfuñar ante la pronta desaparición de su hijo, sin excusas de por medio.
Arthur miró a sus hijos con una sugerente mirada. Sabiendo que alguno de ellos
sabría algo. Pero ninguno mencionó nada.
-
Sus
ojos azules miraban la luna llena. La mañana, la tarde se habían esfumado entre
sus cavilaciones y sus divagaciones que lo atormentaban. Se había escabullido
de todos, incluso de sus mismos amigos. Necesitaba, precisaba, estar solo.
Cualquiera podría simplemente tratarlo de un exagerado, un completo
desquiciado. Pero no podía más que sentirse así, miserable, como un sapo de
otro pozo.
Robert
Weasley…
Ese
maldito nombre resonaba en su cabeza una y otra vez, sin cesar, robándole la
poca paz que había conseguido en esas, casi, doce horas de martirio. La sombra
de su pequeño pasado. El gran secreto que sólo pocos sabían. Robert Weasley, un
nombre que pensó que no volvería a pronunciar en su vida. Sin embargo, se había
equivocado, había confiado más de la cuenta en el simple “nunca”.
-mierda, mierda
y mil veces ¡mierda!-el pelirrojo miró hacia donde provenían las injurias. No
muy lejos de donde estaba pudo divisar la silueta de cierto rubio que le caía
peor que mal, pero eso no parecía surtir efecto en ese instante. Apenas había
luz en ese rincón de su hogar, pero su inconfundible persona podía ser
identificada a leguas. Parecía angustiado, furioso consigo mismo ¿Cómo lo podía
notar? Él se sentía así, él podía comprender aquello.
-Créeme, eso no
funciona-mencionó bajo la potente luz de la luna. Malfoy pareció soltar un
gemido del susto. Su mano instintivamente se había dirigido a su bolsillo donde
“supuestamente” debía estar su maldita varita. Pero recordó, tristemente, que
no la tenía. ¡Por las mierdas de Merlín! Siguió despotricando mentalmente.
-¡estúpida
comadreja!, pude haberte matado de haber tenido mi varita-Ron rio con gracia,
omitiendo el insulto del mismo. Su risa había sido tan seca y muy mal
disimulada que no lo notó.
-ya lo
creo-respondió, tomando por sorpresa a Draco ante el desinterés que había
utilizado en esa simple frase. El rubio estaba seguro, que de haber estado
lúcido, lo habría agarrado a golpes. De esa manera tan muggle que solía usar.-
¿y…qué produjo tu enojo? ¿Es que has descubierto que en verdad eres un hurón
albino, feo y peludo?
-muy
gracioso-susurró, como el siseo de una serpiente. Serpiente que interiormente
era. Se acercó al pelirrojo que apenas se distinguía su rostro y ese tan común
cabello rojo- miró hacia todas las direcciones, no querría ser descubierto en
una posible tregua que, de por sí no había sido decidido por ninguno de los
dos-. Se sentó a su lado, no sabía por qué lo hacía. Tal vez todo eso lo estaba
volviendo loco. Todos ellos lo estaban y era contagioso. No quería admitir que
sólo había cambiado. Un Malfoy no cambiaba, era y siempre era, pero nunca,
jamás se hablaba de cambiar-¿Alguna vez, has hecho algo de lo que te puedes
arrepentir, pero que realmente no importa?-Ron soltó un pequeño suspiro y se
removió nervioso sobre su asiento. No tenía planeado hablar con su archi
enemigo. Era una pesadilla. Aunque sabía que todo había cambiado, que todo
debía cambiar, pero era difícil no verlo como tal.
-por
donde empiezo-respondió apesadumbrado-¿y tú? No pareces ser alguien como yo. No
creo que seas tan estúpido como para hacerlo.
-no
me conoces Weasley, he hecho estupideces ¿no lo recuerdas?-preguntó subiendo la
manga de su camisa hasta su antebrazo-me convertí en un maldito mortífago y…
-¿y?-Malfoy
tragó con dificultad. No estaba seguro de soltar eso que tanto pesaba en su
interior a quién le daría una muerte lenta y dolorosa.
-y,
besé a Granger.-cerró los ojos con fuerza, tanto como sus dientes dentro de su
boca.
-¿y
eso es malo, por qué…?-abrió los ojos tan rápido que sintió que se le salían.
Esperaba cualquier cosa menos eso. El mundo debía estar por acabar, no sólo por
esa estúpida pregunta sino por estar hablando nada menos con un traidor a la
sangre, amigos de Muggles y de Potty, que además no había asistido en las que
serían sus horas favoritas-almuerzo y cena-.
-en
verdad estás mal-opinó mirándolo de reojo-¡Es tu estúpida mejor amiga! Y
preguntas ¿por qué es malo? Realmente iré con cara-rajada para que me golpee o
cualquier otro Weasley.
-tienes
razón debería golpearte-concedió-pero no serviría de nada, en el corazón no se
manda-susurró con la mirada perdida- y antes de tan sólo ponerte un dedo en ti,
ella me golpearía dos veces más duro-añadió con tranquilidad que el rubio le
sacaría a escobazos si eso era posible y legal.
-No
lo entiendes Weasley, lo del el profeta sólo fue un aviso.
-claro
que lo entiendo, yo también temo por ella. Tu pescuezo tiene precio. Es un
hecho, no podemos ignorarlo tan fácilmente. Pero Hermione es hija de Muggles,
una brillante bruja, pero una hija de Muggles al fin y al cabo, eso sólo te
lleva a pensar que quien más está expuesta al peligro es ella y no uno
mismo-sus ojos azules se clavaron en los grises del muchacho.-sabes que todo
esto es verdad-añadió con seriedad-pero no puedes echarlo a la basura en el
primer intento. Eso sería ser un completísimo cobarde.
-una
de dos, esto es un mundo paralelo o hemos perdido la cordura.
~*~
-¡No
corran niños o se lastimarán!-grita una mujer de cabellos rojizos mirando a sus
dos pequeños hijos revolotear por la cocina, dos hijos de siete. Era admirable
ver como aquella madre podía recordar con naturalidad todos sus nombres.
Excepto claro, de aquellos traviesos gemelos que se cambiaban el nombre con
habitualidad. Los dos pequeños pelirrojos juegan a quién es el mago más veloz.
Claramente el pequeño Ron tiene la certeza de que él lo es. Sin embargo, se
asombra de la rapidez de las diminutas piernitas de su hermana menor.
Aunque
eso no le importó. Amaba a su hermana con todo su ser, no se lo diría jamás,
claro. Era una regla básica de los hermanos mayores. Pero nunca dejaría que le
hiciesen daño. Estaba seguro de ello. Ambos comienzan a subir las escaleras.
Ginny lo hace torpemente pero la sonrisa no escapa de sus pequeños labios. Ron
no mira hacia atrás él está enfrascado en el arduo labor de tratar de subir los
escalones, apenas se llevan unos años de diferencia, pero no por eso es tan
ágil. Corre entre los estrechos pasillos hasta que queda accidentalmente frente
la puerta del pequeñísimo despacho de su padre, donde guarda artilugios
divertidos y coloridos que pocas veces le deja mirar. La puerta está
entreabierta, escucha voces y luego gritos. Se sobresalta al sentir las manos
de su hermanita agarrar su brazo. Él le hace un gesto con su dedito para que
guarde silencio.
-¡Inaudito
Robert! No puedes abandonarlo así. ¡No puedes! Sólo es un pequeño, ¡sólo un
pequeño!
-¡Esa
es mi decisión, Arthur! Puedes quedártelo si quieres-había susurrado como si
hablara de cualquier pieza de puzzle. –si es que no quieres que lo deje en un
orfanatorio.
-eres
como todos ellos, frívolos y sin sentimientos.-decía indignado Arthur Weasley-
Pero pierde cuidado. Ron no será así, no como tú-Ginny tiraba de su mano
insistente, ya lo había hecho pero la había ignorado. Pero la pequeña quería ir
al baño y no alcanzaba siquiera el picaporte y necesitaba de su “hermano”.
-¿Qué?-preguntó
malhumorado.
-Necesito
ir al baño Ron-decía muy bajito dando pequeño saltitos. Él volvió su mirada
azulina hacia la puerta y luego hacía su hermana y resignado la tomó de la
mano. Guiándola hacia el baño desaparecieron de ahí justo cuando la puerta era
abierta por completo y salía de aquel poco espacioso despacho, un muchacho de
no más de veinte y tantos años. Su cabello corto y rojizo contrastaba con su
piel clara y esos salvajes y obscuros ojos azules. Sus gestos eran duros y
fríos al igual que sus facciones. Era un Weasley y a la vez no.
Los
pequeños ojitos de Ron lo miraban con temor y decepción. Aun sin comprender
todo lo que había escuchado sabía que, un parte de él, exigía no saber nunca
más de aquel Robert Weasley. Jamás, en lo que le quedaba de vida, aún si esta
era corta.
-¿Ron?
¡Ronald!-Ginny movía con preocupación a su hermano. Se encontraba en la cama
hecha como la había dejado su madre el día anterior. Estaba vestido de pies a
cabeza, evidencia de haberse quedado tal y como había llegado en la mañana del
día de ayer.
-¿Qué?
¿No estás demasiado grande para que te acompañe al baño?-murmuró entre sueños
dando un largo bostezo. Alejándola a manotazos.
-ya
déjate de juegos. Llegarán los invitados y no estás presentable.
-¿quién
demonios quiere estarlo?-preguntó babeando aún la almohada.
-¡Ronald
Weasley, no me des motivo para patearte el trasero!-lo tomó de los pies y lo
lanzó contra el piso sin siquiera esperar otra de sus conocidas protestas.
Draco, quien iba pasando por el pequeño y angosto pasillo detrás de Hermione,
algo que se había convertido en algo habitual, quedó más pálido de lo que
estaba al ver tan brutal imagen. No dudó ni dos segundos en salir de allí
despavorido. Descansa en paz Potty pensó
el blondo con un frío sudor recorrerle la espalda. La pequeña comadreja había
resultado ser más aterradora que un Dementor.
-rayos
Ginny déjame en paz-murmuró desde el suelo con serenidad. Ginny iba a golpearlo
pero no logró hacerlo, algo hizo que la pelirroja se llevara las manos al pecho,
sin poder saber porque verlo así le hacía daño; era más allá que sentir
preocupación, era pena y un hermano no podía sentir pena de su par. Era
inaudito.
-Ron,
maldición. Deja de estar así, nos haces daño-susurró sentándose a su lado-por
favor, sé que muchos saben que sucede pero yo no, tus amigos mucho menos. ¿Qué
es lo que sucede?-los ojos azules de Ron la miraron con melancolía, mientras
hacía el gran esfuerzo de reincorporarse.
-no
tienes porqué saberlo hermanita-colocó su mano sobre el hombro de ella y le
sonrió sin muchos ánimos pero con sinceridad-es mejor así, es más sano así.-un
carraspeo los sacó de su letargo, provocando que automáticamente miraran hacia
la puerta. Molly se encontraba allí con sus ojos que desprendían ese cálido
cariño maternal, que en los momento más difíciles había sido suficiente para
seguir luchando, pero que para él en ese mismo instante le hacía pensar que no
era merecedor de tales sentimientos. Ginny se puso de pie con suavidad seguida
de su hermano.-mamá, buenos días.
-Déjanos
solos cariño-Ginny miró al pelirrojo que mantenía su mirada sobre su madre.
Asintió antes de retirarse.-hijo…
-tu
sabes que no lo soy-comentó éste interrumpiendo a la mujer de temperamento
formidable.
-Eres
y siempre serás mi hijo. Yo te crie como si hubieses salido de mí y eso nadie
podrá negármelo, mi amor-la mujer lo tomó de la manos con delicadeza para darle
un suave beso-eres un Weasley, un Gryffindor, un gran amigo, un gran hijo,
hermano y un respetable Auror. Estamos orgullosos de lo que te has convertido y
eso tiene que ser suficiente para demostrarle al mundo que lo lograste cuando
nadie, tal vez, tenía fe en ti. Ve a esa sala con la frente en alto y
demuéstrales a todos que eres más de lo que tú piensas. No estás solo y jamás
lo estarás. No debes pagar los errores de los demás, no es tu deber.
-gracias,
pero tanto tú madre como yo sabemos
que eso nunca será suficiente. Soy hijo de una maldita serpiente, quién me
abandonó cuando más lo necesité. Y eso nunca, aunque ya perdonado esté, lo
superaré.-la pasó por al lado con angustia estampada en su joven rostro-lo
lamento-añadió antes de perderse entre las sombras.
-yo
lo siento aún más- Molly clavó su mirada en la ventana. El mundo solía ser
realmente cruel cuando se lo proponía y nadie podía siquiera encontrar algo de
paz para volver a comenzar, no cuando era preciso. Tomó el suficiente valor y
decidió volver con los invitados. No era tan descabellado como recordar que
existía un Weasley Slytherin. Estaba segura de ello.
~*~
-¡Expelliarmus!-una
muchacha de cabellos rubios corrió por la sala de su casa hasta quedar
específicamente detrás de la pared que la separaba de la misma. Su mano se
aferraba a la varita como si la vida dependiera de ella.
-¿dónde
te metiste perra?-canturreó su atacante pasando con habilidad su varita por sus
manos-hoy estoy de buen humor, así que… ¡Aparece maldita!-exclamó buscándola
entre los muebles.-no me importa que seas una Nott, la verdad es que me da la misma
mierda, tu sabes…
-¡Avada
Kedavra!-susurró una voz perfectamente detrás de él, con una gélida mirada azul-lo
sé, la verdad es que a mí también me da la misma mierda que sepas siquiera
atreverte a decir mi apellido con tu asquerosa boca-masculló el hombre bajando
su mano. El cabello negro apenas se había movido con tan simple gesto.
-Creo
que ya es hora de dar aviso a Harry de esto-opinó la chica saliendo de su
escondite, alerta aún de sus alrededores.
-¿estás
bien?-preguntó acerándose a ella dándole un necesitado y desesperado
abrazo-creí que no llegaría a tiempo.
-sé
defenderme, querido-susurró dulcemente enterrando su rostro en el pecho de su
esposo-estamos bien-añadió con una sonrisa tocándose el vientre.
-salgamos
de aquí. Estoy seguro de que éste no será el único ataque.