Reggie |Capítulo| - |2|

—¡Tío Reg, tío Reg, mira! —el pequeño Charlus Black se encontraba sobre la escoba de su hermana, para tener unos escasos cinco años era talentoso para las pocas cosas que sabía hacer. Aunque con respecto al Quidditch, la mayoría parecía entender como usar aquel don prácticamente sin problemas.

—Increíble, Charlus —siguió ojeando el libro de sus manos, lamentablemente a eso de había reducido parte de su vida, consumir libros, cuidar de sus sobrinos y tomar siestas cada vez que podía. Apreciaba el esfuerzo de Sirius por sacarlo de la casa, pero cada vez que ponía un pie en el mundo en sí, nada, nada salía realmente bien.

Momentos así creía que tal vez no merecía aquello, no lograba encontrarle sentido a la vida como todos lo que lo rodeaban. Quizás nunca había sido su destino estar presente en ese futuro.

—¿¡Alguien me extrañó!?

Charlus, incluso Samanta, no tardaron en reconocer aquella apabullante voz. El más pequeño de los Black no tardó en bajar de su escoba y se precipitó con ansiedad junto con su hermana mayor hacia Nicholas; él, sinceramente, no había tenido más opción. El alma de la fiesta, según se había proclamado el hijo del medio del mismísimo Canuto, había regresado Durmstrang. A pesar de no ser el mayor, su altura demostraba lo contrario.

—¿Qué le dan de comer en Durmstrang? —Sirius estaba indignado.

—Hola Tío Reg —si le pagaran por cada vez que decían su nombre esos mocosos. Definitivamente no estaría allí —, está haciendo esas caras rara de nuevo.

—Creo que mentalmente nos debe llamar mocosos —opinó Sam asintiendo.

—¡A mi me gustan los mocos! —dijo el más pequeño de ellos.

—A ti te gusta todo lo que sea pegajoso, Charlus —acotó Nicholas rodando los ojos. Mientras los pequeños Black estaban en su discusión, Regulus se encontraba en un pequeño trance. Sirius y Elizabeth se miraron entre sí.

—¿Se lo decimos?

—Bueno, estamos todos ¿no? A los niños les encantará, ahora, conociendo a mi hermano... —Sirius sí que lo conocía. Vamos él prácticamente le había enseñado todo lo que sabía, que la bruja de su madre se hubiera encargado de borrar aquello, era una cosa muy distinta, pero sabía cómo funcionaba. Y saldría huyendo, lo presentía.

—Tonterías, míralos, se llevan tan bien. —Sam estaba colgada en la espalda de Regulus, Charlus de una de sus piernas y Nicholas al parecer intentaba empujarlos. No, definitivamente no era llevarse bien, era una tortura y agradecía a los calzones brillosos de Merlín no estar en ese lugar, porque ¿qué sería de su bello peinado o de su caro traje que vestía? Aunque, por otra parte, aquello le era injusto, él era su guapo padre y divertido.

—Ya que, tarde o temprano lo iban a saber.

—¡Estoy embarazada!

* * *


—Te felicito. —Sirius sonrió. Esperaba que en cualquier momento apareciera Regulus dispuesto a conversar. Luego de los gritos de felicidad de sus hijos no habían tenido la oportunidad de hacerlo. Aún menos ante la visita inesperada de Tonks.

—Gracias.

— Eres una maldita máquina de hacer niños. ¿Qué pretendes, poblar aún más la comunidad mágica? —el mayor le tendió un vaso de whiskey de fuego y soltó una risotada.

—Mi propio equipo de Quidditch, obvio. ¿Por qué nadie ve mis intenciones?

—¿Qué se siente? —preguntó repentinamente —Me refiero a tener una familia numerosa y buenos amigos.

—Regulus...

—Sólo responde ¿quieres? Quiero saber.

—No lo sé, Reggie. Estas son las cosas de la vida que no pueden explicarse con simpleza ¿entiendes? A veces crees que estás preparado para esto, pero en realidad jamás lo estás. Ni siquiera sabía que podría tenerlos conmigo. Y hablo de ti también. Que raro me siento diciendo esto.

—Estuve pensando seriamente. —comentó luego de analizar las palabras de su hermano —Tal vez deba salir de aquí y buscar mi propio rumbo. Tener al menos una pequeña parte de lo que tú tienes.

—¿Es por mi cachorro? —Regulus sonrió apenas.

—Adoro a tus hijos, Sirius. No es por ellos —frotó sus ojos y le dio un último sorbo de whiskey — es por mí, además necesitarás más espacio. —se colocó de pie de la banca de la cocina y caminó hacia la salida.

—Si es niño, —él se detuvo —le pondremos Regulus. —Sirius le guiñó el ojo —tal vez salga más centrado que los otros diablillos.

—Buenas noches.

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