El mundo de Harry Potter no me pertenece, ni sus hechizos, ni sus personajes, NADA, sólo a su creadora J.K Rowling; excepto lo que no conozcas.
¿Un Weasley, Slytherin?
Era
una tradición en su familia que cada diez años se reunieran todos los Weasley.
Para sus amigos era divertido, para él simplemente era un martirio y eso que
solo había tenido la oportunidad de estar una sola vez en una de esas. Su
abuela siempre se encargaba de avergonzarlo, cuando pensó que la única que lo
hacía era su madre. Ella era más considerada que la anciana pelirroja. Ni
hablar de sus tíos, esos gemelos tan parecidos a sus hermanos Fred y George,
que tenían un solo objetivo, él, el indefenso Ron Weasley.
Ese
día en el ministerio había sido nefasto, aun peor cuando se enteró que Hermione
debía ser la guardiana del estúpido y engreído Draco Malfoy “por un tiempo”, en
cuanto su vida dejara de ser turbia; como si eso llegara a pasar algún día.
Habría preferido ser él su niñera, que arriesgar la vida de su mejor amiga.
Pero órdenes eran órdenes y su amiga tenía la tendencia de nunca desistir de
ellas.
Se
dejó caer en el sofá, levantando una ligera polvareda a su alrededor. Ginny lo
quedó mirando de forma furiosa, odiaba cuando su hermano se desparramaba en su
mueble como un costal de papas.
-Ten
más cuidado bruto-masculló pegándole con el almohadón repetidamente, pero lo
dejó de hacer al ver que éste ni siquiera se defendía-¿qué te sucede ahora?
-No
quiero ir a esa reunión-respondió automáticamente. La pelirroja chasqueó
la lengua y dejó a un lado el almohadón. Ron siempre solía ser melodramático
cuando se lo proponía.
-Oh
vamos ¿aún le tienes miedo a la abuela?-el pelirrojo desvió la mirada hacia
ella, su pequeña hermana cada día se parecía más a su madre cuando ponía sus
manos en su cintura y esa cara amenazante. Harry era desafortunado en ese
aspecto.
-A
ti te ama, a mi me odia. No soy suficiente admirable para ella-murmuró con
tristeza clavando sus ojos azules en la nada-siempre dice que hubiese preferido
que yo hubiese sido niña-la pelirroja comenzó a reírse mientras se dejaba caer
a su lado. Harry entró por la puerta junto con Hermione y el indeseable de Malfoy
con una cara de pocos amigos, como los otros dos al frente.- ¿qué hace
aquí?-preguntó con fastidio poniéndose de pie.
-Créeme,
esto me desagrada tanto como a ti comadreja.-ambos iban a enfrascarse en sus
típicas discusiones pero Hermione no dejó que eso sucediera.
-¡Ya
basta!, he estado aguantando las quejas de Harry y Malfoy todo el camino, no
empieces tú también, Ron-el Weasley volvió a sentarse y la castaña se dejó caer
como Ron al lado de Ginny. La cual no hizo mención alguna, su amiga a veces solía
ser peor que ella cuando se enojaba.
-Que
modales-susurró el rubio apoyado en la pared de la sala principal del número 12
del Grimmauld Place. Harry, hasta ese momento en silencio, se acercó con una
sonrisa hasta su novia dándole un suave y casto beso-vamos Potty, pudiste
haberlo hecho mejor-comentó con burla, éste sólo bufó y se encaminó a la
cocina, estaba realmente exhausto como para seguir peleando con alguien tan
necio. La pelirroja se puso de pie mirándolo con el ceño fruncido y siguió a su
prometido.- ¿Qué?-preguntó al ver los ojos chocolate de su guardiana sobre él.
-Por
eso te dije que no era buena idea-murmuró Ron bajito, a su amiga.
-Ni
que lo digas, pero ya no hay vuelta atrás ¿ya tienes el traslador?
-Por
desgracia, sí, y tampoco hay vuelta atrás.-respondió mostrando un pequeño
zapato de bebé rosa.
-Lindo-se
burló la chica poniéndose de pie.-muévete Malfoy, te mostraré donde te
quedarás-éste soltó un simple resoplido y pasó por enfrente del pelirrojo. Sus
intenciones no eran esas, pero no pudo no evitar molestar al “Weasel” cuando
le dio una mirada de reojo al trasero de Hermione.
-¡Maldito
Malfoy!-exclamó en un lento reaccionar, pero ya se habían perdido por el
pasillo que daba a las escaleras. Las cabezas de los futuros señores Potter,
aparecieron por el umbral de la puerta con unas extrañadas
miradas-desvergonzado, infeliz-refunfuñaba tapándose la cara con sus manos. Sin
duda esas vacaciones iban hacer muy, muy largas. Y eso que recién comenzaban.
-
La
mañana había llegado más pronto de lo que hubiese querido. Las voces comenzaron
a escucharse y los incontables golpes de su hermana y los gritos de Hermione,
para que se levantara. Nadie tenía la certeza de que estaba consciente de que
en verdad debía hacerlo, para su pesar y su mala fortuna.
Luego
de dictaminarse en levantarse, tardó menos de diez minutos en asearse y estar
amenamente presentable para la tortura, aunque esperaba que no fuese suficiente
para volver a penas tuviese oportunidad. Cuando bajó las escaleras se encontró
a Malfoy sentado en el sofá con “El Profeta” en las manos. Lo bajó cuando se
sintió observado de manera poco atractiva. Y se encontró con sus ojos,
amenazantes y llenos de desasosiego. El pelirrojo acentuó más su ceño, hasta el
punto de quedarse bizco; el maldito la estaba pasando bien mientras que él
prefería ser devorado por un trol o la mismísima Umbridge-cara de sapo.
-¿Qué,
pisas para el otro lado?-Ron apretó los dientes haciéndoles rechinar y se sentó
de mal humor en el sillón del frente.
-Claro
que no, imbécil-dejó reposar la cabeza hacia atrás, tenía una gran jaqueca y no
se le iría hasta que terminaran las vacaciones, de eso estaba seguro. Se rascó
la barbilla con lentitud. Odiaba su vida, en esos casos era cuando más le pedía
a Merlín que lo matase.
-Te
ves fatal, ni siquiera te rasuraste-Hermione apareció en su campo de visión y
sonrió cuando le tendió una taza de café con canela-tu abuela te admirará menos
si tienes la apariencia de un vago.
-Eso
me hace sentir peor-la chica le sonrió levemente, se escuchó el bufido del
sangre pura detrás de ellos. Ambos Gryffindor's se giraron a verlo, el chico
estaba atrás del diario y lo bajó para mostrar una cara de real
desconcierto-¿qué sucede?
-Encontraron
a tres Muggles muertos-la piel de la castaña se erizó por completo- dicen
que primero fueron torturados y muertos por el sufrimiento. Tiene la teoría de
que es un mortífago. Vaya suerte para los Muggles.
-¡Pero
todos están en Askaban! y algunos están en el ministerio.-opinó con nerviosismo
la muchacha que se había sentado en el apoyabrazos del sillón donde estaba Ron.
-Sí,
pero eran miles, los cercanos y conocidos fueron rastreados y eliminados, otros
siguen en vigilancia. De cualquier forma quien esté haciendo esto debe ser
alguien que trabaja por mero placer, ustedes saben eso por los
interrogatorios-dijo Ron irguiéndose. Suspiró y miró a los otros dos que
estaban figurativamente con la boca abierta-¿qué?
-Nunca
pensé que iba a escuchar a una comadreja hablar de manera inteligente.
-Nunca
es tarde para ser la primera vez-murmuró quejándose mientras se ponía de pie.
Estaba destruido literalmente, de pronto al ver el reloj en la pared lo había
desanimado totalmente. Se fue de la sala para tomar su café en la cocina,
necesitaba pensar a solas.
-ya
deja de preocuparte Granger, estarás rodeada de Weasley y el idiota de San
Potter-la castaña hizo una mueca sentándose con lentitud en el sofá. Draco la
siguió observando algo cabreado-¿no me has escuchado?
-sí…-respondió
totalmente fuera del Mundo Mágico. Malfoy rodó los ojos y volvió al artículo de
los Muggles. A pesar de que no se deleitaba de ello-ya que había cambiado
mínimamente su forma de pensar- se le tornaba preocupante. Los Aurores no
habían hecho bien su trabajo y eso era un punto en contra para los nacidos
muggle y para aquellos como él, que habían confesado más de la cuenta. Se
suponía que nada de eso sucedería, bien equivocados estaban todos y ahora
Hermione y él, estaban en peligro.
Para
las nueve de la mañana se encontraban todos reunidos alrededor del pequeño
zapato de bebé rosa en las manos de Ron, que tenía un gesto como esas personas
que se dirigían a un funeral. Harry y Ginny estaba uno a cada lado del
pelirrojo, mientras que Hermione y Draco codo a codo.
-bien,
ya faltan unos segundos-comunicó el pelirrojo suspirando. La castaña rodó los
ojos y Ginny solo rio suavemente.
-tranquilo
hermanito, esto terminará más pronto de lo que crees.
-ya
quisieras-murmuró mirando su reloj pulsera-bien, ya es hora-cada uno colocó un
dedo encima del pequeño zapato-tres…dos…uno-el quinteto sintió aquel familiar y
desagradable tirón en su estómago y un pequeño torbellino los envolvió. En
cuestión de unos cuantos segundos estaban frente a la Madriguera. La Señora
Weasley los esperaba con una amplia sonrisa. Nada en ella cambiaba con los
años, excepto aquellas rebeldes canas en su pelirrojo cabello.
Los
abrazó a cada uno con esa efusividad y severidad, en algunos aspectos, que
siempre tenía. Esos días eran lo que más la llenaban de alegría y Ron prefirió
omitir su desolación con una fingida y dura sonrisa. Malfoy se había sentido
incomodo, pero no era la primera vez que recibía un abrazo de parte de la
rechoncha y amable mujer. La falta de costumbre a esos afectivos gestos, lo
dejaban en blanco. Hermione tocó su hombro para que se moviera, todos estaban
por entrar a la Madriguera y él era el único que faltaba.
-recuérdame
Granger porque estoy haciendo esto.-murmuró mientras comenzaban a caminar hacia
la puerta donde Harry los esperaba.
-porque
peligra tu… ¿vida?-respondió la castaña con dudas entre medio de sus palabras.
-eso
creí.-comentó con una mueca de desagrado. Esa era la primera conversación
civilizada que habían tenido. Lo cual realmente los sorprendía. Alguien se
estaba encargando de ir pintando una realidad paralela en sus vidas, en la que
en verdad, ya nada parecía tener sentido. Sin duda esas “vacaciones” no sólo
iban a ser nefastas para el pelirrojo.
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