12: En libertad.



Astoria Greenggrass ¿está a punto de salir de Azkaban? 

No tenemos información oficial de que esto sea cierto. Pero mis fuentes confiables me han otorgado esta mañana lo que yo llamo «el broche de oro periodístico». 

Algo sucede en el Ministerio. Sí, como lo leen, algo nos están ocultando, mis queridos. El movimiento del Ministerio de Magia aumentó en las últimas horas. Supongo que ya notaron el buen número de Aurores merodeando por cada rincón del Mundo Mágico. Y sigo preguntándome por qué. 

Pero la tensión parece haber aumentado cuando se supo la posibilidad de que, Astoria Greenggrass, esté próxima a salir de Azkaban después de mucho tiempo. 

¿Qué está sucediendo? ¿Debemos alarmarnos? Yo les sugiero que sí. Pero sean positivos, no teman. 

Si saben de algo no duden en enviarme una lechuza con sus hipótesis, no tardaremos en publicar la próxima columna. 

Con amor. 

Rita Skeeter. 

Draco arrugó el Diario El Profeta y sin ningún tipo de ánimo lo lanzó sobre la mesa. No estaba dispuesto seguir leyendo a esa despreciable mujer, sus artículos sólo le provocaban furia y asco.
Jamás se detenía.

Llevó a sus labios la taza de porcelana que estaba a su lado; sintió el aroma y ese sabor familiar del limón y la canela bajar por su garganta con armonía. Ya había olvidado el sabor de aquella maravilla. Llevaba días ahogándose en café amargo en un vano intento de no sucumbir a las pesadillas -en aquellas que veía a Hermione morir en sus brazos-, pero no lo había logrado.

Aquellas imágenes no dejaban de repetirse. Y creía que en cualquier instante perdería la cordura y caería al profundo abismo de la paranoia, si seguía viéndolas.

—Está todo listo, no te aseguro que vaya a funcionar —escuchó que dijo a Blaise ingresar al salón de té; lo observó acercarse a él con un par de carpetas bajo el brazo y sentarse frente a él con cansancio —. Potter las obtuvo, de manera ilegal, claro pero es lo de menos —dijo soltando un suspiro —. Estuve toda la noche leyéndolas, Pansy se enojó conmigo, Bigotes se perdió. Al menos espero que valga la pena.

—Lamento que esto te haya causado problemas —Blaise hizo un gesto restándole importancia y le sonrió con amabilidad.

—Descuida, eso tiene solución. Sólo estoy... estresado.

—¿Cómo llegamos a ella?

Tomó las carpetas y abrió la primera de ellas. Se encontró con una fotografía de una mujer adulta que no superaba los sesenta años. Tenía una mirada intimidante y sobre todo, confiable.

—Esa es la parte divertida, ella vive en una zona Muggle. Pero no es una zona Muggle cualquiera —Blaise lo miró fijamente mientras entrelazaba sus manos sobre la mesa —, ellos saben sobre la magia. Mary Denvers es la única bruja ahí y ha salvado a más de la mitad de los muggles que residen en aquel barrio, a las afueras de Londres, de formas diferentes —el moreno se mordió el labio —. A lo largo de su vida se ganó varios enemigos, así que encerró ese pueblo con un potente encantamiento protector. Así que...

—Maldición.

—Supongo que comprendiste perfectamente el punto al que quiero llegar.

—¿Potter y Weasley? —este negó con la cabeza.

—El Ministro los llamó, no pueden acompañarnos.

—Por supuesto, eso era exactamente lo que debía suceder —soltó con sarcasmo chasqueando la lengua —. No tenemos alternativa, necesito a esa bruja.

—Tiene un historial interesante: perteneció a los Aurores de Francia, formó parte de la Orden Americana y fue directora del hospital mágico de Rusia por un par de años, antes de llegar a ese pueblo Muggle. Supongo que lograremos dar con Hermione, estoy convencido de ello. Es talentosa.

—Eso espero.

~*~

Astoria entre cerró sus ojos. El sol le dio de lleno en su rostro pálido. Aún tratando de tapar el brillo con su mano, este no hacía más que dañarle la vista. Pero no estaba molesta, su sonrisa era la prueba evidente de ello. Era libre.

—Ya cumplí con mi parte del trato —se giró hacia atrás y vio a su hermana mayor acercarse a ella —, estás sola en esto.

—Eres una cobarde, Daphne ¿sabes lo que podríamos alcanzar juntas? —su expresión no era la que una mujer centrada tendría.

Daphne era consciente de lo perturbada que estaba su hermana y era por la misma razón que deseaba largarse de una buena vez de ese espantoso lugar.

—No me interesan tus tratos. Haz lo que quieras, pero no me metas en tus asuntos —dijo antes de dejarla sola.

Astoria volvió a mirar al sol con aire ausente y luego de un par de minutos, se marchó. Nadie la detendría, se había ganado su libertad y eso no hacía más que provocarle una enfermiza sensación de júbilo.

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