Leche y Café 6: Espías.



Draco buscó por todas partes de su casa: en el patio, la cocina, su despacho, incluso en las habitaciones de cada uno y sin embargo, ni aún así, logró encontrar a los gemelos. Estaba bastante intrigado y más que desesperado por no hacerlo. Sabía que eran niños de ocho años, prácticamente no podían hacerse daño como un par de bebés, pero nunca dejaba de inquietarle que algo les pasara a sus hijos. De hecho no dejaba de enviarle cartas a su Rose con específicos consejos de cuidado: «siempre alerta», «no te juntes con Potter», «no olvides cepillar tu cabello tres veces al día». De hecho, era alguien más que obsesivo con ello, más que Hermione.

—¡Hermione! —la castaña estaba en el baño de su habitación colocándose labial en ese momento, que lamentablemente pasó de su boca a su mejilla.

—Demonios. —tomó su varita con urgencia y se apuntó así misma —Fregotego.

—Hermione.

—¿Qué sucede? —salió del baño moviendo su varita con destreza trenzando su cabello.

—Necesito a los gemelos.

—¿Para qué? —preguntó curiosa, Draco fingió estar ofendido y llevó su mano a su pecho dramáticamente.

—¿Debería tener un motivo para pasar tiempo con mis hijos?

—¿Conociéndote? Sí.

—Auch, eso sí dolió, Granger. —Hermione rió suavemente y caminó hacia el armario.

—Están en el ático, como siempre. No preguntes porqué, sólo búscalos ahí —sacó el conjunto que siempre llevaba al Ministerio y miró a Draco que aún estaba parado cerca de la puerta. —A veces me recuerdan a Fred y George. No me gustaría enterarme que hacen, por simple despecho.

—Pues más adelante lo lamentarás. Si McGonagall sigue viva para entonces, querrá suicidarse. Y esta vez sí lo hará, ya fue demasiado extraño que no lo hubiera hecho luego de que James Potter II y Fred Weasley II, empezaran Hogwarts.

—Que delicado. —mencionó ésta mientras Draco comenzaba a salir de la habitación.

—¡Sé lo que digo! —exclamó desde el pasillo.

~@~

El ático, el ático, ni siquiera sabía que había uno aquí.

Subió rápidamente el otro tramo de escaleras. Hubiera usado magia y aparecerse sin más en el ático. Sin embargo sabía que haciéndolo perdería a sus hijos provocándole un infarto del susto y su vida si Hermione se enteraba.

Cuando estaba a unos cuántos pasos escuchó un par risitas y luego una pequeña explosión.

Demonios, lo que me faltaba.

—¿Chicos? —preguntó después de golpear la puerta.

—Rayos, Isaac ¡es papá! —Draco rodó los ojos mientras escuchaba sus pasos apresurados dentro del ático, murmullos y maldiciones que esperaba no lo hubieran aprendido de él.

—Si saben que los escucho ¿cierto? —la puerta se abrió repentinamente y esta misma dejó a la vista dos cabecitas rubias y dos pares de ojitos llenos de falsa y fingida inocencia. —Ajá, quiten esas caras, sé que estaban haciendo algo ilegal —el rubio los observó detenidamente antes de volver hablar. — Necesito de su ayuda.

—¿Cuál tipo de ayuda? —preguntó Isaac mirando sus uñas.

—¿Existen tipos de ayuda?

—Bueno, —dijo esta vez Isaiah —está la ayuda que pide mamá, la ayuda que piden los abuelos, la ayuda que...

—Ya, ya entendí. Veamos... —Draco se apoyó en el umbral de la puerta y colocó su mejor cara pensativa. —Necesito la ayuda ¿traviesa?


~@~

Pocas veces se había aventurado con ganas por el Mundo Muggle, una vez lo había hecho con Rose buscando un regalo de cumpleaños para Hermione y no había terminado exactamente de la mejor forma. Pero a estas alturas, Draco, estaba seguro que sus objetivos eran un tanto más egoístas. Además, ya no le tenía miedo a los taxis.

—Bien, ¿tienen sus cámaras?

—¿Estás seguro que mamá aprueba esto? —Isaiah no era cobarde, de hecho creía que él era el promotor de la mayoría de sus travesuras cometidas con su gemelo. Pero cada vez que planeaban algo, el rostro de Hermione Malfoy, su madre, aparecía para hostigarlo.

—¿Qué mamá? —los gemelos se miraron y se sonrieron. Cuando su padre se ponía en aquella faceta rebelde, lograba que su admiración creciera un nivel más de lo ya estaba. Guardaron sus cámaras de fotos bajo sus chaquetas e ingresaron a la cafetería. Un hombre de camisa blanca y chaleco rojo les dio la bienvenida, los llevó a una mesa lo suficientemente lejos y lo necesariamente cerca de su objetivo. Al menos eso creía, pues había averiguado la mesa y en la hora que llegaría.

Un café y dos malteadas después, Rita Skeeter apareció y Draco Malfoy sonrió de par en par.

—¿Ahora?

—Muévanse.

~@~

—El caso de la liberación de Astoria está siendo polémica. Nadie quiere que eso suceda y sin embargo, no es posible negarle su libertad. —Hermione removía su cena sin ánimos y miró a Draco.

—No sé que esperas que opine.

—Lo sé, es sólo que ¿y si todos ellos tienen razón? —suspiró y negó con la cabeza. Formuló una sonrisa y miró a sus hijos. —En fin, eso no importa ¿qué tal la pasaron? —los gemelos levantaron la cabeza repentinamente de sus comidas y miraron hacia su padre que negaba en silencio.

—Fuimos...

—Por unas malteadas, muy ricas, demasiadas deliciosas ¿verdad, Isaiah?

—Sí, es cierto, muy ricas.

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