Reggie |Capítulo| - |2|

—¡Tío Reg, tío Reg, mira! —el pequeño Charlus Black se encontraba sobre la escoba de su hermana, para tener unos escasos cinco años era talentoso para las pocas cosas que sabía hacer. Aunque con respecto al Quidditch, la mayoría parecía entender como usar aquel don prácticamente sin problemas.

—Increíble, Charlus —siguió ojeando el libro de sus manos, lamentablemente a eso de había reducido parte de su vida, consumir libros, cuidar de sus sobrinos y tomar siestas cada vez que podía. Apreciaba el esfuerzo de Sirius por sacarlo de la casa, pero cada vez que ponía un pie en el mundo en sí, nada, nada salía realmente bien.

Momentos así creía que tal vez no merecía aquello, no lograba encontrarle sentido a la vida como todos lo que lo rodeaban. Quizás nunca había sido su destino estar presente en ese futuro.

—¿¡Alguien me extrañó!?

Charlus, incluso Samanta, no tardaron en reconocer aquella apabullante voz. El más pequeño de los Black no tardó en bajar de su escoba y se precipitó con ansiedad junto con su hermana mayor hacia Nicholas; él, sinceramente, no había tenido más opción. El alma de la fiesta, según se había proclamado el hijo del medio del mismísimo Canuto, había regresado Durmstrang. A pesar de no ser el mayor, su altura demostraba lo contrario.

—¿Qué le dan de comer en Durmstrang? —Sirius estaba indignado.

—Hola Tío Reg —si le pagaran por cada vez que decían su nombre esos mocosos. Definitivamente no estaría allí —, está haciendo esas caras rara de nuevo.

—Creo que mentalmente nos debe llamar mocosos —opinó Sam asintiendo.

—¡A mi me gustan los mocos! —dijo el más pequeño de ellos.

—A ti te gusta todo lo que sea pegajoso, Charlus —acotó Nicholas rodando los ojos. Mientras los pequeños Black estaban en su discusión, Regulus se encontraba en un pequeño trance. Sirius y Elizabeth se miraron entre sí.

—¿Se lo decimos?

—Bueno, estamos todos ¿no? A los niños les encantará, ahora, conociendo a mi hermano... —Sirius sí que lo conocía. Vamos él prácticamente le había enseñado todo lo que sabía, que la bruja de su madre se hubiera encargado de borrar aquello, era una cosa muy distinta, pero sabía cómo funcionaba. Y saldría huyendo, lo presentía.

—Tonterías, míralos, se llevan tan bien. —Sam estaba colgada en la espalda de Regulus, Charlus de una de sus piernas y Nicholas al parecer intentaba empujarlos. No, definitivamente no era llevarse bien, era una tortura y agradecía a los calzones brillosos de Merlín no estar en ese lugar, porque ¿qué sería de su bello peinado o de su caro traje que vestía? Aunque, por otra parte, aquello le era injusto, él era su guapo padre y divertido.

—Ya que, tarde o temprano lo iban a saber.

—¡Estoy embarazada!

* * *


—Te felicito. —Sirius sonrió. Esperaba que en cualquier momento apareciera Regulus dispuesto a conversar. Luego de los gritos de felicidad de sus hijos no habían tenido la oportunidad de hacerlo. Aún menos ante la visita inesperada de Tonks.

—Gracias.

— Eres una maldita máquina de hacer niños. ¿Qué pretendes, poblar aún más la comunidad mágica? —el mayor le tendió un vaso de whiskey de fuego y soltó una risotada.

—Mi propio equipo de Quidditch, obvio. ¿Por qué nadie ve mis intenciones?

—¿Qué se siente? —preguntó repentinamente —Me refiero a tener una familia numerosa y buenos amigos.

—Regulus...

—Sólo responde ¿quieres? Quiero saber.

—No lo sé, Reggie. Estas son las cosas de la vida que no pueden explicarse con simpleza ¿entiendes? A veces crees que estás preparado para esto, pero en realidad jamás lo estás. Ni siquiera sabía que podría tenerlos conmigo. Y hablo de ti también. Que raro me siento diciendo esto.

—Estuve pensando seriamente. —comentó luego de analizar las palabras de su hermano —Tal vez deba salir de aquí y buscar mi propio rumbo. Tener al menos una pequeña parte de lo que tú tienes.

—¿Es por mi cachorro? —Regulus sonrió apenas.

—Adoro a tus hijos, Sirius. No es por ellos —frotó sus ojos y le dio un último sorbo de whiskey — es por mí, además necesitarás más espacio. —se colocó de pie de la banca de la cocina y caminó hacia la salida.

—Si es niño, —él se detuvo —le pondremos Regulus. —Sirius le guiñó el ojo —tal vez salga más centrado que los otros diablillos.

—Buenas noches.

Reggie |Capítulo| - |1|

Luego de una intensa batalla de «piedra, papel o tijeras» Regulus fue prácticamente obligado a ir por Sam a la estación Kings Cross. Y no, no había llegado de buena gana, porque en esos años junto a su hermano, su cuñada y sus tres sobrinos, le había tomado cariño a la pereza y a las largas y extensas horas de siestas.

Las que tuvo que dejar atrás para estar allí.

Se dejó caer sin delicadeza sobre una de las bancas de piedra del andén nueve y tres cuartos. Llevaba un elegante traje negro, zapatos relucientes, con un peinado bastante desordenado y rebelde producto de la pequeña disputa infantil con Sirius. A simple vista, tenía el aspecto de un muchacho de treinta y tres años, guapo y despreocupado.

A penas fue consciente de la llegada del tren Escarlata, el bullicio, el tumulto de gente empujándose unos a otros para llegar con sus respectivas familias, los gritos, risas y los sonidos guturales de las mascotas, como el ulular de las lechuzas.

¡Te amo, Black! ¡Algún día verás que mis encantos valen la pena! —Regulus levantó su mirada con cautela y divisó inmediatamente la presencia de Sam y un chico de Ravenclaw a unos cuantos pasos detrás de ella.

—¡Piérdete Thompson! —Sam no se notaba contenta, de hecho estaba irritada y avergonzada.

—¡En el único sitio que deseo perderme es en la intensidad de tu mirada! —no sabía si reír o hacer uno de sus habituales gestos de desconcierto. Últimamente ya no entendía esa generación tan «rara» en sus tiempos jamás hubiera sido capaz de gritarle a los cuatro vientos que amaba a alguien con locura, bueno no él, al menos. Recordaba a James Potter cada año confesar su amor de una manera bastante intimidante a Lily y el apoyo de Sirius y compañía alentando aquella tan impropia proposición.

Un Sangre pura no podía ni tenía permitido humillarse de tal forma. Y en esos tiempos así siempre lo creyó.

—Hola tío, Reg. Lamento la tardanza.

—Descuida —Sam había cumplido recientemente trece años, había dejado de ser una niña para convertirse en una hermosa y bella señorita; una Slytherin demasiado amable y muy querida a pesar del destino que le había tocado vivir. Pues luego de lo amargo que esto le supo a Sirius, no tardó en entender que siempre estuvo la posibilidad. Y Sam después de todo era su princesa.

Nicholas por otra parte había preferido otro rumbo, así rebelde y bastante alocado, había ingresado a Durmstrang sin problemas; nadie se opuso,  el niño tenía carácter, el mismo que su madre en sus épocas de embarazo.

Para Regulus los peores días de su vida.

—¿Cómo has estado? Papá dijo que habías tenido una cita con una bruja bastante respetable —no quería sentirse sorprendido que ella lo supiera. Pero estaba ofendido que Sirius tomara su vida privada como un tema para hablar con una adolescente.

—Si por respetable te refieres a desagradable, no fue del todo bien.

—No deberías hacerle caso a papá, sus gustos siempre han sido excéntricos. Mamá es la única decisión más cuerda que ha tomado, por no decir lo único responsable que se ha atrevido hacer en toda su vida. Claro con respecto a su propio bien, sé que es un buen hombre.

—Demasiado adulador para haberle dicho de alguna manera que es un irresponsable empedernido.

—¿Qué puedo decir? Así soy yo.

[Gracias por leer 😘]


Reggie |Proyecto ya en vigencia en Wattpad|

Regulus necesita espacio pero ¿realmente será capaz de dejar a su familia atrás por conseguirlo?
El destino y el tiempo serán los únicos en juzgarlo.
[Continuación de Canuto]

Capítulo 10 Limón y Canela

Ginny sabía sobre ese brillo especial en los ojos de Hermione, o de aquella sonrisa como la de una tonta adolescente en sus labios y ni hablar de los relatos con todos y cada uno de los detalles.


Claro que sí, recordaba muy bien aquellos gratos y vergonzosos momentos de enamoramiento empedernido. Harry había sido el culpable de su desequilibrio mental toda su maldita niñez y adolescencia.


Pero su historia era completamente distinta a la de ella. Lamentablemente no sabía si sentirse feliz o aterrada al respecto. Y se sentía culpable. Draco Malfoy había demostrado que se podía acabar con las costumbres sangrepuras si uno mismo se lo proponía, pero había sido un patán parte de su vida. Y cosas así la hacían desconfiar.

—Di algo por el amor a Merlín, necesito reproches, felicitaciones o un maldito sermón.

—Lo siento, es que—tocó su vientre, como esperando alguna ayuda de parte de aquella hermosa criatura que esperaba conocer pronto—, estoy sorprendida. Yo, ni siquiera puedo imaginarme la situación, Hermione. ¿Recuerdas hace dos años en mi despedida de soltera? Dijiste en el juego de verdad o reto, que ni sobria ni ebria serías capaz de...

—Lo recuerdo, lo recuerdo, pero no había tenido la oportunidad de conocerlo con más profundidad. Siempre nos quedamos con su imagen de niño de mami y papi, pretencioso y perjuicioso, que tenía el pasatiempo de hacer de nuestras vidas un infierno —Hermione se había colocado de pie del sillón de los Potter —. La guerra nos transformó en algo diferente. Tuvimos que confiar en personas que creíamos nuestros enemigos, y matar aquellos a quienes veíamos como amigos. Nadie  sigue siendo igual, lo que fuimos en un pasado murió cuando nos vimos obligados a luchar, matar y sobrevivir.

—Lo sé —Ginny suspiró y miró hacia la ventana. Odiaba cuando la castaña tenía razón, pero no podía considerarlo aún como algo bueno —, ¿y qué piensas hacer ahora?

—Sólo fue un beso y no sé qué pensar sobre lo que sucedió, pero de algo estoy segura, y es que el Hurón besa muy bien. —la pelirroja rió con gracia.

—Demonios, entonces esas  mocosas afrancesadas tenían razón todo este tiempo. —Hermione negó con la cabeza, completa y llanamente, divertida.

Estaba comprometida a disfrutar de aquello, porque sabía de primera mano que, apenas cruzara la puerta de su departamento, su cabeza no dejaría de reproducir aquel recuerdo y hacerla sentir rara y extrañamente cómoda.

Y no podría concentrarse en otra cosa que pedir a Merlín que aquello se repitiera algún día o muy pronto.

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Draco se miró al espejo de su habitación, necesitaba encontrar una diferencia, una mísera diferencia. Porque no importaba que tan tonto sonase: pero sentía que si se largaba desde la ventana de su habitación, podría llegar a volar de la extraña alegría que recorría su cuerpo en ese momento.


¿Así se sentía ser feliz? De eso no estaba seguro, pocas veces había sentido mariposas en su estómago como una adolescente quinceañera. Ni siquiera su Saeta de Fuego había logrado poner su mundo de cabeza. Y realmente amaba montarse en la escoba y sentir la adrenalina de una caída libre. Sin embargo, estaba más que seguro que aquello no se igualaba con aquel sabor a Canela de los labios de Hermione Granger.

Nunca unos simples labios al natural habían hecho de él un hombre doblegado, confundido y eufórico a la vez.

Y allí la encontró, una sonrisa sincera enmarcar sus labios. Un rostro habitualmente amargado, ahora completamente risueño por el acto más ñoño y primitivo de la historia humana: un beso.

Podría argumentar que había dado y recibido muchos actos primitivos como aquellos, pero ninguno como en esa ocasión. Quizá, se debía a que como había estado dispuesto, ansioso y porque no, un tanto nervioso, lo había hecho especial.

Pero debía admitir que un inicio pensó que no sería distinto, que al besarla la magia que lo tenía envuelto desaparecería con un beso. Después de todo, veía que lo que sentía por Granger era mero capricho, no había otra manera de explicarse antes porqué tenía la insana necesidad de estar a su lado, de saber de ella o de aparecerse en su puerta sin siquiera una excusa o un previo aviso.

Pero luego llegó a la conclusión que estaba engañándose a sí mismo. Todo lo que sentía era sincero; eso lo asustaba y la asustaba a ella también. Aunque era un miedo sano y por primera vez en su vida, algo benévolo.

No sabía realmente que pasaría de ahora en más, pero eso lo hacía más interesante. El hecho de no saber que hacer mañana, era la aventura que siempre había querido en su vida.

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Blaise observaba la nueva pizarra. Nuevos nombres se sumaban a la lista de sospechosos, miles de hipótesis, millones de agujeros  pero ni una sola aproximación al ladrón, en caso de que fuese hombre.

—¿Y si es mujer?—Harry levantó su mirada de los nuevos documentos.

—¿Cómo llegaste a esa conclusión?

—Bueno, es muy meticuloso, cuidadoso y ordenado. No digo que nuestro género sean todos unos trolls. Pero vamos, míralo de esta forma, no deja rastros. Es como una sombra, muy ágil.

—Intenta dar con Hermione y Ron. Escuchemos lo que tienen para decir, e iremos por otro camino —se quitó los anteojos y suspiró —. Y agrega la palabra "Ladrona" a la pizarra, no quiero que quede como un cabo suelto.


—Sí, señor.

Apenas agregó con su varita su nueva sospecha, se largó a buscar a sus compañeros; recordaba que no le había sido fácil acostumbrarse a la presencia de ese trio. No lo había podido controlar, suponía que su orgullo había sido el culpable, cuyo orgullo que, con el tiempo, había desaparecido sin siquiera darse cuenta.

Entendió que todo lo que le habían inculcado había sido una estupidez, así como la de ellos hacia su persona. Pero no podía culparlos tampoco. Nunca les había demostrado algo diferente, por el simple hecho de que jamás lo había visto necesario. Hasta ese momento en que requirió de la ayuda de Harry Potter para cumplir su raro sueño de ser Auror.

Imaginaba que la soledad había hecho estragos con él, pero luego esa misma compañía que había hecho de sus noches las más amargas de su vida, también se había largado. Sólo había necesitado dejar de lado el pasado para dejarse llevar por las corrientes del presente.

Nunca se había sentido tan orgulloso de ser Blaise Zabini. Y todo se lo debía a aquel trio raro y desequilibrado que se cruzó un día en su camino. Trio que no había dudado en aceptarlo como era.

—Sin duda el sentimentalismo gryffindoriano se pega —chasqueó la lengua. — Oh, ahí están ¡Oigan, Potter ha impuesto autoridad y nos necesita ahora en la oficina!—Hermione y Ron se giraron hacia él—. ¿Qué esperan? No tengo todo el día.

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—Parece ansioso.

—Ron, Blaise es un manojo de ansiedad todo el tiempo.

—Por cierto, ¿entonces puedes?—La castaña se vio acorralada por dos bonitos ojos de cachorro abandonado y suspiró con derrota.

—Claro, pasaré por ella.

—¿Te he dicho alguna vez que eres la mejor, Hermione?

—Cada vez que me pides un favor y me veo obligada a ceder. —Ron sonrió y metió sus manos en sus bolsillos. Hermione lo vió como un gesto casual pero luego recordó que Ron no tenía gestos casuales.

—Ginny nos invitó a cenar anoche, debiste ver a Harry escupir su leche. Bueno, en realidad la leche salió por su nariz y su boca a la vez, ensuciando así el vestido de Fleur y...

—¿A qué quieres llegar, Ronald Weasley? —Blaise les hacía seña y les gritaba para que se apresuraran, normalmente no lo haría esperar pero por alguna razón, quería saber lo que su pelirrojo amigo quería decirle.

—Ginny nos contó que te besaste con Malfoy en su oficina.

—Ay, por Merlín. ¿Estaban todos, cierto?

—Toda la familia Weasley en todo su esplendor.

—¿¡Por qué!?

—Fue culpa de Fred y George, le apostaron al costal de hormonas-Potter que no era capaz de decir un secreto reciente. Y demostró que sí podía.

—Mataré a ese par de pelirrojos ¡juegan con su debilidad! ¿Cómo permites que ellos hagan esto?

—Hermione, ni siquiera la mujer que les dio la vida pudo controlarlos ¿en serio crees que tengo una oportunidad? No, no respondas, porque no la hay.— Hermione bufó por lo bajo y se cruzó de brazos. —escucha, fue raro que Ginny haya gritado eso en medio de una mesa familiar. ¿Quién en su sano juicio podría imaginar a Hermione Granger con Draco Malfoy unidos por un beso? Nadie, no los Weasley al menos.

—Todos pensaron que era mentira.

—Y Ginny no recibió sus galeones.

—Vaya, que incómodo. —Ron la vio encogerse de hombros — en fin, será mejor que nos acerquemos al desesperante moreno. Parece estar a punto de explotar.

—Eh... realmente estoy confundido. ¿Ya no estás enojada? No, alto ¿de verdad te besaste con él?

—Bueno, todo puede pasar en esta vida ¿no? Harry con ojos azules, Blaise vestido de pepinillo, tú haciendo dieta, no sé. —Ron abría y cerraba su boca como un pez. Hermione y Draco besándose. Ahora entendía la expresión de Harry, una sorpresa completamente verdadera, nadie escupía por escupir ni se le escapaba la leche por la nariz. Él sabía que eso podía suceder, o quizás no.

Todo le daba vueltas, definitivamente.

Y, a caso ¿le había dicho gordo?

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Bueno, después de tanta espera aquí está la continuación. Espero en verdad que les guste, acepto ladrillazos, una horda persiguiéndome lo que se les ocurra xD.


Como dije anteriormente, si es que lo dije, Limón y Canela terminará pronto, así que estimó dos capítulos más :v y adiós. Así que espero cumplir.


Gracias por leer, comentar, colocarla en sus listas de lecturas y votar. Se los agradezco en verdad, y me re emociona recibir su atención, así que espero no decepcionarl@s.


¡Muchos saludos!


[Capítulo 12- Limón y Canela]

Cualquier cosa estaba bien, al menos hasta que aquel miserable y extraño dolor de su pecho se fuese, mientras esos pensamientos penosos desaparecieran de su cabeza o el eco provocado por la soledad que se extendía por cada hueco de su corazón se extinguiera. Mierda, ni siquiera en sus días de su adolescencia había sido tan sentimental, aún a pesar de los factores externos que no se lo habían permitido. Pero con Granger, demonios, había sido intenso. En el corto y muy endemoniado tiempo transcurrido, uno al lado del otro, había sido suficiente para volverse completamente loco y lo único que había obtenido de ella era un simple beso; demasiado bueno para haber sucedido realmente.

Merlín sabía cuánto hubiera deseado embriagarse, y olvidar todo por un día que había tenido el placer de conocerla más de lo que ya lo hacía. Pero al contrario de lo que tanto había anhelado, sólo había sostenido la botella por doce horas hasta el inmundo amanecer, con setecientas mil maneras de aparecerse en la puerta de Hermione en busca de algo de consuelo y la pura e irrelevante verdad de lo sucedido.

Sin embargo, era Draco Malfoy. Tenía una reputación que mantener, claro. No se rebajaría al punto de parecer una reina del Drama. Aunque esperar que ella tomara la decisión de aparecerse y dejase su cobardía, le era extremadamente desesperante.

-¡Reparo! -la voz de Rita lo sacó de sus cavilaciones y se giró hacia ella, estaba concentrada ordenando los jarrones hecho pedazos en sus lugares correspondientes. Se había tomado las molestias de arreglar las ventanas, sólo las ventanas después de aquella primera noche sintiéndose como un idiota. Lo demás seguía igual de destruido, era una parte que lograba dejar en equilibrio su muy desordenada vida; quería estar sorprendido de su repentina aparición luego de haberla mandado a volar hace días, pero había descubierto desde hacía ya bastante tiempo, que era una muchacha muy insistente. Y allí estaba, casi o igual de fiel que un elfo doméstico, bastante alegre haciendo los quehaceres -. Buenos días, Señor Malfoy ¿quiere un té de Canela?

-Nada más me subiría el ánimo que un maldito té de Canela.

Volver no había sido en un principio lo que esperaba, conseguir una nueva secretaria era por lejos el peor de los trabajos. Sin embargo, había logrado encontrar una decente y bastante fea. Prefería eso mil veces, que más distracciones. Más de las que ya tenía escuchando al Ministerio de Magia hablando sobre la hazaña del cuarteto de Aurores.

-Dije que no quería ser molestado -murmuró sin levantar la vista de los papeles en sus manos al escuchar la puerta abrirse. Por un instante el silencio se mantuvo intacto pero luego de un par de segundos, el mismo, murió.

-Tengo una propiedad en Australia, es bastante vistosa y creo que podemos llegar a un acuerdo si el precio le parece razonable, señor Malfoy -frunció el ceño y lentamente fue levantando la cabeza. Hermione estaba frente a él, usando ese maldito conjunto que lo ponía de los pelos -. Hola.

-Granger -la vio arrugar los labios con exasperación.

-¿Es todo? ¿Dirás Granger y nada más?

-¿Qué esperas que diga? ¿Hola, cómo estás, qué otras mentiras vienes a dejar relucir en este muy soleado día de mierda? Si viniste por eso, pues te invito a que te retires.

-Tienes razón, fue estúpido -el rubio suspiró y se arrellenó en su asiento, dispuesto a escucharla, porque sabía que no sería lo único que diría -. Lo siento, por todo.

-Bien. Puedes marcharte con la consciencia limpia y con el espíritu Gryffindor renovado. Buena suerte, y que te pise un tren.

-Malfoy, deja de ser un idiota.

-Oh, créeme Granger, estoy siendo muy amable contigo. ¿Qué pensabas que sucedería después de que se resolviera el caso y tu maldito nombre saliera entre los sobresalientes Aurores en El Profeta? ¿Yo aplaudiendo tu ingenio? ¿Yo felicitando con una palmadita en la espalda a los idiotas de tus amigos y al imbécil de Blaise? Pues no, no Granger. ¡Carajo, nadie usa un Malfoy! Maldición, no -a esas alturas, y sin saber cómo, estaba frente a ella. Demasiado cerca, más de lo que hubiera esperado -¿en qué estabas pensando cuándo decidiste que entrar aquí sería una buena idea?

-En su momento había sido una gran idea. Nada sucedería si el odio seguía intacto, era un escudo suficiente ¿comprendes? -murmuró con pesar -. Pero luego me encontré que el Draco Malfoy que yo conocía ya no existía, y a cambio del maldito mocoso mimado, se encontraba alguien, alguien diferente. Alguien que no podía controlar como esperaba -Draco estaba seguro que ya no escuchaba lo que decía - Sólo requería información, no pienses que lo que haya pasado entre nosotros, si es que realmente sucedió, fue una artimaña. Después de todo, Blaise fue quien logró concretar el caso.

-¿Fui una distracción?

-Un infortunio, pero uno bueno, supongo.

-No, habrías llegado a ella de todas formas, pero Blaise es un maldito idiota con suerte.

-¿Gracias? -se sonrieron, era lo más estúpido y efímero, pero para Draco había sido suficiente.

-Granger, eres una maldita, te odio. No sabes cuánto -susurró, como si fuera un secreto que esperaba que sólo ella lo supiera -. ¿Tenías que traer ese conjunto? Por Morgana-Hermione atinó a decir algo pero nada salió de su boca más que un pequeño gemido de sorpresa. Mentiría si no dijera que había estado extrañando aquello, ese momento en que sus labios y los suyos se fundieran en un, prácticamente, feroz beso necesitado -. Hueles a limón.

-Canela, definitivamente hueles a canela -estaban a punto de volver a unir sus labios cuando un halo de luz los rodeó y un ciervo se presentó.

-Ginny, bebé, desesperación.

-¿Bebé? -Hermione abrió los ojos como plato.

-¡Por Merlín, James ya viene! -lo último que supo el rubio fue que, por segunda vez, se vio rodeado por decenas de cabezas pelirrojas y un grupo bastante grande de ex alumnos de Hogwarts en un caótico pasillo de San Mungo. Además de un mareo prominente por no estar preparado para aparecerse.

¿Algo más podía sucederle en el récord de un par de segundos?

-¡Draqui!

Sí, si era posible.

¿Corto? Hasta para mí, pero era eso o esperar más xD y ni yo soporto la espera 😂😂😂.

Muchísimas gracias por todos los comentarios y votos en el anterior capítulo, por leer y por colocarla en sus listas de lecturas. No hay nada más que me haga feliz que ustedes le den una oportunidad. 14k y 800 y tantos votos, cuando los vi juro que casi me desmayo 😵😵 ¡Gracias!

[Capítulo final]- Capítulo 13 Limón y Canela

—Estábamos a punto de tomarnos un té en la tienda de Madame Tudipié  cuando el patronus de Potter apareció junto a nuestra mesa —parloteaba Pansy, mirando sus uñas un instante para seguir limándolas con su varita —así nos enteramos, después de descifrar lo que él había querido decir.

—Blaise y tú en Madame Tudipié. Lo entiendo de ti ¿pero Blaise?

—¿Crees que eso es extraño? Verte aquí lo es, porque ¿qué haces aquí? —Draco debía aprender en algún momento de su vida cerrar la boca frente a Pansy. La perra era tan rápida en captar las cosas más simples y efímeras que se escapaban de su boca que ya era tomado por un don.

—No nos desviemos del tema.

—Granger ¿eh? —dijo sabiendo que su rubio amigo no diría una sola palabra. Era increíble cuánto lo conocía —. Sí, Zabini me ha dicho un par de cosas, al menos las de él las creí. Tori ya había perdido el hilo de su cordura.

—¿Sabes algo al respecto? —no se había molestado en investigar lo sucedido con ella. De alguna forma le lastimaba su destino, sabía que podría haber sido uno mejor si no hubiera sido manipulada por el zoquete de su padre. Y que a su vez él, si no se hubiera desligado de alguna manera del asunto, podría haberlo evitado.

—Le hace compañía a su padre, por supuesto. —Pansy dejó de lado su varita y la guardó en su gabardina. El tema de Astoria aún le parecía delicado.

—Le dije que no lo hiciera.

—Todos lo hicimos. No es tu culpa, tarde o temprano sucedería. Además sabemos que no fue lo único que hizo.

—Blaise está al corriente de ello. —Draco suspiró y apoyó sus codos en sus rodillas mientras sus manos las pasó por su rostro. No había dormido bien en los últimos días y todo esto le sumaba más cansancio, Astoria, su vida, Granger.

No volvieron a hablar, de repente el tumulto pelirrojo comenzó a moverse y a gritar de júbilo. El nuevo Potter había nacido y los aplausos no se hicieron esperar. Después de todo, era realmente una hazaña. Pansy se había acercado a Blaise que animado hablaba con Wood y Lee Jordan. De Quidditch, quizá.

Había quedado solo nuevamente y con miles de pensamientos que no lograban dejarlo tranquilo. Pero antes que perder la cabeza por algo estúpido y sin sentido, prefirió ir por algo para tomar, después de todo su presencia no era requerida.

Caminó con lentitud hacia el ascensor, no tenía prisa, de hecho ni siquiera sabía porque aún rondaba por ahí. Esperó pacientemente hasta llegar a la dichosa cafetería de San Mungo. El aroma a café recién hecho le dio la bienvenida, como si por alguna razón supiera que lo necesitaba; la misma estaba demasiado movida para ser un día tan común como un miércoles. Sin embargo eso no fue lo que captó sus ojos.

Luna Lovegood y Theodore Nott riéndose sin tapujos en una de las tantas mesas abarrotadas. ¿Qué si eso no le parecía siniestro? Tal vez, pero ya a esas alturas todo podía suceder. Aunque al dar unos cuantos pasos más, notó que no eran ellos solos simplemente, un muchacho los acompañaba y dos pequeños bebés dormidos en sus brazos.

—¿Estás bien? —aquella voz lo tomó desprevenido. Las razones las desconocía, no era habitual estar repentinamente vulnerable a todo lo que tuviera que ver con ella.

—No lo sé ¿y tú?

—Siento que voy a explotar, pero no podría decirte cuál de todas las razones sería la que lo provocaría. El miedo, la culpa, el éxtasis o la alegría.

—¿miedo? ¿De quién? —Hermione suspiró y bajó la mirada. Los ojos de él exigían demasiado, y no debía ser una novedad.

—Supongo que de perder... —no acabó la frase y sacudió la cabeza —, de perderte y de todo lo que hemos logrado en tan poco tiempo. Culpa por haberte ocultado el verdadero motivo de mi repentina llegada, éxtasis porque tú con tan sólo mirarme lo provocas y alegría, porque bueno, aún no te has ido.

—¿Cómo puedes sentir todo eso? Morirás. —Hermione le frunció el ceño y él le sonrió con diversión.

—Todos los chicos son iguales.

—No todos, nadie es tan guapo como yo —la castaña rodó los ojos y comenzó a reír. Escuchó un carraspeo y ambos se giraron hacia la derecha.

—Realmente amo las novelas dramáticas ¿pero qué van a querer? —ninguno se había dado cuenta que ya estaban frente al mostrador. La mujer pequeña y regordeta los miraba con cierto aire incrédulo —Tenemos café, té de limón y canela y algunos pasteles de calabazas.

—¿No puede ser sólo de té de limón?

—¿Qué tienes en contra de la canela, Granger?

—No es personal, Malfoy, pero yo creo que arruina el sabor del limón.

—¿Lo has probado? —la señora bufó por lo bajo mientras ellos se miraban desafiantes —Dos té de limón y canela —pidió Draco antes de que ella abriera la boca —verás que todo es mejor, cuando todo está junto... —le susurró.

• • •


T


res años después...

¡Feliz cumpleaños James!

La pancarta estaba atada de un extremo a otro en la pared de la sala del número doce de Grimuld Place. Globos y serpentinas, dulces en formas de Snitch doradas, paletas con las iniciales de James y un montón de otras cosas infantiles, se encontraban desparramadas por cada minúsculo rincón de la residencia de los Potter.

De todo eso, lo único que realmente le gustó a Draco  fueron los bombones de menta con chocolate en un rincón de la mesa larga de los dulces. Los invitados llegaban en un periodo de tiempo de dos minutos y era increíble como es que lograban entrar todos allí con tanta facilidad.

—¡Dwaco!

—¿Qué quieres enano? Auch.

—Sé más tierno con él, te adora —reprendió Hermione que pasaba justo por ahí cargando con una caja con mercancías Weasley. James por su parte sólo tenía su atención en él.

—Eres un fastidio ¿sabes? —comentó mirándola mal, o al menos a una parte de ella, lo último que divisó fueron sus piernas perdiéndose en las escaleras. Su pantalón fue cruelmente estirado hacia abajo una vez más y con resignación no tuvo más opción que tomar en brazos al pequeño Potter. Si no lo hacía sabía que comenzaría a gritar y llorar como un cerdo.

—F-Fatidio.

—Sí, tú también lo eres.

Ginny, Hermione, Luna y,  sorprendentemente, Pansy miraban al rubio desde arriba. Draco había sido repentinamente rodeado por los niños de la familia, al menos los que ya sabían caminar. Aunque él lo negara tenía más tacto con los niños que el resto de los hombres que deambulaban por ahí, jugando Snap explosivo a escondidas en alguno de los cuartos y algún que otro juego de azar de los cuales preferían no averiguar.

—¿Y cuándo se lo dirás? —Hermione miró sin entender a Luna, que tocaba sus nuevos y mejorados pendientes de rábanos.

—¿De qué habla? —preguntó Pansy con interés y Ginny sólo se limitó a observarla.

—No lo sé.

—Del bebé.

—¿¡Estás loca!? — varios llevaron sus miradas hacia ellas —No estoy embarazada —susurró entre dientes. Luna se giró y la miró de arriba abajo.


—No es lo que yo veo. Tus caderas están más anchas y veo que los Torposoplos están demasiado alterados a tu al rededor, además de que te comiste seis panqueques, no creas que no te vi. —Hermione se ruborizó ante lo último.

—Es que son mis favoritos...

—¡Ya estamos todos, Ginny!

—Potter siempre tan inoportuno —se quejó Pansy, y justo cuando se estaba poniendo bueno, pensó.

—No voy a decir nada al respecto —comentó la pelirroja, ya con una notable barriga; Albus Severus Potter ya estaba en camino.

Nuevamente el ejército pelirrojo se juntó a la par de varios amigos. Todo se veía placenteramente hermoso, pero Luna sólo había alterado a Hermione, obligándola a creer que más bien todo era de repente aterradoramente asfixiante.

Ni siquiera pudo cantar el feliz cumpleaños sin tartamudear o abrazar a su ahijado sin temblar. Para cuando llegó a su departamento acompañada de Draco, no dejó de pensar en lo que la rubia le había dicho. Así que decidió que buscaría una opinión mucho más cuerda.

—¿Crees que mis caderas están anchas?

—¿En serio me preguntaste eso?

—Vamos, Draco, quiero saber es importante.

—¿Y por qué no te miras en el espejo? Realmente aprecio mi vida.

—Sé sincero, juro no molestarme por ello —éste la observó un instante, sabía cómo funcionaban las mujeres y si por alguna razón decía que sí a su pregunta lo golpearía primero, luego le mandaría unas cuantas maldiciones para después volver a golpearlo y no, no estaba de humor para morir ese día.

—No, Granger, no ¿ya puedo irme? —la castaña le frunció el ceño.

—Bien, nunca eres de mucha ayuda cuando realmente lo requiero —hizo un ademán con sus manos y murmuró un par de cosas que el rubio prefirió no tomarle importancia —. No olvides que mañana tenemos una cena con mis padres. Así que intenta terminar de revisar los papeles que te dejé.

—Te amo, pero cuando me dejas trabajo realmente te odio y no sabes cuánto —decía mientras se alejaba de la puerta.

—¿No te olvidas algo?

—¿La dignidad? Pero esa creo que la dejé en casa de Potter. —Hermione rió por lo bajo y se acercó a él; había notado que no podía molestarse tanto tiempo con él, no como antes, claro. Miró hacia todas partes y luego le dio un pequeño beso en los labios.

—Que descanses, hurón.

—Igual tú, ratón de biblioteca.


• • •


"Esta sin duda es una exclusiva que van adorar. En estos últimos años, tres para ser exactos, hemos visto algo que sin duda a más uno de nosotros nos dejó anonadados. ¿De qué estoy hablando mis queridos? ¡De Draco Malfoy y Hermione Granger, por supuesto!

El día de ayer fueron vistos juntos en el cumpleaños tercero de James Sirius Potter, un niño simplemente adorable. Lo que nos ha confirmado que ambos siguen juntos y que el rumor de su separación era una lamentable mentira.


Pero eso no es todo.


Luego de la sorprendente propuesta de compromiso entre ambos, y esos paseos furtivos en el Londres Muggle, un nuevo rumor a puesto a toda la comunidad femenina en un estado de shock.


¡Se cree que Hermione Granger está embarazada! Y no lo ha negado ni desmentido.


¿Es esto cierto, entonces? ¿Después de todo lo sucedido, un nuevo Malfoy viene en camino?


No creo que Lucius Malfoy se hubiera sentido contento, pero así es la juventud ¡rebelde en toda su extensión!


Pero no sientan pánico, esto mis queridos, lo sabremos pronto, muy pronto.


Besos y abrazos


Rita Skeeter."


Draco dejó de leer y bajó El Profeta con lentitud. Que inoportuno momento para leer su horóscopo y encontrarse con aquella noticia. No sabía que pensar o que sentir. Esa mujer era malditamente entrometida y ellos se habían convertido en sus noticias favoritas, de las cuales muchas eran mentiras.


El melodioso tarareo de Hermione llegó a él. La vió pasar a la cocina con una sonrisa inocente. Ese día había decidido dormir en su departamento dado a las reparaciones en el suyo. La primera opción había sido mudarse un tiempo en la casa de sus padres, pero la descartó inmediatamente al verlo.


No le había agradado ser su segunda opción, pero que lo hubiera elegido era placentero. Chasqueó la lengua y se colocó de pie. Tenía que averiguar si aquello era cierto o no y prefería creerle a su prometida que a una bruja maldita.


Rita estaba a su lado cortando unos cuantos vegetales. No lograba escuchar de que hablaban, pero obviamente debía ser algo con respecto a la comida que ambas estaban preparando.


—¿Y que hay de Scorpius? Suena muy, muy Malfoy.


—Sí, me gusta, de hecho me encanta ¡Es perfecto, Rita! Ahora sólo debo encontrar el momento perfecto para decírselo, ya encontraré el valor —"Sí. Es un buen nombre para un cachorro."





Que les puedo decir más que éste es el último capítulo de Limón y Canela 😢. Me he divertido escribiéndola y la verdad que no pensé que alguien realmente la leería. Más que agradecerles la compañía y el aprecio ❤❤.


Ya pensaré si habrá o no segunda parte, lo más seguro es que no, así que no les prometo nada ni siquiera a mí misma 😂.


Muchísimas gracias por todo, y espero que el final no las decepcione. Sé que daba para más, pero ya había planeado que no fueran más de trece capítulos.


Muchos besos y abrazos.


Dedicado a RoMiranda0 principalmente por ser mi incondicional lectora de todo lo que se me ocurre 😘😂🌚 ¡te quiero, amiga!


M E C I A [Cap. 1]

Las calles de Roma fueron su hogar durante toda su niñez. La pobreza había consumido a su familia y pronto aquello que, alguna vez la había hecho tan feliz, desapareció como una brisa. Pero hasta ese instante, aún no entendía que tan grave era, cuando se vio sola entre una multitud de horrores.

Era libre, aunque no sabía que tan bueno lograba ser aquello. Crecía, pero no moría; con apenas diez años, su único anhelo había sido dejar de existir. Porque el sufrimiento jamás acababa. Sin embargo, sea la razón por la que ese día aquel hombre la encontró, le era desconocida.

Nunca había creído en los dioses de su gente, ni en el Dios de los judíos. Pero si había sido por alguno de ellos, estaba sin lugar a dudas agradecida.

Aunque era demasiado bueno para ser una historia que contar.

Cuando pensó que las cosas mejorarían, después de dos años, los romanos le habían vuelto arrebatar a su familia de una manera mucho más cruel. Y una vez más, su vida no fue reclamada, su sangre no fue derramada, su carne no se pudrió con el pasar de los días y sus ojos no fueron comidos por aves carroñeras.

Podían llamarlo como quisieran, pero la vida no había sido justa con ella; ya sólo le quedaba nada y un poco de odio que, apenas, comenzaba a desaparecer su inocencia.

Sólo hizo una promesa esa noche. Roma no olvidaría su nombre.

Lo cierto es que a la edad de dieciséis años, después de deambular entre países y ciudades a base de mendigar y hacer trabajos pesados, se encontró con un grupo de griegos. Aquellos sabios que recorrían las arenas del desierto sin una pizca de miedo.

Según ellos, las estrellas, los astros del cielo, los guiaba por el camino seguro y correcto. Era su única respuesta para justificar el que estuvieran vivos. Mecia era escéptica de los relatos simples.

Claramente el encuentro no fue uno pacífico, el motivo nadie lo llegó a entender pero los griegos se habían hecho cargo de su error. Ella era de temer.

Aún estando en los huesos se había convertido en una criatura rápida y flexible. Empujada a cometer salvajes acciones por impulso que la obligaban a dejar de lado la razón. Pero con un par de trucos lograron controlarla, al menos por un momento. El suficiente para amordazarla.

Era lo que se llamaba loca. Ella había perdido la cordura y quizá ni siquiera lo sabía. Su aspecto deplorable, el hedor que desprendía y aquel enredado y sucio cabello que tenía cubría la belleza que realmente portaba. A simple vista no era más que un animal peligroso y herido.

—¡Suéltenme o juro que les arrancaré la cabeza con mis propias manos! —si algo debía admitir alguna vez, es que los griegos hacían nudos excelentes. De tal forma que la inmovilidad de cada una de sus extremidades eran absolutamente perfecta. Sólo su cabeza era libre de hacer lo que quisiera en aquel carro tirado por camellos.

—Algo me dice que está diciendo la verdad —el joven que caminaba detrás parecía intrigado. Acostumbrado a que las mujeres fuesen damas, de la clase social que fuera, no encajaba aquella imagen feroz de la muchacha en todo lo que creía conocer.

—Tal vez, eso no quiere decir que no se la pueda convencer de lo contrario —el anciano lo miró de reojo con una sonrisa apacible. Parecía no verse abrumado por los gritos de la «loca» de hecho tenía esperanzas de algo que sus seguidores daban por perdido —. Está herida y sólo necesita sanar.

—Yo no veo que esté herida.

—Entonces, no estás viendo sabiamente.

Había permanecido tres días atada a un poste. Había demostrado no ser confiable sin las ataduras de las sogas luego de atacar a uno de los sabios con una grave mordida; seguía vivo si se lo preguntaban.

De los siete que viajaban el más joven de los sabios, había quedado a cargo de darle de beber y de comer. Pero el mismo estaba reacio a hacerlo por el simple hecho de estar frente a una mujer tan primitiva. Eso, sin embargo, no le impidió intentar estudiarla.

—¿Tienes nombre? —ella lo miró con intensidad —. Sé que sabes hablar con fluidez ¿sabes escribir también?

—Estoy loca, no ignorante —escupió con la voz ligeramente ronca.

—Hueles mal, loca.

—Nadie te lo preguntó —murmuró sin dejar de mirarlo. Eso a él lo incomodó, y sin perder tiempo, le dejó la comida y el agua donde pudiera alcanzarlo.

—Intenta no atragantarte. Los dientes sirven para masticar.

—¿Qué sigue, que los oídos son para escuchar y la nariz para respirar? —soltó una carcajada y tomó el cuenco —. No eres el único que sabe como funciona todo, griego. Si me atraganto no es porque no sepa usar los dientes, dudo que hayas vivido parte de tu vida en las calles sin una gota de agua y un pedazo de pan —tomó un sorbo de aquella sopa, ya casi había olvidado lo deliciosa que era  —. Eres afortunado, pero no lo ves, estás limpio, pero te sientes sucio, sabes mucho, pero eres egoísta. No quisiera ser tú, amigo —éste dejó escapar un gruñido y se fue de allí mascullando en su lengua natal —. ¡Y luego la loca soy yo!

Al día siguiente el anciano de manera amable le preguntó si le apetecía bañarse, le contó que había un claro cerca del campamento de aguas cristalinas, bastante seguro y apartado de ojos curiosos. Ella sólo había asentido, mentiría si dijera que nadie se sorprendió verla caminar detrás del hombre tan natural.

Se había negado a los vestidos que el anciano le quería prestar; regalos de la gente de los distintos países que habían recorrido. Por el contrario, prefirió la ropa de hombre. Unos pantalones de cuero ajustados, una camisa blanca, un chaleco y unas botas negras de piel de león.

—Encantadora ¿Cuál es tu nombre? —ésta sólo se miraba al espejo, dudaba que el reflejo que este le daba fuera ella. No se reconocía en lo absoluto.

—Mecia Plinio, al menos la última de todos ellos ¿y usted?

—Corban de Grecia, bienvenida. Estoy muy emocionado por empezar.

—¿Empezar? ¿Qué cosa? ¿De qué habla?

—Muchos dicen que no sigo con las reglas de los sabios, pero no deberían estar comparándome con el aburrido de Aristóteles. Prefiero mis propias reglas. Quiero enseñarte todas las lenguas que sé y enseñarte escribir en todas esas mismas lenguas. Hablarte de lo que hay más allá de las tierras de Roma —el brillo de los ojos de Corban era indescriptible. Incluso sobarse las manos de la ansiedad le había parecido necesario mientras hablaba.

—¿Por qué algo como eso me serviría ahora? —Corban dejó de dar vueltas y dejó los pergaminos que había juntado sobre una mesita.

—Quizás ahora no lo necesites —aduló asintiendo para sí mismo —, pero en un futuro me lo agradecerás, Mecia Plinio de Roma.

¡Una Nueva Sección se avecina para el Blogg!

 ¡ASÍ ES! Una Nueva Sección se Avecina para el Blogg, ¿de qué se trata? Bueno, si eso es lo que quieren saber, entonces les presento la súpe...