Leche y Café 5: Blaise, tiene bodafobia.




El Ministerio de Magia estaba demasiado concurrido ese día, Kingsley iba anunciar nuevas reformas y responder preguntas sobre la liberación de Astoria Greengrass. Pues después del artículo escrito de Rita Skeeter en la que ponía en duda la justicia del Ministerio, la confianza que se había establecido entre magos y brujas después de aquellos días oscuros, se vio violentamente fracturada. Y el Ministro necesitaba que volviera a restablecerse y que la paz inundara nuevamente los hogares de todos. Ya que era evidente la inquietud de su gente.

Hermione sabía que lo lograría, pero Rita estaba entre el tumulto de gente siguiendo a Shacklebolt con sus sucias y astutas preguntas. Sabía que algo tramaba, y no es como si no conociera sus verdaderas intenciones.

—Primera ¿cómo le haces, Granger?—Blaise llevaba consigo una sonrisita que a la castaña le pareció demasiada nerviosa para tratarse de él. Tenía leves ojeras enmarcar sus ojos y una barba insípida notarse en su barbilla. Además, al parecer también había olvidado que el "Granger" ya no era parte de ella, no tanto como antes, claro.

—¿Y a ti qué te sucede?

—No preguntes.

—Lamento la tardanza —soltó Ron, llegando a ellos con la voz entre cortada. Como si hubiera corrido todo el trayecto de su casa al Ministerio. —¿Por qué ese aspecto demacrado, Zabini?

—¡Tú tampoco preguntes!

—Bueno, bueno. Que mal humor —le susurró a Hermione, quién se encogió de hombros. En eso Harry se les unió, llevaba unas carpetas bajo el brazo derecho y una caja en el otro. Al parecer tenía trabajo para todos y un buen chisme en la punta de su lengua.

—¿Cómo es-

—No te atrevas a preguntar cómo estamos, Potter. Hagamos esto ¿sí? —El moreno abrió la puerta de la pequeña oficina, mascullando algo sobre "hacer innecesarias preguntas gryffindorianas" y se adentró, dejando al resto muy confundidos.

—La boda lo está consumiendo.

—Sé lo que se siente —dijeron al unísono, Harry y Ron. Hermione rodó los ojos y los pasó por al lado, imitando la actitud de Blaise soltando un "hombres", con cierto tono indignado antes de desaparecer en el interior del pequeño espacio al que llamaban sala de reuniones.

—¿Tú entendiste algo, Harry?

—Ni idea.

~@~

—Tendremos que pasar la fecha de la boda, para un día antes de Navidad. —Narcissa quedó con su taza de té a medio camino, cuando Pansy sin un poco de sensibilidad, soltó las últimas noticias.

—¿Qué?

—Así como lo escuchas, Cissa. Blaise escuchó la palabra boda y salió prácticamente corriendo de la casa de mis padres ¿puedes creerlo? A estas alturas llegaré al altar como una pasa de uva.

—¿Y no hay forma de convencerlo, querida? —Pansy bufó, tratándose de Blaise y su Bodafobia severa, dudaba que existiera una manera de hacerlo; ni siquiera accediendo a su ridícula obsesión por hacer el pastel en forma de quaffle serviría.

—No.

~@~

—¿Qué carajos es Bodafobia? —rió Ron haciendo vibrar las finas paredes de su base de operaciones. Como le decía Hermione comúnmente, cuando bromeaba sobre ello.

—Miedo a las b-b, ¡ya sabes! Tengo un severo miedo a las estúpidas fiestas prenupciales. ¡Y no te atrevas a reírte, Weasley! —El pelirrojo simplemente sonrió. Sin embargo, era más que sabido que estaba sufriendo internamente.

—Pues no puede seguir retrasándose. Pansy te dejará por alguien que tenga lo pantalones bien puestos y le diga que sí, sin vacilar cada vez que escucha "boda" en alguna parte. —dijo la castaña atravesándolo con la mirada. Pero Blaise se tapó las orejas con sus manos y cerró los ojos.

—¡Ay, no la digas!

—Boda, boda, boda —comenzaron a decir Harry y Ron en un arranque infantil y fueron callados por las cachetadas de Hermione en sus cabezas.

—¡Por Merlín, se comportan como niños! ¡Mejor vayamos a lo más importante, ¿está claro?!—los tres hombres se sentaron derechos y asintieron. —Perfecto.

~@~

Draco tenía una pequeña sonrisa estampada en su rostro. Primero, había recibido la primera carta de Rose desde Hogwarts. Sus manos le picaban por abrirla, pero estaba completamente seguro que si Hermione se enteraba de ello, le molería sus huesos con un simple movimiento de su meñique. Y segundo, luego de tanta búsqueda y pensarlo más de lo que debería haberlo hecho, había conseguido la forma a de vengarse de Rita Skeeter y sus malditas estupideces.

Realmente esa bruja se las pagaría.

—¿Papá?

—¿Qué necesitas, Isaac?

—¿Cómo sabes que soy yo y no Isaiah? —El rubio guardó el sobre rosa de su princesa en uno de los cajones de su escritorio y miró a los ojos a su pequeño hijo.

—Soy tu padre, Isaac. Además eres el gemelo más rellenito.

—Eso, si dolió. —fingió el niño, acudiendo claramente al chantaje con su carita de cachorro mojado, pero lo dejó ahí, sabiendo que su padre no caería en aquellos jueguitos como su madre. —Leímos con Isaíah algo muy peculiar en el Diario El Profeta, sobre tío Blaise.

—¿En serio, y qué era?

—Bodafobia. —Draco quedó con sus ojos color mercurio sobre los del pequeño Isaac un buen rato, antes de echarse a reír como maniático.

—¿Q-qué se supone qué es eso? ¡Por Merlín y sus tangas multicolores! —siguió riendo, olvidando por completo la presencia de uno de sus hijos.

—¿Qué son tangas? —la risa de Draco se apagó instantáneamente.

Demonios.

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