Su estúpido cabello es lila.

Vegeta jamás se había sentido confundido, furioso y avergonzado a la vez. Era un cúmulo de algo que le provocaba un punzante dolor de cabeza y sensaciones en el pecho que nunca había sentido, no claramente, sin haber recibido unos buenos golpes en una buena batalla, previamente.

¿Era aquello lo que ganaba por haberse quedado en la Tierra a restablecer algo, que ahora, no estaba seguro que valiera la pena?

Un lloriqueo escapó del pequeño bulto. El mocoso era extraño, desde sus ojos hasta su nombre y ese cabello lila, odiaba que su cabello fuera de ese color, era antinatural, sobre todo para un Saiyajin.

Frunció el ceño al volver escucharlo, era igual de escandaloso que la mujer que miraba a su primogénito como si fuese lo único allí que debía ser digno de apreciar. 

—Trunks denota ser un niño fuerte.—Vegeta levantó una de sus cejas completamente escéptico, su viejo suegro estaba chiflado y no le sorprendía que eso no haya cambiado en lo absoluto.

—Hmp, lo dudo—escupió sin un ápice de delicadeza, obviamente el Dr. Brief estaba acostumbrado a tales desplantes y sólo se limitó a palmearle el hombro como si fueran buenos amigos, no se quedó a averiguar la reacción de su único yerno y había ingresado al cuarto de su querida hija que cargaba con felicidad plena su único y hermoso nieto.

Vegeta gruñó. Quizás lo que más le molestaba no era su estúpido cabello lila, sino el hecho de que no hubiera una pizca de ki en su diminuto cuerpecito semi humano.

Había tenido un hijo débil, desde su punto de vista, y no había nada más que deseara que acabar con la vida de aquella criatura debilucha. Tal vez de esa manera, todo lo que sentía, desaparecería.

Eso lo hubiese hecho feliz, si eso hubiera sucedido tiempo atrás. Cuando era despiadado, frío y calculador. 

Un asesino...

Demonios.

No podía hacerlo inmediatamente como quería, y culpaba a Bulma por ello. Si ella no estuviera con él en ese instante, todo sería más ¿fácil? sí, apretó sus puños con fuerza. No sería ahora pero tal vez si a la noche.

Desapareció por varias horas, ocupando su mente en la Cámara de Gravedad, mientras ideaba la forma de deshacerse del niño sin que nadie se enterara. 

Podría tener más hijos, fuertes y con el color de su cabello.

Era un plan perfecto, sí que lo era.

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El sol había caído, escuchaba un par de grillos mientras cruzaba el patio de la Corporación Cápsula, bajo el silencio total interrumpido a veces por crujidos normales de las puertas o del techo. 

Todo estaba en orden, suegros y la mujer durmiendo, la servidumbre del otro lado de la mansión y el mocoso sólo en su cuarto.

Con el sigilo de un gato en cacería se acercó a la habitación de su hijo. Sus pasos apenas eran un roce con el suelo y sus movimientos una exhalación. Era un ente, un susurro de la noche.

Sin haberlo premeditado, ya se encontraba frente a la cuna. Sólo era levantar la mano y atravesar el cuerpo del niño con una descarga de ki.

Simple y sin complejidades si éste no hubiera abierto sus ojitos azules, era como si la mujer lo estuviera mirando. Tan penetrantes y caladores de almas.

—Eres débil, no me mires así, insecto.—masculló en un susurro, una luz violeta proveniente de su dedo comenzaba a iluminar la habitación. Sólo debía desearlo y todo ese martirio se terminaría. Pero el pequeño e inocente Trunks no apartaba su mirada de él.

Era como un valiente y gallardo guerrero con armadura de acero, orgulloso de recibir la muerte después de valerosas proezas. Como una amiga más, sin una pizca de miedo.

Su cabello era lila, debía ser suficiente motivación para acabarlo. Sin embargo no había podido. Esos ojos mirándolo con intensidad y más tarde culpándolo por su fechoría había sido suficientemente convincente para tirar todo por el caño.

El niño le había ganado y sólo había bastado una mirada.

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—Buenos días, Vegeta.—Bulma había pasado frente a él cargando al bebé en sus brazos, éste gruñó y volvió a lo suyo en cuanto pudo. 

Su rostro se denotaba cansado. Quizás algún pobre diablo podría opinar que era porque pasaba mucho tiempo en la Cámara de Gravedad, que su cansancio se debía a ello. Pero Vegeta estaba seguro  que ni el más duro ejercicio podía cansar tanto como tomar una decisión y estar toda la noche pensando si aquella era la correcta.

¿Dejarlo con vida o matarlo? 

Y allí estaba su repuesta, mientras comía lo que fuera que su rara suegra le había preparado, miraba como el mocoso era amamantado frente a él con su estúpido cabello lila.

Su padre, el magnífico Rey Vegeta, debía estar revolcándose en su tumba y todos sus súbditos juntos.

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Publicado también en Fanficslandia como Paulijem y en Wattpad como Paulitah07.

Espero que les haya gustado.

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