Canuto

Capítulo 7

El Feo Tío Regulus.



Elizabeth sabía que algo había sucedido, Sirius no se detenía de su camino cuando algo en verdad no tenía importancia. Pero y aunque le envió una mirada con una pequeña advertencia sobre la larga y tendida charla que tendrían, no se opuso a sus decisiones. Regulus ya estaba allí después de todo, demacrado y hambriento. 

—No pensé que te quedarías en la Noble y Ancestral Casa de los Black—Hocicos se giró hacia él como si recién cayera en cuenta de su existencia.—no tenías motivos de volver cuando te fuiste de aquí.

—Las cosas han cambiado—¿lo habían hecho? bueno, se había casado, había tenido una hija y quizás todo había sucedido sin querer, pero tenía una familia. Era un cambio, el único bueno hasta entonces. El único cambio que lo hacía diferente a los Black ¿pero por qué había vuelto? eso jamás se lo había preguntado, bueno, Sirius Black jamás se cuestionaba sus acciones. Simplemente lo hacía.—¿por qué escapaste? debe haber un motivo por el cual el geniesillo de Regulus Black lo haya hecho.

—¿Crees en verdad que me conoces?

—Yo fui tu primera palabra, hay razones para creer que sé ciertas cosas de ti.—el muchacho rió con cierta gracia, sin llegar a ser exagerado pero sí muy convincente para dejar en claro lo irónico que aquello le parecía. Sirius odiaba su manía de ser educado, aquello él lo había dejado en la historia.

—ay, Sirius aún sigues siendo demasiado inocente. Ya no soy un niño, he matado, torturado y entre otras cosas de las que no me siento orgulloso. Pero, tienes razón, en verdad acertaste.

—Vaya, que bueno soy entonces. Te escucho.—pero en el instante en que Regulus se disponía a abrir la boca la puerta de la cocina fue abierta y un silencio incómodo se internó en el pequeño recinto.

—Lo lamento—se disculpó Elizabeth cargando a Sam en brazos—olvidé por completo que teníamos visitas, pero necesito preparar las medicinas ¿puedes cargarla un momento?—Sirius no lo dudó ni un solo instante y se acercó con rapidez hacia su mujer. Sam estaba algo decaída pero se vio infinitamente feliz de ser cargada por su curioso y guapo padre. Elizabeth se fue en cuanto pudo y sólo quedaron los tres Black en soledad.

—Mira Sam, él es tu feo tío Regulus Arcturus Black.—la pequeña quién mordía su mano delicadamente llevó su mirada hacia el joven muchacho que veía fascinado y un poco incómodo a la criatura.

—vaya, es muy bella. Gracias a Merlín no sacó tu horrible semblante.—Sirius lo miró indignado mientras la pequeña Sam soltaba una dulce risotada.

~°~

Regulus había tenido en su vida muy pocas sorpresas, buenas, claro. Y siempre habían venido de la mano de su hermano. Sirius siempre había intentado que su estadía, en el infierno que era su hogar, fuera más ameno, menos estricto y frío. Pero nunca había sido capaz de agradecerle cada mínimo detalle, cada risa, cada aventura e incluso cada castigo. Pero un día se separaron y tomaron decisiones distintas, y cada uno había ganado lo que habían cosechado. Él una horrible experiencia que casi lo lleva a la muerte y Sirius, una hermosa familia.

Kreacher acomodaba su habitación con tanto gusto que lo abrumó por un instante, pero aquello lo había hecho recordar esos días en que sólo debía preocuparse por agradar a sus padres y convencer a Sirius que él era mejor en el ajedrez mágico. Todo estaba tal cual a como lo había dejado, no había sido su intención colocarle un hechizo de permanencia, pero algo en su interior lo había incitado a hacerlo. Quizás sabía que volvería algún día.

Había despachado al elfo con amabilidad y se había, literalmente, lanzado a su mullida cama, mentiría si dijera que no había extrañado aquello. Estaba por sucumbir al cansancio cuando escuchó una pequeña risita desde la puerta, inmediatamente se giró hacia esta y vio a una muy tranquila bebé sentada en el umbral de la misma.

—¿cómo rayos llegaste aquí?—susurró estupefacto, se colocó de pie enseguida y prácticamente corrió hacia ella. Jamás en su vida había levantado una criatura tan pequeña, no era lo mismo que un gato o un perro, aquello era mucho más grave de lo que aparentaba. Pero había sido un Slytherin y servido a un montón de asesinos, no debía ser tan difícil cargar un bebé.

Con Sam en brazos buscó su habitación, no recordaba lo que le había dicho Sirius, aunque no debía estar tan lejos de ahí. Sintió unas pequeñas manitos en su cara y bajó la mirada hacia la niña, su ceño estaba fruncido, era como si por un instante lo estuviera comparando o peor analizando. 

—¡Aquí está!—Regulus miró hacia el frente y encontró a un sudado Sirius Black—Sam, maldición algún día me provocarás un infarto de verdad y no deseo morir joven.—Sam rió suavecito y estiró sus manitos para ser tomada por su padre.

—¿Cómo demonios pierdes a un bebé?

—oh, créeme, no quieres saberlo. Me sucede todo el tiempo. Pero que bueno que el feo tío Regulus estaba para encontrarte ¿no crees mi bella y comible princesa traviesa?—sí el feo tío Regulus estaba indignado, pero era algo que siempre se había imaginado de Sirius como padre, perdiendo sus propios hijos en su propia casa.



Su estúpido cabello es lila.

Vegeta jamás se había sentido confundido, furioso y avergonzado a la vez. Era un cúmulo de algo que le provocaba un punzante dolor de cabeza y sensaciones en el pecho que nunca había sentido, no claramente, sin haber recibido unos buenos golpes en una buena batalla, previamente.

¿Era aquello lo que ganaba por haberse quedado en la Tierra a restablecer algo, que ahora, no estaba seguro que valiera la pena?

Un lloriqueo escapó del pequeño bulto. El mocoso era extraño, desde sus ojos hasta su nombre y ese cabello lila, odiaba que su cabello fuera de ese color, era antinatural, sobre todo para un Saiyajin.

Frunció el ceño al volver escucharlo, era igual de escandaloso que la mujer que miraba a su primogénito como si fuese lo único allí que debía ser digno de apreciar. 

—Trunks denota ser un niño fuerte.—Vegeta levantó una de sus cejas completamente escéptico, su viejo suegro estaba chiflado y no le sorprendía que eso no haya cambiado en lo absoluto.

—Hmp, lo dudo—escupió sin un ápice de delicadeza, obviamente el Dr. Brief estaba acostumbrado a tales desplantes y sólo se limitó a palmearle el hombro como si fueran buenos amigos, no se quedó a averiguar la reacción de su único yerno y había ingresado al cuarto de su querida hija que cargaba con felicidad plena su único y hermoso nieto.

Vegeta gruñó. Quizás lo que más le molestaba no era su estúpido cabello lila, sino el hecho de que no hubiera una pizca de ki en su diminuto cuerpecito semi humano.

Había tenido un hijo débil, desde su punto de vista, y no había nada más que deseara que acabar con la vida de aquella criatura debilucha. Tal vez de esa manera, todo lo que sentía, desaparecería.

Eso lo hubiese hecho feliz, si eso hubiera sucedido tiempo atrás. Cuando era despiadado, frío y calculador. 

Un asesino...

Demonios.

No podía hacerlo inmediatamente como quería, y culpaba a Bulma por ello. Si ella no estuviera con él en ese instante, todo sería más ¿fácil? sí, apretó sus puños con fuerza. No sería ahora pero tal vez si a la noche.

Desapareció por varias horas, ocupando su mente en la Cámara de Gravedad, mientras ideaba la forma de deshacerse del niño sin que nadie se enterara. 

Podría tener más hijos, fuertes y con el color de su cabello.

Era un plan perfecto, sí que lo era.

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El sol había caído, escuchaba un par de grillos mientras cruzaba el patio de la Corporación Cápsula, bajo el silencio total interrumpido a veces por crujidos normales de las puertas o del techo. 

Todo estaba en orden, suegros y la mujer durmiendo, la servidumbre del otro lado de la mansión y el mocoso sólo en su cuarto.

Con el sigilo de un gato en cacería se acercó a la habitación de su hijo. Sus pasos apenas eran un roce con el suelo y sus movimientos una exhalación. Era un ente, un susurro de la noche.

Sin haberlo premeditado, ya se encontraba frente a la cuna. Sólo era levantar la mano y atravesar el cuerpo del niño con una descarga de ki.

Simple y sin complejidades si éste no hubiera abierto sus ojitos azules, era como si la mujer lo estuviera mirando. Tan penetrantes y caladores de almas.

—Eres débil, no me mires así, insecto.—masculló en un susurro, una luz violeta proveniente de su dedo comenzaba a iluminar la habitación. Sólo debía desearlo y todo ese martirio se terminaría. Pero el pequeño e inocente Trunks no apartaba su mirada de él.

Era como un valiente y gallardo guerrero con armadura de acero, orgulloso de recibir la muerte después de valerosas proezas. Como una amiga más, sin una pizca de miedo.

Su cabello era lila, debía ser suficiente motivación para acabarlo. Sin embargo no había podido. Esos ojos mirándolo con intensidad y más tarde culpándolo por su fechoría había sido suficientemente convincente para tirar todo por el caño.

El niño le había ganado y sólo había bastado una mirada.

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—Buenos días, Vegeta.—Bulma había pasado frente a él cargando al bebé en sus brazos, éste gruñó y volvió a lo suyo en cuanto pudo. 

Su rostro se denotaba cansado. Quizás algún pobre diablo podría opinar que era porque pasaba mucho tiempo en la Cámara de Gravedad, que su cansancio se debía a ello. Pero Vegeta estaba seguro  que ni el más duro ejercicio podía cansar tanto como tomar una decisión y estar toda la noche pensando si aquella era la correcta.

¿Dejarlo con vida o matarlo? 

Y allí estaba su repuesta, mientras comía lo que fuera que su rara suegra le había preparado, miraba como el mocoso era amamantado frente a él con su estúpido cabello lila.

Su padre, el magnífico Rey Vegeta, debía estar revolcándose en su tumba y todos sus súbditos juntos.

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Publicado también en Fanficslandia como Paulijem y en Wattpad como Paulitah07.

Espero que les haya gustado.

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