Los Tataranietos de Lord Voldemort



 Los Tataranietos de Lord Voldemort
Ningún escenario me pertenece, todos lo que puedas reconocer es obra de J.K. Rowling junto con sus personajes excepto algunos que no los conozcas que son de mi propiedad. ¡Espero que les guste! (les aviso que estaba en FanFiction.net y en Fanfic.Es  -aparecía como Mili Riddle en ambas páginas, para evitar problemas-pero por ciertos motivos no seguiré subiendo capítulos allí).


 Capitulo 2- Ojos turquesas...


Mili se encontraba despierta mirando el techo con sus disformes contornos y sus innumerables símbolos tallados en las viejas maderas de roble. No recordaba que había sucedido, nada excepto el giratiempo y la discusión infantil que había hecho que estuvieran ahí. Thomas había estado ausente todo ese tiempo y tan sólo había recibido la visita de una pequeña elfina.

Por lo que la pequeña criatura le había contado, su ama los había encontrado en medio de Hogsmeade perdidos y desamparados, y no había dudado en ayudarlos. Su hermano había desaparecido dos horas después de ese suceso. No sabía que era lo que más le extrañaba y le horrorizaba.

—Hola pequeña—saludó una mujer de cabellos plateados pulcramente peinados, entrando a la habitación luego de dar un par de toques en la puerta de caoba, con otros elegantes y extraños tallados en algunas partes de su fina madera. Con lentitud se reincorporó en la cama apesadumbrada — te traje ropa de uno de mis nietos, ya has estado un día entero con esa ropa extraña—la anciana era amable de eso no cabía duda y solo por eso le sonreía sinceramente sin restringíos. No estaba acostumbrada a las casas pequeñas, acogedoras y cálidas, mucho menos. En comparación de la suya, su hogar era tempestuoso, maravilloso y mágico. Sin embargo, fría, obscura y vacía...

La puerta de su habitación volvió a abrirse dejando a la vista la presencia de su hermano mayor.

—Señora Dagnes ¿le molestaría dejarme a solas con mi hija?—Mili lo miró con una ceja levantada, preguntándole insistente ¿de qué rayos estaba hablando? Pero debía admitir que era muy inteligente y astuto de su parte, pensó orgullosa. Después de todo no había ido a Slytherin por nada.

—no, claro que no—mencionó. Thomas le sonrió con ternura, Madame Prings, una squib muy talentosa en pociones había sido luz en su camino. En un futuro su nombre sería muy reconocido por aquellos escritos dirigidos a todos los que padecían la enfermedad de ausencia de magia. Libros que él coleccionaría  y atesoraría.—bueno, aquí te dejo esto —Mili asintió destapándose sus piernas para bajar de la cama. Dagnes Prings se retiró tiempo después.

—¿Qué sucedió?, ¿Dónde estamos?, ¡Thomas! ¿qué rayos está sucediendo?—éste parecía no reaccionar "tal vez, es serio" se dijo así misma. Su cabeza era un desorden, tenía miedo.

—muchas cosas—dejó salir en un suspiro cansino, tratando en vano de tranquilizarse—debes saber algo, solo te lo diré porque creo que ocultar cosas entre nosotros no sería ahora una gran idea—la pequeña observó detenidamente el rostro de su hermano; no pudo descifrar su gesto lastimero con una mezcla de furia y una pizca  de miedo, ese miedo que ella sentía.— estamos en la época de nuestro tatarabuelo Tom Marvolo Riddle, que dentro de unos cuantos años se convertirá  en un horripilante ser y ya no lo conoceremos como en verdad es, sino como Lord Voldemort, el mago más oscuro de todos los tiempos y el más poderoso—su boca habia quedado figurativamente abierta ante aquella información. Trató de procesar lo poco que entendió y lo poco que sabía.

—¿estás seguro? tal vez, es un error—Thomas rió con tristeza, él también le habría gustado pensar aquello.

—no lo hay—susurró nuevamente con un triste sonrisa— confía en mí. Te prometo que saldremos de aquí lo más rápido que podamos.

—Todo esto es mi culpa. Siempre lo es.

—no, claro que no. Yo debí confiar en ti, esto es sólo mi culpa. Pero lo remediaré.

—sé que lo harás. Ahora ¿se puede saber dónde estabas?

—No podía quedarme con los brazos cruzados, así que de inmediato busqué la forma de volver a casa. Traté de arreglar el giratiempo y sólo logré hacerlo polvo—se acercó a la ventana con decepción—le pregunté a Madame Prings, si sabía de alguien que pudiese repararlos. Dijo que no, pero sabía donde podía hallar uno. Para nuestra mala suerte, donde está nuestra escapatoria, está él—un escalofrío recorrío cada una de sus estremidades—  tendremos que acercarnos a su lado, lo cual no me hace muy feliz. Pero si quiero ese giratiempo debemos sacrificarnos—el muchacho se sentó en la cama de su hermanita y se pasó las manos por la cara. Tratando de ordenar sus ideas lo cual resultaba ser nuevamente en vano.

Se sentía aún más miserable, había traído a su única familia a un tiempo que pronto sería muy peligroso y eso no ayudaba mucho. Todo eso no había sido planeado y por esa misma razón ahora sufría las consecuencias. Estaba enceguecido por tratar de hacer algo que iba contra las reglas naturales; no había hecho más que condenarlos a ambos a un maldito infierno. Si tan sólo hubiese hecho lo correcto jamás hubiesen llegado en el lugar y tiempo equivocado, pero accidentalmente, de su tatarabuelo, Tom Marvolo Riddle.



Había estado esperando con una estúpida esperanza, nada común en él, de que aquel extraño muchacho apareciera de nuevo frente a su persona. Tenía porte y elegancia y la forma de tomar la varita era maniobra de todo un gran duelista; pero más allá de ello, algo le decía que tenía muchas otras cosas que ocultaba.

Tenía talento y también podría a aventurarse a decir que, llevaba sangre de todo un Slytherin. Sin embargo, eso no podría ser posible, lo habría notado de ser así.

Debía admitir que lo había dejado impresionado, mucho más que sus seguidores en Hogwarts. Y estaba seguro que del lado equivocado iba a ser muy peligroso. Si no lograba hacerse con él, debía al menos, desaparecerlo. Sería sólo un pequeño contratiempo.

Mirando con aburrimiento unos cuantos objetos estúpidos que Borgin consideraba importantes, bufó con molestia. El no debería estar allí, se repetía una y otra vez, él debería estar en Hogwarts controlando a los estúpidos alumnos traidores y sangre sucias que contaminaban su colegio. Aquel que había sido una vez su hogar. Volvió a mofarse de sí mismo, a veces llegaba a comportarse como un viejo melancólico, tras pensar que podría haber sucedido si no hubiese hecho las cosas tan apresuradas. Eso era aun más estúpido.

 Era definitivo, debía dejar simplemente de pensar estupideces y concentrase en su objetivo.

Iba irse al desván cuando sintió la campanilla de la puerta y no dudó ni un segundo en darse la vuelta molesto. Pero en ese pequeño interín, se encontró con una hermosa mujer, elegante y osada. Elizabeth Davis.

—Hmp, si hubiese sabido que tú estabas aquí, no entraba—comentó la chica, tenía unos ojos turquesas intensos, casi como el inmenso cielo, su piel era un poco más pálida que la de él y poseía un esbelto cuerpo que ni el más frío podría ignorar. Él no era de observar a las féminas, ni le interesaba, pero eso no quería decir que nunca haya  tenido conquistas. Aunque algo inusual le atraía de ella, eso era seguro e indignante.

—Pues allí está la puerta—le contestó luego del examen que había hecho, para luego darse la vuelta y dejar prácticamente con la boca abierta a la chica sangre pura.



Salió hecha una furia de allí, nadie, en toda su corta vida la habían humillado tan serenamente como lo había hecho ese tal,  Tom Riddle. Había dicho la verdad, no hubiese entrado si hubiese sabido que él trabaja allí, pero algo de esa tienda la había cautivado y eso se lo había causado ese giratiempo, que estaba en una de las vitrinas de la tienda de Borgin y Burkes. No era un objeto mágico que se obtenía así como así, era una de las cosas más difíciles de encontrar y ella lo quería. Pero con él, ahí, jamás lo conseguiría.

—Elizabeth, al fin te encuentro—una muchacha bajita de cabello corto y negro se le acercó con pereza. Sus ojos verdes llenos de picardía brillaban con travesura. Una sangre pura, sin duda alguna y no era de extrañar. Todos los que andaban por ahí lo eran, con elegancia o sin ella.—pudiste…

—No fastidies Gea—le dijo indiferente, no estaba de humor para decirle que la habían humillado y no había conseguido lo que quería. Gea Houston la quedó mirando y rodó los ojos, sabía que por esa actitud de perros era porque no había conseguido nada. Así que solo se dedicó a seguirla. Si seguía poniéndole leña al fuego, iba a quemarse.

No acostumbraban a andar por allí, por lo general no deberían estar ahí. En realidad, la gente de clase no acostumbraba andar siempre por aquellos caminos, solo aquellos que tenían realmente una necesidad de estar en aquel oscuro y asqueroso lugar. Ambas caminaban con un paso firme, dejando a la vista su imposición y du linaje. Iban presurosas hacíendo ondear sus capas negras de una delicada confección. debían llegar al callejón Diagón antes de las cinco, no estaba lejos, no si sabías donde estaba.

—tenemos que hacer algo, quiero ese giratiempo pero con Riddle de por medio…

—espera, Lizi. Dijiste ¿Riddle? —preguntó la pelinegra haciendo que ésta le enviara una severa mirada.

—sí, Riddle, el mago más ridículo de la tierra—Gea volvió a rodar los ojos, Elizabeth nunca se había llevado bien con aquel grácil y guapo Tom. Tres años después de salir del colegio su actitud no había cambiado  ni un milímetro de lo que creía que era Tom Riddle para ella. Uno, era porque ella nunca había creído en la absurda oposición de no dejar entrar magos y brujos mestizos al grandioso y mágico colegio de Hogwarts y dos, esa parte la desconocía por completo, por lo que simplemente sabía la primera—apresúrate, debemos dejar esta invitación a Madame Prings cuanto antes—Gea asintió aun caminando a su lado y aumentando la caminata como lo hacía Elizabeth.

—Como tú digas, Capitán.



Su malhumor había crecido con desagrado por culpa de esa Davis ¿Qué se creía? Era sangre pura pero se comportaba como una sangresucia. Aunque algo lo intrigó, sus ojos, definitivamente eso lo había hecho. Ese turquesa lo había visto antes ¿Dónde? no lo recordaba ¿Por qué? no debía importarle. No a él, un ingenioso y magnifico mago graduado del majestuoso Colegio de Magia y Hechicería.

Y en realidad no tenía porque hacerlo. Tenía cosas mejores en la que pensar y qué hacer.

Sin más, dando por terminado sus pensamientos que solamente le hacían perder el tiempo; siguió haciendo el estúpido trabajo. Tenía planeado recibir la última paga e irse por el mundo tratando de buscar nuevos conocimientos de las artes obscuras y su primera parada sería Rumania. Por alguna razón ese era el lugar que le atraía para dar su primer paso y si le favorecía de algo, tener aliados allí sería perfecto.

Con una sonrisa de pura satisfacción siguió limpiando las vitrinas con sumo cuidado…

Para esto, la tarde pasó volando, muy rápido por así decirlo y eso fue algo que agradeció aun más al joven Riddle. Quien con una sádica y seductora sonrisa, se despidió del viejo ególatra, para ir a su hueco de tranquilidad.

 La noche era vivaz con un aroma a humedad y a pino del bosque; los ojos negros de este brillaban aun más cuando la luz de la luna le daba de lleno a su rostro calmado. Su porte elegante dejaba en vergüenza a muchos de los nobles que con sus ropas de la más cara elaboración, no podía llegarle ni a los talones a un mestizo, pero poderoso, Tom Marvolo Riddle. Y que pronto, sería nombrado por todos como Lord Voldemort, el mago más poderoso de todos los tiempos. Ya se imaginaba a los magos y a los sangresucia temerle al señor Obscuro, como se había autodenominado y como le decían sus seguidores.

Sí… eso sería uno de los días que más esperaría.

Ese chico es extraño pero no estaba nada mal —Tom detuvo sus pasos al escuchar una voz muy conocida, ya había llegado hasta el odioso callejón Diagón, el cual con sus chillones colores lo descomponían y esa gente ignorante maravillarse con cosas insignificantes.

—si, es verdad, es guapo—comentó Houston sin interés, pero luego cambió su expresión a una más reflexiva—se parece a alguien, tal vez a…—el silencio de ella extrañó a Elizabeth pero luego se tranquilizó al escucharla de nuevo— na, eso sería imposible.

— ¿Qué cosa Gea?—ésta iba caminando lentamente, mirando la vidriera de una de las tiendas del callejón, una donde vendían todo tipo de chucherías para niños.

—bueno… no lo sé, excepto  por sus ojos diría que es igual a ya-sabes-quién…

—no sé a quién…—se quedó tildada y se volteó para mirar a esta con burla— ¿A Riddle? ¡imposible! ese chico es más… tranquilo y es bueno, todo un caballero y no tan idiota como él, creo que tu comparación hacia Thomas es muy deprimente, lo has dejado por el suelo—Gea tenía los ojos grandes y negaba con la cabeza como si tratara desesperadamente en decirle algo—¿Qué te sucede?—preguntó con molestia apretando sus puños, pero un escalofrío recorrió su espina dorsal de un momento a otro. Y eso solo se debía a causa de una persona.

—Vaya. la señorita Davis es muy delicada de su parte. Toda una Dama de sociedad, solterona y consentida—la voz suave de Riddle eran totalmente venenosa, oscura e indiferente. Eso era lo que más admiraba Davis y lo admitía, pero nunca lo que todos decían—una ex Slytherin comportándose como una Gryffindor, eso es épico y triste…

—Si tal vez debí ser una de ellos, ya que tú y yo y tu política de contaminación de la sangre no pegamos ni con moco de dragón—su pobre amiga estaba que se moría de un infarto. Nadie más que a ella se le ocurría enfrentar a aquel peligroso mago. Siempre era lo mismo y era seguro que en cualquier momento iba a terminar como un frío y tieso cadáver por ser amiga de Elizabeth Davis, ya se imaginaba su lápida con aquel nombre para identificarla.

—Lizi, ya vámonos—decía Gea en susurros tomándola del brazo, sin embargo, ésta se separó y la hizo a un lado.

—Que dirá tu padre después de esto—comentó Tom negando con la cabeza. Ella no cambió su expresión hasta que este con lentitud se acercó más de lo que debía—nos vemos en el baile de Agnus, Lizi…—el pelinegro se largó de allí con una victoriosa sonrisa y con los ojos turquesas grabados en su cabeza y por supuesto, la palidez del rostro de la bella y maleducada Davis.

Y con una adicional intriga en su cabeza, preguntándose  ¿Quién rayos sería ese Thomas?

Dichosa Casualidad



 Sakura Haruno, Sasuke Uchiha y Naruto Uzumaki se convertirán en tres padres que tratarán de lidiar con sus tres reboltosos hijos.

La hija de la protegida de la Gondaime detesta la presencia del primogénito de Sasuke y le irrita la forma pacifísta del tercer hijo de Naruto. Procura meterse en problemas cada vez que puede y realmente le divierte ser diferente.

El hijo de Sasuke no soporta respirar el mismo aire que la hija de su tía postiza y es el mejor amigo del rubio Uzumaki hijo de su tío del corazón. Es serio, frío y calculador pero tiene facilidad para hacer locuras.

El hijo de Naruto le da lo mismo, después de todo él contaba con una paciencia y tolerancia única. Ama la vida y el romance, pero él atrae a las catástrofes.

~*~

¿A dónde llevará la unión del Trío de cristal de Konoha? 

¿Quién es tan insesato para colocar tres diablillos en un solo lugar?

~*~

-ésto fue tu idea ¿verdad?-Naruto sonrió con algo de enigma y poca culpabilidad mirando a Sakura y a Sasuke.

-los tres colmaron los límites de los límites, necesitan disciplina y viniendo de mí se darán cuenta que perdí mi paciencia.

Los Tataranietos de Lord Voldemort



 Los Tataranietos de Lord Voldemort

Ningún escenario me pertenece, todos lo que puedas reconocer es obra de J.K. Rowling junto con sus personajes excepto algunos que no los conozcas que son de mi propiedad. Espero que les guste! Ha y tengo un gran problema con las fechas así que ustedes ayúdenme. XD lo sé doy vergüenza. (les aviso que estaba en FanFiction.net y en Fanfic.Es  -aparecía como Mili Riddle en ambas páginas, para evitar problemas-pero por ciertos motivos no seguiré subiendo capítulos allí).

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 Capitulo 1- El giratiempo y el Señor Oscuro.


Ya habían pasado cincuenta años de paz en todo el mundo mágico y muggle ante la derrota de Voldemort. La vida había logrado seguir con su curso, los sueños habían renacido y la libertad se había devuelto a todos aquellos que se lo merecían. Ya no había represión, pero a pesar de lo hermoso que sonase, no todo era igual para ellos...

 No siempre se llegaba a ver la perfección de las cosas.

—Thomas David Riddle —un chico de unos veinte años se encontraba frente a un gnomo de Gringotts, quien no tenía una apariencia de ser muy amable mientras hacía anotaciones, anotaciones que dejó de lado al escuchar el ecuestre apellido—cámara 926.

—¿llave?—preguntó mirando de reojo a su pequeña acompañante.

—aquí está—contestó mostrándole la llave dorada en la palma de su mano. Suspirando de alivio, miró hacia abajo encontrandose con unos intensos ojos turquesas y unas hebras negras revoltosas tapando parte de ellos. La niña le sonrió, dándole su silencioso apoyo y comprensión insana para alguien como ella.

—Parece estar todo en orden, señor… Riddle—gesticuló el gnomo con algo de recelo—alguien los escoltará, ¡Griphick!—llamó y en el instante apareció otro gnomo más joven. Los guió hasta uno de los carros, que llamó apenas se había dado la vuelta, para luego subir.

El viaje laberíntico fue algo rápido para estar casi en la última de todas las cámaras. La pequeña parecía disfrutar del trayecto. Y Thomas simplemente no podía decir lo mismo. Mucho menos al parar frente a una de las cámaras de la familia Riddle con esas dos grandes serpientes como guardianes una a cada lado de la gran puerta.

— Jamás dejaré de pensar que esto es mucho mejor que el parque—alagó la pequeña bajando de un salto del carro. Sus ojos miraban todo con sumo cuidado, de arriba abajo, de izquierda a derecha, con adoración y devoción; aunque ya era su decimoquinta vez, seguía sin perder su entusiasmo ni la sorpresa que cada mínimo detalle despertaba a su corta edad. 

Observó a su hermano, perdiendo toda la magia que desepertaba Grigontts en su interior. Thom no había dado ni un comentario y por el contrario sólo le había vuelto a asonreír. Pasó por su lado como si el hecho de estar allí no despertara las mil y una preguntas que tenía atragantada en su garganta. Griphick les abrió la cámara en la que segundos después se adentraron. El muchacho se sacó los guantes de cuero que adornaban su mano y clavó su mirada en un solo lugar. 

—¿Qué buscamos?—preguntó paseándose por la cámara, sin atreverse a tocar nada por miedo a que perdiese su encanto.

—algo que espero que esté aquí—respondió cortante y conciso, ignorándola una vez más. Con hastío bufó por lo bajo cruzándose de brazos.—no te sofoques, Mili.—rodó los ojos mientras se apoyaba en uno de los muebles.

—nunca me dices nada. Ya no soy tan pequeña ¿sabes? ya recibí mi carta de Hogwarts.—éste sonrió de lado mientras en vano trataba de tomar un pequeño objeto de la repisa más alta.—puedo ayudar—añadió viendo con cautela lo que él se había guardado en su bolsillo, pequeño y dorado.

—Aunque lo aprecie con mi vida, aún no es indispensable. Pronto llegará el momento en que tú puedas hacer algo por mí y te estaré eternamente agradecido.— se colocó a su altura. Los ojos de igual color que ella y su abundante cabello negro, hacia inevitable que muchos lo confundieran como su padre. Se tenían el uno al otro y era entendible que ante su unión, muchos lo hiciesen. Pero Mili no lo veía de esa forma, era demasiada sobreprotección y no llegaba a entenderlo. Era como si le ocultase algo que en realidad debía saber.

—¿Qué está sucediendo, Thomas?

— ¿Por qué debería de suceder algo?

— Siempre sucede algo—respondió con tristeza recordando la tragica noticia de sus padres, el horror que habia sentido cuando amenazaron separarla de su hermano o cuando descubrió que todo había sido por su culpa.—quiero entender por qué solemos escondernos de nuestro mundo, por qué debemos mudarnos cada dos meses cada vez más lejos y sólo volver aquí cuando algo se necesita. Deseo saber qué sucede. ¿Por qué te es tan complicado?

—Jamás lo entenderías y es mejor así.

—Tal vez para tí lo es. Nunca te ha importado lo que piense—Thom se irguió alejándose de ella. Le dio la espalda y se encaminó hacia la salida, extendió la mano hacia la puerta pero Mili se lo impidió. con un chasquido le sacó el giratiempo de su bolsillo— ¿Por qué rayos necesitarías de un giratiempo? Responde, Thomas.

—no hables como si realmente me conocieras y dame eso—demandó con neutralidad, mas Mili no desistió. se alejó de él con desafío.

—tengo la suficiente experiencia como para saber lo torpe que eres Thom, no soy estúpida, no te equivoques. Yo te he apoyado; siempre ha sido así, ambos sabemos quién de los dos es más débil—el chico bufó molesto y pasando su mano por su cabeza lentamente. La insensatez de su hermana lograba sofocarlo al igual que su impertinencia, le hacía recordar de esos asquerosos genes de los cuales no sentía orgullo. A grandes zancadas se acercó a ella para tomar el objeto pero se resistió.

—¡Devuélvelo, esto no es un maldito juego!—ella negaba con la cabeza mientras trataba de retroceder. Thomas la agarró del brazo sin delicadeza—vamos, deja de ser una mocosa y dam...—pero de tanto forcejeo un ¡clic! los dejó en un aterrador silencio.

—¿Qué fue eso?—preguntó en un hilo de voz. Al mismo tiempo ambos abrieron las manos con las cuales encerraba el giratiempo. Los pliegues dorados daban vuelta sin cesar comenzando a esparcir una brillante luz por el recinto— ¿Thomas? ¡Thomas!...



El sol empezaba asomarse con fuerza y con él... un guapo joven de cabello perfectamente peinado hacia un lado, dueño de unos hermosos ojos negros y piel semi bronceada; debía abrir la tienda del señor Borgin ese día, el hombre era muy estricto con la puntualidad y él jamás había llegado tarde a ningún solo lugar en su vida, aunque fuera un trabajo algo estúpido para todo lo que él sabía. "Maldito Dumbledore" pensó ensombreciendo su rostro.

Ese viejo había tenido la culpa del que el Señor Dippet, no le diera ese puesto en la escuela como maestro de Defensa Contra las Artes Oscuras. Todos los días después de haber dejado su amado colegio, recordaba una y otra vez el rechazo y la desconfianza de estos. Pero sabía positivamente que eso no se quedaría así, pensó mientras llegaba al tan conocido local. Borgin y Burkes.

Al entrar sintió algo diferente, un presentimiento. Uno que no le traía bueno augurios. No solía ser normal, no recordaba que alguna vez le hubiese pasado, no después de saber cuales eran sus propósitos.

Se encontraba tras el mostrador esa mañana, acomodando lo que el viejo Borgin había dejado desordenado, pero con educación y su supuesta "paciencia" que aseguraba que tenía, lo hizo sin rechistar. Después de todo estaba solo. Luego pasó a las vitrinas, en la que reposaban algunos objetos mágicos e insignificantes y un curioso giratiempo.

Después de un rato se dirigió al almacén de la parte trasera del local, donde había una mayor parte de todas las mercancías que traían algunos magos de sangre pura para el intercambio de otros objetos, o para simplemente tener un par de galeones; estaba llegando hasta el final de este, cuando la puerta se abrió y la incesante campanita de ésta se movía de un lado a otro irritándolo al mismo tiempo.

Maldijo entre dientes y volvió sus pasos hacia atrás.

—malditos estúpidos que se atreven a malgastar mi tiempo—decía hastiado caminando de nuevo hasta el frente. Pero al llegar no vio a nadie. Todo estaba vacío y eso era extraño.

Intrigado por aquello se dio la vuelta nuevamente maldiciendo a quien se había atrevido a hacerle una estúpida broma. Pero se quedó estático al girarse y ver que un muchacho, que no tenía más edad que él, lo apuntaba directamente con una varita. Atreviéndose a enfrentarlo a él, el mago más poderoso de todos los tiempos.

Pero su curiosidad se acrecentó al ver que traía a alguien en brazos, a alguien pequeño.

—Si te mueves, no dudaré en lanzarte una maldición—pudo notar que no había nerviosismo en él, ni mucho menos inseguridad, también vio que no vacilaba, tenía firmeza y valor y eso le gustó.

—Hmp ¿sabes quién soy?—preguntó con arrogancia.

—y tú... ¿sabes quién soy?—los ojos turquesas y negros se miraron fijos por varios segundos hasta que las campanillas de la tienda sonaron por segunda vez, anunciando a un nuevo cliente o en un caso contrario, al dueño del local—ni una palabra—susurró Thomas mirando al quien había hecho su vida miserable, así como la de muchas otras personas del mundo mágico y muggle.

Podría haberlo matado tan solo al tenerlo de espalda, pero él no era un cobarde y eso solo sería un acto de cobardía. Sintió que quería entrar en su mente; no le dejó y sonrió para sus adentros. El muy maldito sabía lo que hacía y no por nada sospechaba. Conjuró un hechizo no verbal y desapreció de la vista de su tatarabuelo... justo cuando el señor Borgin aparecía por detrás de la vitrina.

—joven Tom siento llegar tarde, hoy parece ser un día prometedor —dijo el anciano pasándolo de lado después de sonreírle arrogante como todo sangre pura. Pero para Tom, ese día era más que prometedor, eso lo podía sentir en sus entrañas. Miró hacia todos lados y se giró sintiéndose observado. Allí, del otro lado de la calle del local Borgin y Burkes, estaba aquel extraño que lo había amenazado ante la ignorancia de lo que él le podría haber hecho en tan solo un descuido.

Thomas no pudo evitar sentirse estúpido ante la imprudencia de sus actos, había puesto en peligro a su hermanita ante el monstruo del mundo, de su tiempo. Primero había entrado allí para pedir ayuda pero se dio cuenta en el lugar que estaba la magia negra reinaba allí hasta el último clavo puesto y sobre todo cuando sintió una presencia acercarse a ellos. No le era de extrañar que no conociese ese lugar, después de todo en su época ya no existía esa parte del callejón.

No dudó ni un momento desaparecer en ese instante al escuchar los pasos firmes y la imagen aristocrática de aquel joven parecido a su bis abuelo, a su abuelo, a su padre y a él. No cabía duda que los genes Riddle... después de todo, eran tan fuertes como un juramento inquebrantable que incluso te podían llevar a la muerte. 

Exceptuando por sus ojos.

Al menos pudo salir con vida de ahí. Porque estaba seguro que si Tom Riddle hubiese movido tan sólo un dedo, podría haberlo dejado como un seco cadáver...

Después de la última mirada hacia su tatarabuelo se fue de allí sin levantar sospechas, saliendo del callejón Knockturn para ir a Hosmegade. Al menos allí encontraría gente aceptable y no tan peligrosa como lo había en aquel lugar. 

Esperaba no volver a pisarlo.

¡Una Nueva Sección se avecina para el Blogg!

 ¡ASÍ ES! Una Nueva Sección se Avecina para el Blogg, ¿de qué se trata? Bueno, si eso es lo que quieren saber, entonces les presento la súpe...