ESTIMA / Capítulo: [1]

C A P Í T U L O 1



Se sonrió a sí misma en el espejo del cuarto que compartía con su esposo. No hacía más que un par de días que se habían enterado que serían padres y no cabía en sí misma aquella tan extraña felicidad. Pues así la sentía, extraña. No era similar a esa sensación que poseía al cumplir años, al recibir un regalo inesperado o un libro nuevo. Era diferente, era hermoso. Como millones de mariposas revoloteando en su estómago, mucho peor y a la vez mejor que recibir un beso de su amado.

-Mírate, pareces que saldrás flotando en cualquier momento -ella se cruzó de brazos y levantó una ceja con actitud seria pero más que fingida. Mirando fijamente el reflejo de su esposo que sonrió nervioso. -¡Pero de felicidad! No me malinterpretes, Dios ya deja de mirarme así. -Benjamín Kirby, tenía veintiocho años y era el único heredero de un imperio empresarial de bienes raíces. Toda su vida había sido lujos y buen pasar, pero a diferencia de otros en su posición él era un hombre caballeroso, sumamente humilde y cariñoso con los suyos.

Avery lo había conocido en la biblioteca de la Universidad Estatal de Massachusetts, mientras él recorría el sitio para la nueva renovación y ella buscando un libro para pasar el exámen de contabilidad. Digamos que ambos se fueron ese día con un gran dolor de cabeza pero más que encantados el uno con el otro. Luego, bueno, simplemente las cosas sucedieron conforme a lo que el destino tenía preparado para ambos.

Y ahora serían padres después de dos años de casados. Todo parecía sumamente perfecto para los dos y ambas familias. Quizá, se aventuraban a pensar, no existía nada que lo pudiera arruinar. Eran especialmente un familia muy positiva.

-¿Ya tienes que irte? -Ben sonrió mientras cerraba la maleta que había estado todo ese tiempo sobre la cama.

-Sabes que es necesario, cariño. -Sintió la tibieza de su esposa quién estrechaba su cuerpo entre sus brazos. Irse siempre era un martirio y ahora aún más. Pero los gajes del oficio iban de la mano del sacrificio.

-Pues te extrañaremos -susurró lo suficientemente alto para él. Se giró para estar frente a frente, llevó sus manos a su rostro y lo acarició con delicadeza. Sabía que había tenido mucha suerte en encontrarla, no se imaginaba no tenerla consigo. Su vida hubiera sido muy diferente de no haberse cruzado su camino con el de ella. De eso estaba más que seguro.

-Intentaré estar aquí pronto. Mientras tanto me temo que debemos hablar sobre tu seguridad. -Ella bufó y se separó de él con molestia. -Es necesario, ¿por qué no lo entiendes?

-Ben, yo creo que es paranoia. ¿Quién podría hacerme daño?

-Vivimos una sociedad peligrosa. Sé que te encanta dar tus paseos ¿y si alguien más lo sabe? Todo el mundo conoce a la esposa de Ben Kirby. -Sentenció arrugando el entrecejo. -El dinero para mí es lo de menos, pero tu vida es más importante que cualquier otra cosa en este mundo para mí. Por favor, ayúdame en esto. Será la última vez que te lo pida -añadió con suavidad. Una coartada perfecta para ganar finalmente esa batalla y Avery era consciente de ello, con esas dulces palabras había perdido.

-No puedo creerlo -masculló, rodó los ojos y asintió. Ben iba a abrir la boca cuando ella lo interrumpió. -No te atrevas a festejar. -Él levantó sus manos en son de paz, sin embargo aún así sonrió con sorna.

~•~

-¿Estás seguro que es aquí? -se detuvo frente a unas rejas negras, desde allí podía ver un largo camino de adoquines que llegaba hasta una mansión con una fachada moderna. Acomodó el teléfono en su otra oreja y bajó sus anteojos de sol hasta el puente de su nariz. -No veo un maldito timbre aquí -rodó los ojos al escuchar la voz del otro lado, sin embargo su actitud reacia no cambió. -Bien, piérdete Pepper. -Cortó la llamada y salió del auto. Después de ocho años encerrado en un maldito Colegio de soldaditos, ese era su primer empleo para reinsertarse en la sociedad como un jodido ciudadano más. Llevaba tres meses en el rubro de seguridad, no era nada del otro mundo y la paga era un asco, sin embargo podía ser relativamente peor.

La vida, al final, era un asco con o sin mariposas.

Se acercó a la reja y buscó con la mirada algún botón en los pilares que la sostenían. Aunque no encontró uno, sino una pantalla que se encendió apenas detectó su presencia. En la misma apareció un rostro, un hombre de treinta y tantos, casi pisando los cuarentas mirarlo con seriedad.

-Identifíquese.

-William Trainor, soy de Adalid Seguridad. -Murmuró con monotonía mostrando su identificación, la que sin ganas había sacado del bolsillo de su traje negro.

-Bienvenido, Señor Trainor. Las rejas se abrirán inmediatamente, el mayordomo de la familia lo esperará en la puerta. Que tenga un buen día. -El hombre desapareció y en cuestión de segundos escuchó un pitido y una pequeña vibración en el suelo, la entrada estaba siendo abierta con suma lentitud. Volvió a su coche e ingresó al asiento del conductor con hastío. En minutos conocería finalmente al supuesto «Señor Kirby», el mismo que había causado revuelo en la corporación al solicitar el servicio de seguridad, dando más dinero de lo necesario para acaparar lo mejor de lo mejor para el cuidado de su esposa.

Y él era supuestamente lo que Adalid Seguridad consideraba como «lo mejor de lo mejor».


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