¿Un Weasley, Slytherin?


Capítulo 2


-¿Quiénes vendrán, mamá?-había preguntado Ginny mientras ayudaba a su madre a poner la mesa. Molly suspiró mientras sonreía levemente y lavaba las verduras.

-Bueno, los de siempre. ¿Recuerdas a tu tíos Carl y Daniel?-ésta negó con la cabeza a penas recordaba cómo eran sus tíos, la primera vez que esa reunión se llevó a cabo era tan pequeña como Ron, aunque éste último recordaba todo con lujo de detalles-ya los vas a conocer; también viene tu abuela, tu tía Margaret-Ron desde el otro lado de la cocina se mofaba de cada nombre que su madre decía, cada uno era peor que otro, algunos eran idealistas de la sangre, otros sólo les interesaba los negocios, su abuela los modales, sus tíos gemelos molestar como sus hermanos. Y así una larga y extensa lista de hermanos y hermanas de su padre y otros de su madre llegaban a la Madriguera cada diez años.-oh, se me estaba olvidando que también se nos une Robert Weasley. Hace mucho tiempo que no lo vemos.- La joven miró a su madre de reojo, había podido percibir cierta incomodidad de su madre al pronunciar el nombre de dicho Weasley, sin ver ella, una razón aparente. En cuanto al pelirrojo se tensó en un instante al escuchar ese nombre;  si no fuese por milagro de Merlín y Dumblendore juntos, se hubiese atragantado con el pastelillo que se había metido en la boca.

-¿Estás bien?-éste se giró con los ojos bien abiertos hacia Harry que lo miraba divertido. Mientras que él, con todas sus fuerzas, trataba de tragar. Asintió repetidas veces hasta ser capaz de engullir el endemoniado pastelillo.

-Mátame Harry, mátame.-el pelinegro se sentó con suavidad junto a él.

-Tú sólo casi te matas, no necesitas de mi ayuda para eso-rio, pero dejó de hacerlo al ver la angustia de su amigo, aquella misma que llevaba desde que había recibido la imperiosa carta de su madre, avisándole y obligándole ir a la reunión familiar dos semanas atrás.- ¿por qué, por qué odias esto? Daría lo que sea por tener una familia así.

-Sé que sonaré como un “insensible- estúpido”, como siempre dice Hermione que soy. Pero es mejor no tener cosas como éstas; tener una familia numerosa, Harry, no te hace feliz. Es más, amarga tu existencia hasta el punto en que te sientes como una asquerosa cucaracha.-Fred y George en silencio se habían acercado al escuchar a su “Ronnie”. Ellos a ciencia cierta sabían el porqué de la resistencia de Ron a esas reuniones. El más afectado siempre era el muchacho-es por eso que lo odio… -se puso de pie y dejó a su mejor amigo solo en el sofá pasando por al lado de sus hermanos mayores, sin siquiera darles una mirada.

Ambos pelirrojos se acercaron al pelinegro, apenados. Ninguno de los tres sabían cómo empezar y no fueron necesarias las palabras, cuando el grito de la matriarca Weasley, los llamó a la mesa. De apoco empezaron a llegar a la misma Hermione, Draco, Percy y su esposa, Bill y Fleur, Charlie, Harry y Ginny, los problemáticos Gemelos y Arthur, sin embargo, Ron no apareció. Molly comenzó a refunfuñar ante la pronta desaparición de su hijo, sin excusas de por medio. Arthur miró a sus hijos con una sugerente mirada. Sabiendo que alguno de ellos sabría algo. Pero ninguno mencionó nada.


-

Sus ojos azules miraban la luna llena. La mañana, la tarde se habían esfumado entre sus cavilaciones y sus divagaciones que lo atormentaban. Se había escabullido de todos, incluso de sus mismos amigos. Necesitaba, precisaba, estar solo. Cualquiera podría simplemente tratarlo de un exagerado, un completo desquiciado. Pero no podía más que sentirse así, miserable, como un sapo de otro pozo.

Robert Weasley…

Ese maldito nombre resonaba en su cabeza una y otra vez, sin cesar, robándole la poca paz que había conseguido en esas, casi, doce horas de martirio. La sombra de su pequeño pasado. El gran secreto que sólo pocos sabían. Robert Weasley, un nombre que pensó que no volvería a pronunciar en su vida. Sin embargo, se había equivocado, había confiado más de la cuenta en el simple “nunca”.

-mierda, mierda y mil veces ¡mierda!-el pelirrojo miró hacia donde provenían las injurias. No muy lejos de donde estaba pudo divisar la silueta de cierto rubio que le caía peor que mal, pero eso no parecía surtir efecto en ese instante. Apenas había luz en ese rincón de su hogar, pero su inconfundible persona podía ser identificada a leguas. Parecía angustiado, furioso consigo mismo ¿Cómo lo podía notar? Él se sentía así, él podía comprender aquello.

-Créeme, eso no funciona-mencionó bajo la potente luz de la luna. Malfoy pareció soltar un gemido del susto. Su mano instintivamente se había dirigido a su bolsillo donde “supuestamente” debía estar su maldita varita. Pero recordó, tristemente, que no la tenía. ¡Por las mierdas de Merlín! Siguió despotricando mentalmente.

-¡estúpida comadreja!, pude haberte matado de haber tenido mi varita-Ron rio con gracia, omitiendo el insulto del mismo. Su risa había sido tan seca y muy mal disimulada que no lo notó.

-ya lo creo-respondió, tomando por sorpresa a Draco ante el desinterés que había utilizado en esa simple frase. El rubio estaba seguro, que de haber estado lúcido, lo habría agarrado a golpes. De esa manera tan muggle que solía usar.- ¿y…qué produjo tu enojo? ¿Es que has descubierto que en verdad eres un hurón albino, feo y peludo?

-muy gracioso-susurró, como el siseo de una serpiente. Serpiente que interiormente era. Se acercó al pelirrojo que apenas se distinguía su rostro y ese tan común cabello rojo- miró hacia todas las direcciones, no querría ser descubierto en una posible tregua que, de por sí no había sido decidido por ninguno de los dos-. Se sentó a su lado, no sabía por qué lo hacía. Tal vez todo eso lo estaba volviendo loco. Todos ellos lo estaban y era contagioso. No quería admitir que sólo había cambiado. Un Malfoy no cambiaba, era y siempre era, pero nunca, jamás se hablaba de cambiar-¿Alguna vez, has hecho algo de lo que te puedes arrepentir, pero que realmente no importa?-Ron soltó un pequeño suspiro y se removió nervioso sobre su asiento. No tenía planeado hablar con su archi enemigo. Era una pesadilla. Aunque sabía que todo había cambiado, que todo debía cambiar, pero era difícil no verlo como tal.

-por donde empiezo-respondió apesadumbrado-¿y tú? No pareces ser alguien como yo. No creo que seas tan estúpido como para hacerlo.

-no me conoces Weasley, he hecho estupideces ¿no lo recuerdas?-preguntó subiendo la manga de su camisa hasta su antebrazo-me convertí en un maldito mortífago y…

-¿y?-Malfoy tragó con dificultad. No estaba seguro de soltar eso que tanto pesaba en su interior a quién le daría una muerte lenta y dolorosa.

-y, besé a Granger.-cerró los ojos con fuerza, tanto como sus dientes dentro de su boca.

-¿y eso es malo, por qué…?-abrió los ojos tan rápido que sintió que se le salían. Esperaba cualquier cosa menos eso. El mundo debía estar por acabar, no sólo por esa estúpida pregunta sino por estar hablando nada menos con un traidor a la sangre, amigos de Muggles y de Potty, que además no había asistido en las que serían sus horas favoritas-almuerzo y cena-.

-en verdad estás mal-opinó mirándolo de reojo-¡Es tu estúpida mejor amiga! Y preguntas ¿por qué es malo? Realmente iré con cara-rajada para que me golpee o cualquier otro Weasley.

-tienes razón debería golpearte-concedió-pero no serviría de nada, en el corazón no se manda-susurró con la mirada perdida- y antes de tan sólo ponerte un dedo en ti, ella me golpearía dos veces más duro-añadió con tranquilidad que el rubio le sacaría a escobazos si eso era posible y legal.

-No lo entiendes Weasley, lo del el profeta sólo fue un aviso.

-claro que lo entiendo, yo también temo por ella. Tu pescuezo tiene precio. Es un hecho, no podemos ignorarlo tan fácilmente. Pero Hermione es hija de Muggles, una brillante bruja, pero una hija de Muggles al fin y al cabo, eso sólo te lleva a pensar que quien más está expuesta al peligro es ella y no uno mismo-sus ojos azules se clavaron en los grises del muchacho.-sabes que todo esto es verdad-añadió con seriedad-pero no puedes echarlo a la basura en el primer intento. Eso sería ser un completísimo cobarde.

-una de dos, esto es un mundo paralelo o hemos perdido la cordura.


~*~

-¡No corran niños o se lastimarán!-grita una mujer de cabellos rojizos mirando a sus dos pequeños hijos revolotear por la cocina, dos hijos de siete. Era admirable ver como aquella madre podía recordar con naturalidad todos sus nombres. Excepto claro, de aquellos traviesos gemelos que se cambiaban el nombre con habitualidad. Los dos pequeños pelirrojos juegan a quién es el mago más veloz. Claramente el pequeño Ron tiene la certeza de que él lo es. Sin embargo, se asombra de la rapidez de las diminutas piernitas de su hermana menor.

Aunque eso no le importó. Amaba a su hermana con todo su ser, no se lo diría jamás, claro. Era una regla básica de los hermanos mayores. Pero nunca dejaría que le hiciesen daño. Estaba seguro de ello. Ambos comienzan a subir las escaleras. Ginny lo hace torpemente pero la sonrisa no escapa de sus pequeños labios. Ron no mira hacia atrás él está enfrascado en el arduo labor de tratar de subir los escalones, apenas se llevan unos años de diferencia, pero no por eso es tan ágil. Corre entre los estrechos pasillos hasta que queda accidentalmente frente la puerta del pequeñísimo despacho de su padre, donde guarda artilugios divertidos y coloridos que pocas veces le deja mirar. La puerta está entreabierta, escucha voces y luego gritos. Se sobresalta al sentir las manos de su hermanita agarrar su brazo. Él le hace un gesto con su dedito para que guarde silencio.

-¡Inaudito Robert! No puedes abandonarlo así. ¡No puedes! Sólo es un pequeño, ¡sólo un pequeño!

-¡Esa es mi decisión, Arthur! Puedes quedártelo si quieres-había susurrado como si hablara de cualquier pieza de puzzle. –si es que no quieres que lo deje en un orfanatorio.

-eres como todos ellos, frívolos y sin sentimientos.-decía indignado Arthur Weasley- Pero pierde cuidado. Ron no será así, no como tú-Ginny tiraba de su mano insistente, ya lo había hecho pero la había ignorado. Pero la pequeña quería ir al baño y no alcanzaba siquiera el picaporte y necesitaba de su “hermano”.

-¿Qué?-preguntó malhumorado.

-Necesito ir al baño Ron-decía muy bajito dando pequeño saltitos. Él volvió su mirada azulina hacia la puerta y luego hacía su hermana y resignado la tomó de la mano. Guiándola hacia el baño desaparecieron de ahí justo cuando la puerta era abierta por completo y salía de aquel poco espacioso despacho, un muchacho de no más de veinte y tantos años. Su cabello corto y rojizo contrastaba con su piel clara y esos salvajes y obscuros ojos azules. Sus gestos eran duros y fríos al igual que sus facciones. Era un Weasley y a la vez no.

Los pequeños ojitos de Ron lo miraban con temor y decepción. Aun sin comprender todo lo que había escuchado sabía que, un parte de él, exigía no saber nunca más de aquel Robert Weasley. Jamás, en lo que le quedaba de vida, aún si esta era corta.

-¿Ron? ¡Ronald!-Ginny movía con preocupación a su hermano. Se encontraba en la cama hecha como la había dejado su madre el día anterior. Estaba vestido de pies a cabeza, evidencia de haberse quedado tal y como había llegado en la mañana del día de ayer.

-¿Qué? ¿No estás demasiado grande para que te acompañe al baño?-murmuró entre sueños dando un largo bostezo. Alejándola a manotazos.

-ya déjate de juegos. Llegarán los invitados y no estás presentable.

-¿quién demonios quiere estarlo?-preguntó babeando aún la almohada.

-¡Ronald Weasley, no me des motivo para patearte el trasero!-lo tomó de los pies y lo lanzó contra el piso sin siquiera esperar otra de sus conocidas protestas. Draco, quien iba pasando por el pequeño y angosto pasillo detrás de Hermione, algo que se había convertido en algo habitual, quedó más pálido de lo que estaba al ver tan brutal imagen. No dudó ni dos segundos en salir de allí despavorido. Descansa en paz Potty pensó el blondo con un frío sudor recorrerle la espalda. La pequeña comadreja había resultado ser más aterradora que un Dementor.

-rayos Ginny déjame en paz-murmuró desde el suelo con serenidad. Ginny iba a golpearlo pero no logró hacerlo, algo hizo que la pelirroja se llevara las manos al pecho, sin poder saber porque verlo así le hacía daño; era más allá que sentir preocupación, era pena y un hermano no podía sentir pena de su par. Era inaudito.

-Ron, maldición. Deja de estar así, nos haces daño-susurró sentándose a su lado-por favor, sé que muchos saben que sucede pero yo no, tus amigos mucho menos. ¿Qué es lo que sucede?-los ojos azules de Ron la miraron con melancolía, mientras hacía el gran esfuerzo de reincorporarse.

-no tienes porqué saberlo hermanita-colocó su mano sobre el hombro de ella y le sonrió sin muchos ánimos pero con sinceridad-es mejor así, es más sano así.-un carraspeo los sacó de su letargo, provocando que automáticamente miraran hacia la puerta. Molly se encontraba allí con sus ojos que desprendían ese cálido cariño maternal, que en los momento más difíciles había sido suficiente para seguir luchando, pero que para él en ese mismo instante le hacía pensar que no era merecedor de tales sentimientos. Ginny se puso de pie con suavidad seguida de su hermano.-mamá, buenos días.

-Déjanos solos cariño-Ginny miró al pelirrojo que mantenía su mirada sobre su madre. Asintió antes de retirarse.-hijo…

-tu sabes que no lo soy-comentó éste interrumpiendo a la mujer de temperamento formidable.

-Eres y siempre serás mi hijo. Yo te crie como si hubieses salido de mí y eso nadie podrá negármelo, mi amor-la mujer lo tomó de la manos con delicadeza para darle un suave beso-eres un Weasley, un Gryffindor, un gran amigo, un gran hijo, hermano y un respetable Auror. Estamos orgullosos de lo que te has convertido y eso tiene que ser suficiente para demostrarle al mundo que lo lograste cuando nadie, tal vez, tenía fe en ti. Ve a esa sala con la frente en alto y demuéstrales a todos que eres más de lo que tú piensas. No estás solo y jamás lo estarás. No debes pagar los errores de los demás, no es tu deber.

-gracias, pero tanto tú madre como yo sabemos que eso nunca será suficiente. Soy hijo de una maldita serpiente, quién me abandonó cuando más lo necesité. Y eso nunca, aunque ya perdonado esté, lo superaré.-la pasó por al lado con angustia estampada en su joven rostro-lo lamento-añadió antes de perderse entre las sombras.

-yo lo siento aún más- Molly clavó su mirada en la ventana. El mundo solía ser realmente cruel cuando se lo proponía y nadie podía siquiera encontrar algo de paz para volver a comenzar, no cuando era preciso. Tomó el suficiente valor y decidió volver con los invitados. No era tan descabellado como recordar que existía un Weasley Slytherin. Estaba segura de ello.


~*~

-¡Expelliarmus!-una muchacha de cabellos rubios corrió por la sala de su casa hasta quedar específicamente detrás de la pared que la separaba de la misma. Su mano se aferraba a la varita como si la vida dependiera de ella.

-¿dónde te metiste perra?-canturreó su atacante pasando con habilidad su varita por sus manos-hoy estoy de buen humor, así que… ¡Aparece maldita!-exclamó buscándola entre los muebles.-no me importa que seas una Nott, la verdad es que me da la misma mierda, tu sabes…

-¡Avada Kedavra!-susurró una voz perfectamente detrás de él, con una gélida mirada azul-lo sé, la verdad es que a mí también me da la misma mierda que sepas siquiera atreverte a decir mi apellido con tu asquerosa boca-masculló el hombre bajando su mano. El cabello negro apenas se había movido con tan simple gesto.

-Creo que ya es hora de dar aviso a Harry de esto-opinó la chica saliendo de su escondite, alerta aún de sus alrededores.

-¿estás bien?-preguntó acerándose a ella dándole un necesitado y desesperado abrazo-creí que no llegaría a tiempo.

-sé defenderme, querido-susurró dulcemente enterrando su rostro en el pecho de su esposo-estamos bien-añadió con una sonrisa tocándose el vientre.

-salgamos de aquí. Estoy seguro de que éste no será el único ataque.

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