Tempestad (pequeño proyecto)


El bosque estaba sumamente silencioso bajo la majestuosa luz de la luna. Sus impotentes guardianes se mecían con la suave brisa de enero, dejando en el olvido la tempestiva quietud de aquel vacío lugar.

Los ojos café de aquella muchacha, no más de veinte años, estaban fijos  en la nada... mientras recargada en uno de los troncos más viejos del bosque, suspiraba  sin prestar atención a lo que pasaba a su alrededor. Su cabello castaño largo hasta su cintura, se movía al compás de los árboles milenarios, quienes danzaban moviendo sus ramas y hojas sin parar, con un hermoso bailar de idas y venidas. Sin embargo, ella eso tampoco lo notaba.

-te gustan los desafíos ¿verdad?-la brisa que hacía más armonioso el ambiente, pareció desaparecer al instante en cuanto la grave y seductora voz de un hombre, apareció sin previo aviso. La luna también había desaparecido detrás de una gran nube. Dejando atrás todo lo bello que pudo haber sido aquella noche

-Joseph, porque no me sorprende-su voz era suave pero no tranquila. Era de temer y él lo sabía, pero jamás se lo admitiría a ella. Eso sería lo peor para su orgullo 

-Todos alguna vez desistimos de nuestros impulsos primitivos ¿no crees, Amanda?-ésta abandonó su tarea de mirar el cielo para fijarse en él. Aquel hombre que representaba el mismísimo infierno, para ella. 

Aunque no pudo verlo por la escasa luz que había, se sabía de memoria su aspecto. Estaba segura que llevaba esa camisa negra de seda, siempre las llevaba, eran sus favoritas. En compañía de sus pantalones de vestir, su chaleco y saco del mismo color de las más fina elaboración. Su cabello rojo, tan desordenado como su vida. Su piel blanquecina, suave al tacto; no era que ella lo supiese por experiencia, pero muchas veces lo había oído de aquellas estúpidas mujeres que constantemente estaban detrás de él.

Y por último sus ojos negros, aquellos que no los apreciaba nadie exceptuando el hecho de que a ella siempre le habían encantado.

-Impulsos, ¿tienes alguno?  me sorprende que sepas que es eso, ni siquiera tienes sentimientos.

-¿Es tu mejor arma?-Preguntó con burla, pero ambos sabían que no-Necesito tu ayuda.

-Lo leí, en la carta ¿sabes? eres repetitivo con tus necesidades.

-no podía decirte quien era. Conociéndote, no habrías accedido.

-eso es porque eres malvado, Joseph-su suavidad volvió a surcar su voz ahora un poco más tranquila-¿qué es lo que necesita el hombre perfecto? ¿ya tiene demasiada perfección que no le deja oportunidad de pensar soluciones para sus problemas o es que nunca ha tenido un pequeño atisbo de poder pensar?-ser mordaz era su mejor ataque en conjunto con su severo sarcasmo. 

- soy mucho más inteligente que tu y lo sabes, pero esto es mas complicado que hacerte la vida imposible, Amanda-ya a ese paso él apareció frente a ella como una rápida exhalación-Gustav volvió y esta vez por más-el rostro de la chica quedó totalmente pálido y sin poder evitarlo estrujó su vestido de verano de un color blanco de tiritas.

-Creí...

-No murió, pudo sobrevivir-le dio la espalda haciendo ondear una capa roja hasta sus tobillos- mi tío después de todo era un Valduans y no un maldito bastardo como todos creían...él no viene simplemente a matar a los impuros sino también a nosotros es por eso que debemos estar juntos.

-¿qué? 



                                                              OTRA DE MIS HISTORIAS

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