Limón y Canela: Cap 4 Cena con el enemigo Parte II

No había sido un placentero viaje. El platinado hurón, se había quejado ávidamente de lo horrendo que eran los autos y el olor a insecticida de los taxis. Podría haberle dado puntos al respecto, pero escucharlo quejarse como una anciana la había irritado.

-Insisto, debimos aparecernos.

-¿Ya terminaste?-éste gruñó y pasó su mano por su cabello-¿Qué le pasó a tu peinado de abuelito?

-Muy graciosa, Granger-gesticuló tomándola del codo para entrar de una buena vez al maldito restaurante.

-¡Diablos!-chilló ésta desviándolos a ambos hacia una costado. Detrás de una gruesa cortina, muy privado para cosas traviesas.

-¿Qué te sucede, estás loca?-reclamó sacudiéndose el saco con un gesto de asco.

-shh, no puedo creer que esté aquí.

-¿Quién? Ya me estoy cansando de tus estupideces, Granger.

-Es Rita Skeeter.-éste frunció el ceño y se puso a espiar por encima del menudo cuerpo de Hermione. Por un momento fugaz le importó una mierda que fuese la amiga del cararrajada.

-Zorra-dijo entre dientes-debe haber escuchado algo, o alguien pudo haberle dicho donde estaríamos.

-no lo creo-dijo ésta aún mirando hacia la mesa que ésta ocupaba, de inmediato un hombre, no muy lejos de los cuarenta, se sentó frente a ella. Parecía un hombre pudiente.

-¿Rita, en una cita? Eso es escalofriante.

-No tanto como que tú estés conmigo en el Londres Muggle.-acotó la castaña sin quitar sus ojos de la bruja periodista. Sin darle importancia al gesto desconcertado de Malfoy.

-¿Señorita Granger? -ésta como el rubio voltearon a ver al hombre con un traje elegante, una placa dorada estaba casi imperceptible en su pecho que dejaba a la vista las siglas de Gerente y el nombre de Albert Perkis.

-¡Albert!-saludó con efusividad-tanto tiempo.

-En verdad ha sido mucho. Sus abuelos estarían felices de saber que al fin visita uno de sus tantos restaurantes.-ella sonrió temblorosamente mirando de reojo la pequeña expresión de asombro de su rubio acompañante.

-Si bueno, ha sido una ocasión especial.

-imagino que sí-dijo mirando amablemente al pomposo de Draco Malfoy.-supongo que tienen reservaciones.-asintieron éste sacó un aparato electrónico y buscó sin mucho esfuerzo sus nombres.-Mesa tres, para cuatro en el sector privado, sí, aquí está.-Draco miró a la castaña exigiendo una silenciosa explicación. Era divertido y enternecedor verlo confundido.

Hermione le había preguntado a Albert si había alguna manera de no ser vistos para llegar a su mesa. Éste amablemente, le había dado una respuesta positiva para alivio de ambos. Les había explicado que dado que sus restaurantes eran visitados con frecuencia por imágenes famosas, habían tenido que hacer una entrada alternativa.
Su abuela fue la mente maestra de ello.

-Que tengan una linda velada-dijo haciendo una leve reverencia.

-Te dije que era demasiado temprano-tenía encima dos ojos color plomo sobre ella y pesaban. Levantó la mirada del menú y arrugó el entrecejo-¿sucede algo?

-Granger.-aclaró su garganta-¿tus amiguitos saben lo importante que es tu familia aquí?

-¿Eso te haría sentir especial?-preguntó en respuesta con una ceja en lo alto-sí, sí lo saben.

-mientes.

-¿Por qué lo haría?-el rubio le iba a responder cuando un hombre y su despampanante acompañante se les acercaron.

-Lamento la tardanza.-El Magitecto era endemoniadamente guapo y él lo sabía. Una sonrisa de sangre pura, una parada típica de la nobleza y un buen gusto, quizás exquisito, para vestirse. Un adonis. Sin embargo, eso no pareció sorprender a Hermione Granger; Draco no estaba seguro, o no quería creerlo, pero ella parecía conocerlo.-Vaya, el mundo es un pañuelo.

-Y uno muy sucio-éste rió mientras ayudaba a su chica a sentarse. Saludó a Draco con un apretón de manos, más que nada por cortesía, y accedió a sentarse.

-Siempre tan elocuente, Jane. ¿Cómo están tus padres?

-Perfectamente.-Ambos rubios iban de un lado a otro como un juego de tenis escuchándolos.

-Sí, es muy típico de ellos estarlo. Tus abuelos no dejan de hablar de ti en el club. Es difícil olvidarte de esa manera.-Malfoy reconoció la mirada de la castaña, una mirada que él conocía por experiencia. Carraspeó llamando la atención del famoso Victorio Von Barden, antes de que se iniciara la tercera guerra mágica.

-Imagino que no le importará ir al grano.

~*~

Perder el control de esa manera no era uno de sus apreciados pasatiempos, pero pocas oportunidades tenía para olvidarlo en algún rincón. Caminaba apresurada ni siquiera le importaba ver de vez en cuando de reojo la sonrisa divertida de Malfoy.

-Entonces...

-¿Qué?-preguntó bruscamente. A la mierda los modales. Pero no pareció importarle al ex Sly su humor de perros.

-Fue una linda cena con el enemigo ¿no?- Le temblaron de manera traicionera la comisura de sus labios. No quería sonreír, no la había pasado bien, y mucho menos de un chiste sin gracia de la mano de Draco Malfoy.

-Te odio.

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