Canuto

                                  Capítulo 9


Se había imaginado todo el tiempo como sería escuchar al fin su aniñada voz, pero nunca pensó en verdad que se desmayaría como una princesa. Recordaría eso para siempre, después de todo sabía que James se lo traería a la memoria su principesco momento.

James, Lily, Harry, Elizabeth, Sam y Regulus lo rodeaban, los pequeños tocando su rostro y tirando de su cabello negro.

—¿Pedito Caduto, muedto?

—Pues yo creo que sí. —los ojos verdes de Harry se abrieron de par en par y Lily le dio una cachetada en la cabeza a James.

—Claro que no, Harry. Sólo está dormido.

—¿Papi?—Elizabeth sonrió y se puso a la altura de Sam, la pequeña tocaba con su diminuto dedito la mejilla pálida de Sirius, como si intentará no dañarlo.

—No te preocupes, Sammy, ya está por regresar.—James se rascó las manos y no lo soportó un minuto más, le dio una patada limpia en las piernas y Sirius inmediatamente abrió los ojos.

—Que sueño tan horrible.—se quejó sobándose el rostro con una de sus manos— Liz me decía que estaba embarazada y que Dumbledore se hacía trenzas en su larga y rara barba.

—Ambas son ciertas, Canuto ¿no lo recuerdas?—James se miraba las uñas mientras que Regulus hizo una mueca de desagrado ¿Dumbledure haciéndose trenzas? impensable.

—maldición.

—Papi—el muchacho olvidó de repente todo y se giró hacia Samanta que lo miraba con preocupación. Era tan preciosa y pequeña que no hacía más que obligarlo a sentirse cursi. Era tan adorable.

—mi pequeña.—sus pequeños bracitos lo rodearon y se quedaron así un par de minutos. No, nunca olvidaría aquello.

-

Diez años después...

Sirius suspiró por doceava vez. Una niña ya con once años recién cumplidos, empujaba el carrito con su baúl y la jaula de su gato raro a su lado. Una niña que no dejaba de  parlotear. Ni siquiera después de haberse cruzado con los Potter, con una distraída Tonks y un profesor Lunático.

La amaba, pero ahora quería simplemente ahogarla con una almohada si de esa manera dejaba de hablar.

Mientras más conocidos se interponían ante él todo el mundo había notado la ausencia de Elizabeth y su retoño más pequeño. Y a todos por igual había tenido que contarles una muy divertida y dramática historia sobre Nickolas yendo a San Mungo luego de que le creciera raramente una oreja más de lo normal.

Claro que la magia involuntaria había provocado aquello y realmente se veía feo. Nickolas amaba su buen parecer y había obligado a su madre a que lo llevara a sacarse eso. Sirius había sido culpado por ello, la señora Black creía que la vanidad que su hijo poseía no era más que por sus meros genes y su obsesión por mirarse al espejo.

Y todos estuvieron de acuerdo. A veces el mundo era desconsiderado y cruel.

—pero ¿y si quedo en Slytherin? Sé que es también una gran casa, pero ¿y si el sombrero seleccionador me manda allí?

—Sam.

—No quiero ir ahí, sin ofender al tío Regulus. Pero la verdad es que no me atrae ¿duele ponerse el sombrero?

—Sam.

—¿El Calamar Gigante es amistoso? ¿McGonagall me recibirá con los brazos abiertos? ¿es verdad que Filch en realidad es mujer?

—¡Sam!—Sirius masajeaba el puente de su nariz—si quedas en Slytherin estará bien, te voy a desheredar pero te seguiré amando. Segundo, puedes pedirle al sombrero que te envíe donde sea. Tercero, no duele ponerse el sobrero en la cabeza, mataré a Harry por ello. Cuarto, yo no me metería con el Calamar, es algo bipolar. Quinto, McGonagall querrá suicidarse, pero luego te dará galletas, sexto, lo de Filch es una posibilidad, y séptimo, Sam por el amor a Merlín ¡Ya deja de hacer preguntas! gracias.

—De nada, creo.—un tic apareció en el ojo derecho de Canuto. Pasaron sólo dos minutos de silencio, lo que tardaron en pasar una pequeña multitud de estudiantes y llegar hasta la parte dónde se dejaban los baúles.—entonces, hasta aquí llegamos.

—Así es.

—Que situación ¿eh?

—Totalmente.

—Bueno, al menos no llegamos tarde aquí.

—Deberían darnos un premio por ello—ambos pelinegros se miraron, el expreso de Hogwarts estaba siendo abordado mientras todo indicaba que pronto partirían. Sam se iría, Sirius jamás había llegado a esa conclusión hasta ahora.—¿Qué se dicen en estos momentos?

—Debimos ensayar.

—¿intentamos con un abrazo apretado y fuerte hasta que nos duelan los huesos?—Sam rió y sus ojos instantáneamente se llenaron de lágrimas.—cualquier padre ejemplar simplemente te diría que no te metas en problemas, pero todos saben que yo no soy uno de ellos. Así que te diré esto: has travesuras, pierde puntos, recupéralos con el Quidditch, sé valiente, ayuda a tus amigos, ríe, llora, disfrútalo. No temas a la magia, ella es parte de ti. Sé excepcionalmente ordinaria. Hogwarts siempre le brindará ayuda a aquel que se lo merezca, no estás sola y jamás sientas que cada decisión que tomes nos podría decepcionar ¿Olvido algo?

—Hacerle la vida imposible a Quejicus, el mundo debe saber que un Black no se somete ante nadie y menos por alguien llamado Severus Snape.

—¡Esa es mi hija!—el primer llamado de la locomotora inundó el andén 9 y 3/4 y Sam se separó de su padre.—es hora de partir, Sammy.

—¡Les escribiré!

—¡Espero que todos los días!—la pequeña Black comenzó a alejarse, llevaba una sonrisa traviesa en sus labios, mil historias estaban por comenzar, una nueva dinastía, y simplemente lo supo viendo el brillo de sus ojos. Canuto sonrió cuando la vió levantando su mano en despedida y tan pronto como lo hizo, la perdió entre la multitud.


Jamás se había sentido como un pendejo chillón. Si alguien lo viera en esos momentos simplemente dejaría su dignidad en el suelo como James al ver a Harry alejarse en el Expreso. No gracias, no quería ser un maricotas más. Pero era inevitable que un par de lágrimas calleran, en medio de una lucha por salvaguardar y preservar la paz en el mundo mágico, en una batalla por defender los derechos de todos, por igualdad, por libertad, el destino, les había otorgado aquello que nunca pensaron obtener alguna vez.




Una familia.


Separarse nunca sería fácil.


Tenía que admitir que millones de cosas habían sucedido en todos esos años, había sido primerizo para todo, tanto como para sus hijos, desde sus primeros pasos hasta sus primeras explosiones de magia.


Pero ninguna había sido tan especial como escucharlos. Las primeras palabras de un Black eran un tesoro.


Sólo las primeras.


La vida le había dado una oportunidad. Y si algún día la muerte viniese por él se llevaría consigo sus melodiosas vocecitas en lo más profundo de su corazón. Un Veja Buja y un Tío Feo grabado en su memoria para siempre.


Era feliz, estaba en paz y muy orgulloso. Nunca había apreciado tanto ser Sirius Black, un guapo y muy vanidoso, Canuto...




*°•'~Fin~'•°*




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